En Gaza calculan que los muertos superan ya los 25.000 (la mitad de ellos, niños), desde que hace más de 100 días empezaron los bombardeos de Israel en respuesta a los atentados del 7 de octubre. Nunca ha habido tantos bombardeos con víctimas civiles en los conflictos de Oriente Próximo, y anda que no ha habido conflictos en Oriente Próximo. Además de tanta muerte, los bombardeos están trayendo la destrucción de Gaza. Más de la mitad de los edificios de la Franja han sido destruidos.
Cada vez es más difícil para el Gobierno de Israel argumentar que se traten de bombardeos de precisión para acabar únicamente con terroristas de Hamas. Además, es probable que el hambre y las enfermedades, por la falta de atención médica y de alimentos, acabe causando en Gaza más muertes que los propios bombardeos. Las hambrunas y las epidemias tampoco son armas de precisión.
En Israel han empezado las protestas contra el Gobierno de Netanyahu pidiéndole que ponga fin a la guerra en Gaza. Entre los que protestan están también muchas de las familias de los rehenes israelíes que Hamas tiene secuestrados. Protestan porque las posibilidades de un acuerdo para la liberación de los 130 secuestrados se desvanece con la negativa de Netanyahu a negociar la propuesta de Hamas de liberación de todos los rehenes a cambio de poner fin a la guerra.
Netanyahu sigue diciendo que no va a parar la ofensiva en Gaza hasta lograr lo que llama una “victoria total”, pero los objetivos de esa ofensiva están cada vez menos claros. Ni está claro de qué manera están estos bombardeos indiscriminados de Gaza ayudan a Israel a ser un sitio más seguro ni mucho menos está claro es el plan del Gobierno israelí para el día después de que cesen los ataques.
A los pacifistas se les suele acusar de ingenuos. Pero más ingenuo es creer que seguir bombardeando la Franja, seguir llevando a la desesperación a tantos miles de gazatíes, pueda traer más seguridad a nadie.
¿Moraleja?
La exigencia a Israel del alto al fuego, no puede dejarse para luego.