En el Antiguo Egiptola salud mental era un desastre. Muchas momias de los museos murieron por dolores de muelas. Sin embargo, las sonrisas blancas y bonitas eran muy apreciadas en la sociedad romana. Y a juzgar por las tomografías realizadas en Pompeya, en el siglo I d.C tenían dientes sorprendentemente sanos, aunque podía influir por el alto nivel de flúor en el agua local. Los patricios de la alta sociedad romana no se cepillaban ellos sus propios dientes, sino que se los lavaban los esclavos.
Los romanos fueron los primeros en perfeccionar la estética dental. Tan habitual se volvieron los dientes de oro y marfil que se hicieron leyes para prohibir a los familiares extraer las piezas de las bocas de los muertos cuando los iban a enterrar. Además, hay constancia de que algunos romanos, al lavarse los dientes, hacían gárgaras con orina porque consideraban que el amoniaco era beneficioso para lucir bocas sanas.
Los primeros en inventar un cepillo de dientes más parecido a los que usamos ahora fueron la dinastía Tang en China durante nuestra Edad Media. El cepillado de los dientes con palos y con trapos era común en muchos lugares pero los primeros en inventar un cepillo propiamente dicho, cosiendo cerdas de cerdo en mangos de hueso fueron los chinos.
Con el descubrimiento de América se incrementó mucho la cantidad de azúcar que se consumía. Llegaron los postres azucarados a Europa y con ellos, una gran crisis dental a la aristocracia. Así, fue como se generalizó su uso entre los europeos.