Algo está pasando en Irán. Estamos prestándole mucha atención a la escalada de tensiones geopolíticas, porque mientras continúan los bombardeos de Israel sobre Gaza, la madre de todas las preocupaciones es que escale entre Estados Unidos e Irán. Pero dentro de Irán están pasando más cosas. Más cosas preocupantes. Preocupantes para los derechos humanos, claro, pero también para el régimen de los Ayatolas.
En Irán, dentro de Irán, también está pasando que una joven iraní, de 16 años, Armita Geravand, está en muerte cerebral tras una agresión de la policía de la moral iraní. Iba con unas amigas en el metro de Teherán, con la cabeza descubierta, y un agente la empujó con una barra metálica. Las autoridades iraníes dicen que se golpeó ella sola, que se desmayó. Los testigos no vieron eso. Hay muchas similitudes entre el caso de Armita Geravand y el de Masha Amini, la chica que fue detenida por la policía de la moral por llevar mal el velo. Su muerte bajo custodia hace un año desencadenó fuertes protestas contra el régimen.
Y el mismo día que se conoce la noticia de la muerte cerebral de esta joven que iba en el metro de Teherán, a las periodistas Nilufar Hamedi y Elahe Mohammadi, las han condenado a más de 10 años de cárcel por contar el caso de Mahsa Amini.
Su delito fue publicar una foto de los padres de Amini abrazándose al enterarse de que su hija se encontraba en coma y cubrir el entierro de la joven en su pueblo, que fue donde comenzaron las protestas y la quema de pañuelos. Las acusan de atentar contra la seguridad nacional por ello.
El régimen iraní teme ahora que se desate una nueva ola de protestas interna en un momento en el que la inestabilidad en la región está en vilo. Por eso lo que pasa en las entrañas del pueblo iraní puede ser clave. Y una joven golpeada por no llevar el velo en el metro de Teherán son las entrañas mismas.
¿Moraleja?
Ante el temor a que Irán entre en guerra, lo que hace contra su gente también aterra.