LA PRIMERA DE LA MAÑANA

Marta García Aller: "Putin podría perder el poder, pero asusta quién lo puede suceder"

Marta García Aller reflexiona en 'Más de uno' sobre el desafío más grave a Putin en sus 23 años en el poder realizado este fin de semana por el grupo paramilitar Wagner.

Marta García Aller

Madrid | 26.06.2023 07:41

Hasta el motín de este fin de semana, para encontrar oposición interna a Putin había que irse a la cárcel o a Tinder. Sí, sí a Tinder. A lo mejor Putin no sabe que tiene perfil en Tinder. Es una de las maneras que había encontrado la resistencia rusa contra Putin para publicar críticas contra él esquivando la censura y el riesgo de acabar en la cárcel por criticar la invasión de Ucrania. En esos perfiles de Putin en el Tinder ruso dicen cosas como “busco a alguien que me ame después de todas las atrocidades”, seguido de información sobre la masacre de civiles en Bucha por las tropas rusas. El perfil es falso, la información verdadera.

Esto era lo más parecido a un desafío interno a Putin que conocíamos. Rusos anónimos que publican folletos denunciando la guerra y los dejan en los limpiaparabrisas de los coches. O garabeatean eslóganes contra la guerra en los billetes y cuelgan cintas verdes a escondidas en el metro. El verde se ha ido convirtiendo en un color de apoyo a Ucrania en Rusia porque el verde es lo que se obtiene mezclando el amarillo y el azul de su bandera.

Pero eso era antes. Este fin de semana en el que todo cambió. Cuando parecía que el mayor desafío a Putin era que alguien le abriera un perfil falso de Tinder para llamarle criminal de guerra, hemos descubierto todos, incluido el propio Kremlin, que Putin no tiene Rusia bajo control.

Unos mercenarios han puesto en jaque al Kremlin. Es el desafío más grave a Putin en sus 23 años en el poder y analistas tanto dentro como fuera de Rusia dicen que lo ha dejado muy tocado. El líder del grupo paramilitar Wagner, Yevgeny Prigozhin, un hombre fuerte del propio Putin, lideró un motín armado que el sábado amenazaba con llegar hasta Moscú. Y por un momento pareció que podía conseguirlo. Al final desistió para evitar, según él, un derramamiento de sangre rusa. Pero Putin ya lo había acusado públicamente de traición y que el golpista siga libre y en paradero desconocido solo confirma la debilidad de Putin. Esta vez la amenaza no es simbólica. Todo puede estar a punto de cambiar.

¿Moraleja?

Putin podría perder el poder, pero asusta quién lo puede suceder.