LA PRIMERA DE LA MAÑANA

Marta García Aller: "Protestar en China también supone desafiar una máquina de censura perfectamente engrasada"

Marta García Aller reflexiona sobre la oleada de protestas de ciudadanos chinos contra Xi Jinping y su política de Covid cero en el tercer año de pandemia.

Marta García Aller

Madrid | 28.11.2022 07:28

Este fin de semana miles de personas han salido en China a protestar contra Xi Jinping y pidiendo libertad. Es una ola de desobediencia civil que no tiene precedentes en las últimas décadas. Son protestas que han estallado contra la política Covid cero en el tercer año de la pandemia y que se desencadenaron a raíz de un incendio mortal en Xinjiang que hubo la semana pasada en un bloque de pisos confinado. La ira ciudadana ha saltado al entender que las restricciones por Covid impidieron el rescate de la gente.

Protestar en China no solo supone jugarse la vida, también desafiar una máquina de censura perfectamente engrasada. En estas protestas en Pekín, Shangai y Wuhan, la gente levanta hojas de papel en blanco como expresión de protesta. El folio en blanco ha pasado a ser el mensaje, sinónimo de la petición de libertad y lucha contra la censura. Pero ya hay otros gritos mucho más explícitos en las calles que piden directamente la dimisión de Xi Jinping y que se han extendido en redes sociales.

Las redes no solo son fundamentales para extender los mensajes y que los disidentes puedan convocar protestas. También lo son para dar visibilidad internacional a lo que allí está pasando cuando los vídeos se hacen virales. Y aquí es donde las consecuencias de los recortes recientes en Twitter se entienden mejor. Cuenta The Washington Post que la propaganda del Gobierno chino ha puesto en las últimas horas una oleada de spam, de contenido pornográfico, vinculado a los nombres claves de ciudades, para esconder los mensajes de las protestas.

Así el que entra para intentar enterarse qué pasa en China encuentra porno. Como de los 7500 empleados de Twitter quedan menos de la mitad desde que lo compró Elon Musk, y muchos de los que se han ido son los que se encargaban de seguridad y derechos humanos, al Gobierno chino le resulta mucho más fácil reprimir cualquier protesta, también en las redes. Así que mucha defensa de la libertad de expresión no parece que traigan los cambios de Elon Musk.

¿Moraleja?

Mientras los chinos salen a la calle a pedir más libertad, Twitter ayuda a los censores a tapar la realidad.