Hamas acaba de liberar otros 17 rehenes, incluida Avigail. Avigail tiene cuatro años, los cumplió el viernes todavía cautiva. El día de la matanza del 7 de octubre vio cómo mataban a sus padres a tiros en el kibutz de Kfar Aza. Cubierta por la sangre de su padre, el día de los ataques Avigail corrió hacia la casa de sus vecinos. El vecino llevó a Avigail a esconderse con su familia y salió para buscar un arma. Diez minutos después, cuando regresó, los terroristas de Hamas se los habían llevado a todos. En aquellos ataques murieron 1.200 personas, la mayoría israelíes. Y unas 180 siguen secuestradas por Hamas. Un horror.
Desde entonces, la ofensiva de Israel ha matado a más de 14.000 personas en Palestina y miles siguen desaparecidas. De algunas, solo de algunas, sabemos sus nombres. Yara tiene 16 años y con su madre embarazada y sus tres hermanos pequeños salió de su casa a las seis de la mañana para huir hacia el sur de Gaza. Estaban decididas a quedarse en su casa, pero una bomba la destruyó. Milagrosamente salvaron la vida, pero no tuvieron más remedio que iniciar una caminata sin agua ni comida con un niño a la espalda y otro en un carro por eso que llaman ‘corredores humanitarios’ camino de lo que llaman “zonas seguras”. Pero ni son seguras ni humanitarios. En Gaza ya no hay electricidad, ni internet, ni agua, ni comida. Un horror.
El alto el fuego de cuatro días que comenzó el viernes ha permitido que llegue algo de ayuda a los palestinos que luchan por sobrevivir. Según el acuerdo con Israel anunciado la semana pasada, Hamas acordó liberar al menos a 50 rehenes, todos mujeres y niños. La tregua da un poco de esperanza en medio del horror. Esperanza de que los rehenes que aún mantiene Hamas puedan volver a su casa y de que pueda seguir llegando la ayuda humanitaria que los gazatíes necesitan para sobrevivir. Para sobrevivir también necesitan que dejen de bombardearlos, claro.
¿Moraleja?
A riesgo de sonar ingenua, ojalá que dure la tregua.