En Kiev ha caído ya la primera nevada. También siguen cayendo misiles, pero como a eso ya nos hemos acostumbrado después de 638 días de guerra, que se dice pronto, 638, a lo mejor volvemos a acordarnos de que hay una guerra en Europa hablando del tiempo.
Cuando las guerras dejan de ser noticia no es que se hayan acabado, sino que nos hemos acostumbrado a ellas. O peor, que nos aburren. Hasta Putin parece cansado de la guerra que él solito empezó, porque al reunirse ayer con los líderes del G-20 les dijo que va a haber que “pensar en cómo parar la tragedia” de Ucrania. Eso dijo. Putin. En serio.
Dice el agresor, el mismo que encarcelaría en su país al que llamara guerra a la guerra e invasión a la invasión, que a ver si para esta tragedia, que le demos una vuelta, que las guerras traen mucho sufrimiento. Y, espera, que además acusó a Occidente de doble moral. Moral. Putin hablando de moral.
El tirano ruso también aprovechó para hablar del conflicto entre Hamas e Israel, sobre el sufrimiento de la población civil en Gaza. Es más difícil imaginarse a Putin pasándolo mal por el sufrimiento de civiles, que esforzándose por desviar la atención diplomática y mediática de la guerra de Ucrania. No le hace falta el truco, toda la atención está puesta ahora en si por fin hay allí un alto al fuego.
Tanto el alemán Scholz, como la italiana Meloni respondieron a Putin en la videollamada que ahora llamamos cumbre que si quiere paz que retire sus tropas de Ucrania. Más que soluciones, tiene pinta de que el ruso buscaba solo visibilidad.
Zelenski también la necesita y el último en dársela ha sido Milei. El presidente electo de Argentina ha ofrecido al presidente ucraniano una cumbre de paz en su país y, como la guerra en Ucrania ya no acapara titulares pero Milei sí, gracias a él el líder ucraniano ha vuelto a ser noticia. Porque después de 638 días de guerra, desgraciadamente, lo que pasa en Ucrania apenas lo es.
¿Moraleja?
Putin dice que a ver si acaba la tragedia en Ucrania, eso sí que es una infamia.
