No estamos bien de la cabeza. O, al menos, estamos peor de lo que estábamos. Una abrumadora mayoría de los españoles cree que en los últimos años ha empeorado su salud mental. Más de tres cuartas partes. El 74 y pico por ciento. En el hemiciclo equivaldría de sobra a una mayoría reforzada.
El dato es escalofriante. Es de un estudio de la ‘Confederación de la Salud Mental’. Según su encuesta, un 40% de los españoles declara tener mala salud mental y un 15% reconoce haber tenido ideas suicidas. Aunque la tasa entre jóvenes y mujeres es del doble, ¡un 30% ha tenido ideas suicidas!
Hace tres años que empezó la pandemia y a la hora de hacer balance habrá que recordar también que desde entonces 6 de cada 10 españoles están preocupados, temerosos, deprimidos o tristes.
Las tres razones señaladas más a menudo como causas de que la salud mental haya empeorado son las dificultades económicas (91,4%), la incertidumbre (89,0%) y el estrés del día a día (88,8%). También la propia pandemia de Covid-19.
Con estos datos está claro que deberíamos tener esto de la salud mental mucho más presente en el centro debate político. Exigir a los partidos, y a los candidatos de las próximas elecciones, propuestas para remediar esto. Porque en educación y en sanidad, que son competencias autonómicas, están las claves para mejorar este enorme problema social.
Cómo no va a ser un tema político que en sanidad escaseen tantos recursos. Ante la falta de psicólogos y psiquiatras en el sistema público, son los médicos de Atención Primaria los que recetan ansiolíticos como churros. También faltan medios en educación: si los adolescentes son los que más están sufriendo esta epidemia de tristeza, los colegios necesitan un refuerzo y un apoyo que no están teniendo. Salvaría vidas.
Es verdad que el Gobierno dijo hace unos meses que situaba la salud mental como prioridad. Pero sigue sin estar en el centro del debate y mucho menos de la precampaña electoral. Pasa menudo con los asuntos mas graves, cuando todo el mundo está de acuerdo que son un problema. Cuando hay consensos, decae el incentivo para prestarle atención. Pero nos sobran conflictos y faltan remedios.
¿Moraleja?
Está empeorando mucho la salud mental y esto es un problema político, no individual.
