Entiendo que se nos acumulan noticias inverosímiles por encima de nuestros caracteres en columnas y tertulias. ¿Pero sabes qué se echa en falta? Un pelín más de indignación entre quienes siempre temían por la libertad de expresión porque se cambiaran frases racistas de un cuento infantil, se montara un cirio en redes por chistes machistas o se retirase alguna estatua.
Que no digo que no sea absurdo, y hasta peligroso, andar reescribiendo obras a posteriori, para no llamar gordos a los gordos, feos a los feos y enanitos a los de Blancanieves. Que sí. Que a tope con la libertad de expresión.
Pero oye, puestos a defenderla habrá que indignarse por amenazas mucho más directas. El vicepresidente JD Vance vino a Europa a decinos que aquí no teníamos libertad de expresión. Y no creo que se refiriese a Hungría, donde gobierna su amigo Orban y acaba de prohibir, ¡prohibir!, las marchas del Orgullo LGTBI.
Prohibido llevar una pancarta a favor de los derechos de los homosexuales o visibilizarlos por la calle. ¡En Hungría! No en Emiratos, ¿eh? 30 años lleva celebrándose en Budapest la marcha del Orgullo. Y este año el que lo haga se enfrenta a multas de hasta 500 euros. La policía utilizará el reconocimiento facial para identificar a organizadores y asistentes. Vulnera la libertad de expresión, también de reunión y manifestación. ¡En la Unión Europea!
Y en Estados Unidos se nos acumulan cada vez más ejemplos. Desde la detención de profesores y estudiantes universitarios por manifestarse a favor de Palestina a negarle la entrada a un científico francés a su llegada a Houston por encontrar en su teléfono mensajes críticos con Trump. Y cada vez hay más palabras prohibidas por la Administración Trump, también libros. Como el de Julian Moore, un cuento para niños que el Departamento de Defensa ha prohibido en sus escuelas por verle ideología de género. Es un cuento sobre una niña de siete años a la que no le gustan sus pecas pero aprende que la diversidad es bonita. Pero diversidad es ahora una palabra prohibida.
¿Moraleja?
Si tanto te preocupaba la cultura de la cancelación, es el momento de reivindicar la libertad de expresión.