Los libros para niños de Roald Dahl se están reescribiendo en Reino Unido para eliminar el lenguaje que la editorial Puffin considera ofensivo. Al leer Charlie y la Fábrica de Chocolate Augustus Loop ahora es enorme en vez de gordo, la señora Twit ya no es fea y bestial, sino simplemente bestial.
La explicación que ha dado la editorial es que así los niños pueden seguir disfrutando de las historias de Dahl. Pero no creo que esta decisión se haya tomado para que los niños lo disfruten más. Pocas cosas le gustan más a los niños que les hablen clarito y un poco gamberro. Y esa era una de las mayores audacias de las historias de Roald Dahl, contarle historias a los niños tan clarito como como adultos. Aunque a lo mejor eso es también lo que está haciendo la editorial con esas correcciones, hablarles como a los adultos, a los adultos de ahora. Son correcciones que tienen más que ver con las preocupaciones de los adultos y poco importan a los niños.
Han pasado casi 60 años desde que se publicó por primera vez Charlie y la Fábrica de Chocolate y desde entonces han cambiado muchas cosas, pero hay otras que no. Las brujas no sé, pero los gordos y las feas siguen existiendo. Existen también las gordas y los feos. Y no tengo muy claro cómo se va a proteger a los niños de los estereotipos culturales, étnicos y de género ocultándoselo a los niños. Es enseñándoles a los niños a ser críticos, no mojigatos, como se previene la discriminación.
Salman Rushdie, que sabe bien lo que es la censura, está entre los que ha salido a protestar por esta censura absurda y cree que los herederos de Dahl, que son los que gestonan los derechos y han trabajado con la editorial estos cambios, deberían estar avergonzados.
Lo peor de esta censurilla melindrosa no es solo que contradiga el espíritu lenguaraz de las obras de Roal Dahl, es que transmite la falsa idea de que vivimos una época en la que no se puede decir nada, mientras en el mundo real no paramos de oír y leer barbaridades, y los discursos de odio están más presentes que nunca en redes sociales.
¿Moraleja?
Los niños siguen viviendo en un mundo lleno de discriminación y censurar palabras ni los protege ni ayuda a su imaginación.