Dijo que era mentira que hubiera crisis interna. Dijo que era una invención de los medios corruptos, dijo que no había división alguna, que era ciencia ficción. Y 48 horas después de que Santiago Abascal pronunciase estas palabras en su discurso de reelección, Vox implosionó en Baleares.
Más que una película de ciencia ficción, era de Tarantino. Como en esas escenas que tanto le gustan al director de Reservoir Dogs en las que de pronto algo pone a todos nerviosos y sacan la pistola, todos apuntan a la cabeza de todos y ya no sabes quién está contra quién, pero como de repente se caiga un jarrón y alguien se asuste, se lía parda. Pues el jarrón se ha caído en Baleares.
De momento, Vox ha perdido en propia puerta el control del grupo parlamentario en Baleares. El PP puede celebrar que ya no depende Vox, porque ayer cinco diputados críticos con la dirección nacional tomaron por sorpresa el control del grupo parlamentario y expulsaron al presidente del Parlamento Balear, Gabriel La Senne, y a la líder del partido en las islas, Patricia de las Heras, afines a Abascal. En seguida desde Madrid anunciaron medidas contra los díscolos. Los expulsadores, expulsados. Un descontrol.
Y todo este berenjenal del lunes, pasa justo después de que el sábado, Abascal saliera reelegido presumiendo de unidad, aunque lo de elegir es un decir porque votación lo que se dice votación no hubo. Fue un proceso a la búlgara que duró 15 minutos. Abascal blindó su liderazgo para otros cuatro años al frente del partido que dirige ya desde hace 10 negando que hubiera la crisis interna que acaba de estallarle en Baleares.
Y la guerra acaba de empezar. Porque estas implosiones nunca se sabe dónde pueden acabar. Mira lo que le sucedió a Ciudadanos en Murcia la legislatura pasada, tres diputados desafiaron a la cúpula de Madrid y aceleró la crisis interna. Ciudadanos también tenía mucho poder regional con el PP y se fue desintegrando.
¿Moraleja?
Mucho hablar de la unidad de España, pero que en Vox no había crisis interna era una patraña.
