LA PRIMERA DE LA MAÑANA

Marta García Aller: "Ya le podían haber puesto más celeridad, a incluir en la Constitución personas con discapacidad"

Marta García Aller reflexiona sobre la reforma del artículo 49 de la Constitución para sustituir el término "disminuido" por "persona con discapacidad".

Marta García Aller

Madrid |

A veces una palabra cambia mucho las cosas. Y la percepción de las cosas. A veces una simple preposición es determinante. Fíjate lo de cambiar en la Constitución la palabra disminuido por la expresión personas CON discapacidad. Seis años llevaban de acuerdo los partidos en cambiar una palabra y una preposición. Qué importante esa preposición.

Desde 2018 que empezaron a debatirlo sus señorías, con Rajoy todavía de presidente, estaban todos de acuerdo. Y entre mociones de censura, gobiernos en funciones y estados de alarma han pasado seis años hasta que en el Congreso se han puesto a cambiar el artículo 49 para eliminar el término disminuido que inexplicablemente seguía en la Constitución para referirse a las personas con discapacidad.

Era importante eliminar esa palabra, pero también incluir esa preposición. Qué importante esa preposición. Qué importante hablar de personas CON discapacidad y no de discapacitados, ni minusválidos, ni mucho menos disminuidos ni mongólicos, que hace no tanto también se usaba. Ese ‘Con’ es importante porque la discapacidad, la minusvalía, es solo una de las cosas que tienen cuatro millones y medio de personas en España, un rasgo más. Uno que no los define ni encasilla.

Se puede ser una persona CON discapacidad y CON medallas olímpicas, como el diputado socialista Emilio Sáez, que ayer recibió una merecida ovación en el Congreso cuando contó en la tribuna que en los 70 el Estado le llamaba en los papeles subnormal, en los 80 inválido y en los 90 minusválido. Minusválido, menos válido, y era subcampeón del mundo en atletismo en silla de ruedas y corría el maratón de Nueva York en menos de dos horas.

Qué menos que suprimir de la Constitución una terminología hiriente y obsoleta para las personas con algún tipo de discapacidad y muchas otras capacidades. Pero aunque las palabras importen, no solucionan problemas ellas solas. Faltan políticas que impulsen la autonomía y la inclusión, faltan recursos y falta concienciación. No insultar es un avance, claro, pero no basta para vivir CON dignidad.

¿Moraleja?

Ya le podían haber puesto más celeridad, a incluir en la Constitución personas con discapacidad.