Lo más sorprendente de lo que está pasando con los decretos leyes que el Gobierno no parece capaz de aprobar mañana por falta de apoyos es que haya a quien le resulte sorprendente que a este Gobierno le falten los apoyos. Incluido al propio Gobierno. Andan en Moncloa cayendo en la cuenta de que tiene unos socios a los que la gobernabilidad de España les importa bastante poco, tan poco como si las medidas que quiere aprobar son o no progresistas. A los independentistas les importa el independentismo. Qué sorpresa, oye.
Tiene poco sentido presentarse en la investidura como una forma prístina y pura de frenar a la derecha y a la extrema derecha, hablar de construir ese muro que frena la ultraderecha, que separa el bien, la luz y el progreso de las "derechas retrógradas que quieren desmantelar todos los avances" y luego, a la primera de cambio, en cuanto hay que aprobar las primeras leyes, asomarse corriendo al otro lado del muro a pedirles los votos, como quien se acerca al vecino a pedirle un poco de sal.
Sánchez empezó la legislatura acusando a Feijóo de haberse adentrado en el “camino de la perdición”. Planteó su gobierno como una disyuntiva entre las políticas progresistas, las suyas y sus socios, y los profetas del odio. Y ahora que sus socios independentistas le dejan tirado pide su apoyo a la desesperada al PP para sacar adelante sus medidas anticrisis con ayuda de la derecha. Una de dos: o en este lado del muro los que se quedaron no eran tan progresistas o los del camino de la perdición no lo eran tanto.
Ambas opciones son compatibles, pero habría, además, que sumarle una tercera. Lo difícil que va a tener el Gobierno negociar con Junts toda la legislatura. No es que Sánchez no esté dispuesto a ceder ante Junts, es que se ha ido quedando sin margen para ceder más. No deben de saber los indepes qué más pedir. Y así, claro, es muy difícil que les importe el resultado de cualquier votación.
¿Moraleja?
Menuda sorpresa que al final no exista, la famosa mayoría progresista.