El nombre de Luigi Mangione está por todas partes. El de Brian Thompson no. Brian fue asesinado. Luigi es el presunto asesino. De Brian lo que más se comenta es que trabajaba de consejero delegado de una aseguradora. De Luigi sabemos mucho más. No solo que tiene 26 años y que en la mochila, cuando lo detuvo la policía de Pensilvania, llevaba la pistola de 3D con la que sospechan que mató a sangre fría a Brian y un manifiesto contra los abusos de los seguros de salud. De Luigi Mangione también se está destacando mucho que estudió en un colegio privado, que era el alumno más brillante de su instituto y que leyó el discurso de graduación.
Brian también había sido un estudiante brillante. Pero ese dato no se destaca normalmente en las noticias. Tenía 50 años y dos hijos cuando fue asesinado en Manhattan a plena luz del día. No procedía de una familia acomodada, como su presunto asesino. Era un muchacho de un pueblo de Iowa, hijo de una esteticista y un granjero. Del presunto asesino se destaca que le gustaban los videojuegos, del asesinado no se dice que jugaba al baloncesto y en la escuela tocaba el trombón.
Es curioso eso. Es curiosa la fascinación que produce la biografía del asesino y lo poco que interesa la víctima. Como si sorprendiera que un aseso pudiera ser un chico joven y guapo que sacara buenas notas en el cole. Del presunto asesino se han hecho virales fotos en Facebook posando en la playa. Del ejecutivo asesinado, su familia y amigos lamentan su muerte en privado.
Las aseguradoras están quitando las fotos de sus directivos de internet, porque temen que lo que le pasó a Brian pueda repetirse. Por lo que se ve en redes, mucha gente cree que por cobrar 10 millones de dólares al año y trabajar en una aseguradora, Brian se lo merecía. A Luigi Mangione le ha salido un macabro club de fans. De Brian Thompson apenas mencionamos el nombre, titulamos con el de la aseguradora.
¿Moraleja?
Celebrar la muerte de un ejecutivo resulta vomitivo.