El Papa Francisco ha autorizado que las parejas del mismo sexo puedan ser bendecidas para disgusto del sector más conservador de la Iglesia, valga la redundancia. Es un gesto importante para los homosexuales católicos, pero tibio todavía.
Tibio en comparación con las esperanzas de transformación profunda que trajo este Papa cuando hace 10 años, porque hace 10 años ya, dijo en un avión de regreso a Roma desde Brasil aquello de ‘¿Quién soy yo para juzgar?’ cuando un periodista le preguntó al entonces nuevo Papa por la homosexualidad. Algunos creyeron que era el comienzo de una transformación profunda, que el Papa Francisco acabaría con siglos de discriminación a los homosexuales dentro de la Iglesia católica, dejaría de tratarlos como pecadores o, peor, como enfermos, y que permitiría las parejas del mismo sexo pudieran tener su rito, como pasa ya en otras muchas iglesias cristianas, como la Episcopal de Escocia, la Protestante Suiza, la Protestante Unida de Francia, la del Pueblo Danés, la Iglesia Nacional de Islandia, la Noruega. Y en Austria, Canadá, Bélgica…
Diez años después de aquel ‘quién soy yo para juzgar’, nada de esto ha pasado todavía. La doctrina católica sigue siendo que el matrimonio es solo la unión entre un hombre y una mujer. Pero a partir de ahora las parejas homosexuales podrán ser bendecidas, siempre y cuando quede claro que eso no valida su estatus.
El Vaticano enfatiza que con esta novedad no es la relación lo que se va a bendecir ni la bendición puede hacerse creando la impresión de que se trate de un boda, sino que debe ser en un momento en que no tenga nada que ver con la liturgia del matrimonio. No vale ir vestidos muy elegantes ni entregarse anillos no sea que dé lugar a confusión. Siguen siendo, para la Iglesia, parejas en situación irregular. Parejas sin papeles.
Entre tanto, las bodas católicas, en España, ya son menos del 21% del total. Hace 20 años eran 8 de cada 10. Los homosexuales que se quieren casar por la Iglesia siguen sin poder mientras los heterosexuales van dejando de querer.
¿Moraleja?
Para unos este Papa es un revolucionario, para otros todo lo contrario.