LA PRIMERA DE LA MAÑANA

Marta García Aller: "Si hacemos máquinas cada vez más inteligentes, también deberían serlo sus dirigentes"

Marta García Aller reflexiona sobre los peligros o ventajas de la inteligencia artificial, del cual todavía no se sabe si es el avance tecnológico más prometedor de la historia o del más aterrador.

Marta García Aller

Madrid | 24.11.2023 07:44

No podemos saber si lo que esta pasando con la inteligencia artificial se trata del avance tecnológico más prometedor de la historia o del más aterrador. O las dos cosas a la vez. Cómo no va a dar miedo algo que lo puede cambiar todo, que ya lo está cambiando y que no sabemos dónde puede llegar. Tampoco sabían cuando la inventaron dónde nos iba a llevar la electricidad o la energía nuclear, también daba miedo entonces, ¿pero es esta vez diferente?

Lo que ha pasado esta semana con Open AI, la creadora de ChatGPT, deja claro lo perdidos que estamos. Es normal. Cómo no vamos a estarlo si ni siquiera las personas que desarrollan la Inteligencia Artificial saben, seguramente porque a estas alturas es imposible saberlo, si esta tecnología es lo mejor o lo peor que nos ha pasado jamás. Son los mismos que la tienen entre manos, los que intuyen lo que es capaz de hacer, los que no se ponen de acuerdo.

Ese ha sido la clave en el culebrón de la empresa Open AI, con el despido y la readmisión de Sam Altman. Algunos de sus empleados temían estar desarrollando innovaciones que se les pueden ir de las manos. Aún es imposible saber si los más temerosos exageran o están en lo cierto.

Los investigadores de OpenAI descontentos con las prisas por innovar de su jefe, escribieron una carta que señalaba las proezas de la IA pero también su gran peligro. Les inquieta estar desarrollando una Inteligencia Artificial General que pueda llegar a superar a la humana, un riesgo que creen que no debemos correr porque puede llevar nada menos, dicen, que a la extinción de la humanidad.

Los científicos más sensibles a estos riesgos forzaron la despedida de Altman. Los convencidos de sus ventajas y, sobre todo, de su rentabilidad, han conseguido su readmisión. Ganaron los de las prisas. Con el tiempo sabremos si tenían razón los que defienden sus bondades o los que temen que esta última tecnología sea, verdaderamente, la última.

¿Moraleja?

Si estamos haciendo máquinas cada vez más inteligentes, también deberían serlo sus dirigentes.