Qué mal ha envejecido eso que llamábamos nueva política. Y qué mal bautizada estuvo. De nueva nada. Al final sus partidos y sus líderes se han ido desintegrando por viejas razones… Y ninguna más vieja que el machismo. El último de aquellos representantes políticos que vinieron a acabar con el bipartidismo y el bipartidismo se los merendó es el ya ex diputado Íñigo Errejón, que ayer sorprendía con su dimisión tras unas acusaciones anónimas de comportamientos machistas que se van concretando.
Lo que no es concretan son las disculpas. Y a falta de seguir conociendo los motivos por los que Sumar preparaba expulsión de Errejón en caso de que él no decidiera marcharse, a falta de que nos expliquen en qué conductas machistas incurrió y si son o no delictivas, hace bien Errejón en dimitir. Es más, el comunicado en sí es motivo de dimisión. Un comunicado así es razón para dejar la política.
Errejón no menciona a las víctimas de su comportamiento, comportamiento que ha reconocido en privado a su partido. Ni pide perdón. No explica qué ha hecho y se siente víctima de tener que ser ejemplar, no culpable de no serlo. Se esconde en el reflexivo (”se subsiste y se es eficaz”…) y el plural (”los hombres”). Lo más concreto que llega a decir Errejón es que sufría contradicción entre el personaje y la persona, o sea, que mentía. Y que ha sido la primera línea política y mediática lo que le ha hecho ser así. Ah, y el patriarcado. Del que con un par, un par de incongruencias más, se declara víctima.
No, Íñigo, no. Si has acosado, abusado o maltratado mujeres, la víctima no eres tú. Son ellas. Es a ellas a quienes tienes que pedir perdón.
Vaya final político para uno de los fundadores de Podemos, uno de los hombres, porque solo fueron hombres, que salió aquella vez junto a Pablo Iglesias a cambiarle el nombre a su partido de entonces Unidos Podemos, por Unidas Podemos. Querían feminizar la política, decían.
¿Moraleja?
Es una excusa, no una contradicción. A qué espera para pedir perdón.