Hoy en Londres hay más de 500 mandatarios y ex jefes de Gobierno para seguir el funeral de la reina Isabel II. Es la mayor concentración de líderes mundiales en la última década.
Y mientras España se fija sobre todo en qué pasa con dos de ellos, a ver si se reencuentran finalmente o no el rey Felipe VI y su padre, hay mucho más en lo que fijarse.
Lo más sorprendente de todo lo que estamos viendo en Reino Unido desde el fallecimiento de la Reina Isabel II, lo que más me ha llamado la atención de todo, no es que más de un millón de personas hayan desfilado delante del féretro de la reina. Ni que haya habido pique entre los 2000 asistentes VIP por no ser tan VIP como el presidente Biden. Muchos mandatarios se han quejado de tener que ir en el bus habilitado hasta la abadía de Westminster, en vez de en su propio coche oficial, como el presidente de EEUU.
Para mí lo más sorprendente de todo lo que estamos viendo es que a los manifestantes antimonárquicos los estén deteniendo. Symon Hill, de 45 años, fue arrestado en Oxford la semana pasada por gritar ‘¿Quién lo eligió?’ al nuevo rey. En Edimburgo también fue detenida una mujer por llevar un cartel que decía “A la mierda el imperialismo, abolir la monarquía’. Hay más gente que ha sido acusada estos días bien de ‘alteración de la paz’ o sospecha de causar alarma. Un límite un tanto confuso este a la libertad de expresión.
Y más sorprendente aún que la de Orden Público y la nueva Ley de la Policía, que limitan el derecho a la protesta, es que allí todavía está vigente otra ley de 1864 que considera delito grave de traición a cualquiera que pida la abolición de la monarquía: podría ser condenado a cadena perpetua, aunque no se ha utilizado en un juicio esa ley desde 1879. Y menos mal, teniendo en cuenta que cerca del 22% de los británicos apoya la abolición de la monarquía.
¿Moraleja?
En el día del funeral a Isabel II, al que critique la monarquía puede caer una buena tunda.