Como el pregonero de ‘Amanece que no es poco’ que se plantaba en la plaza del pueblo a informar a todos por orden del señor cura de que Dios es uno y trino, se hace saber que el presidente del Gobierno ha escrito una nueva carta. Dice el presidente que “es todo un gran bulo” y “que no le quebrarán”.
Y ahora que empieza a ser costumbre, podríamos empezar a leer las epístolas del presidente voceando con el soniquete de pregonero, alargando mucho las vocales, para dejar claro el anacronismo. Porque aunque elija Twitter para colgarlas, esto tiene un aire decimonónico que no se tiene. Se hace saber que el presidente acusa a los medios de “un zafio montaje”.
Sánchez ve un complot político, judicial y mediático de la derecha, después de la citación judicial a su mujer, a cinco días de las elecciones, por presunto tráfico de influencias y corrupción en los negocios desde Moncloa. Y lo cuenta con una sucesión de eslóganes electorales de sintaxis mejorable al tiempo que utiliza la citación de su mujer como reclamo electoral.
En vez de explicaciones a los medios, es decir, a la ciudadanía, Sánchez enlata una respuesta sin derecho a réplica, ni a dudas ni a nada. ¿De verdad vamos a normalizar que el presidente del Gobierno eluda permanentemente las preguntas de los periodistas críticos mientras aprovecha a insultar a los medios que le incomodan?
Las explicaciones de Begoña Gómez tendrán que ser ante el juez, presunción de inocencia mediante, pero las del presidente del Gobierno tienen que ser a los ciudadanos. Y empaquetar una docena de párrafos sin membrete diciendo que todo es un bulo no, no es una explicación.
El presidente dice en su carta que deja al lector extraer sus propias conclusiones. Sirva aquella del pregonero en la película de José Luis Cuerda. Eso que dice Manuel Alexandre al cura después de insinuarle que la gente no se entera mucho con tanto pregón. Y añade luego: “Me parece a mí que tenéis un cuajo”.
¿Moraleja?
En vez de dar explicaciones, el presidente nos suelta pregones.