Si el objetivo de Macron con su adelanto electoral tras el fiasco de las europeas era evitar el giro de Francia a los extremos, ha logrado exactamente lo contrario. La segunda economía más grande de Europa y la única potencia con armas nucleares está más cerca que nunca de dar paso a un gobierno de extrema derecha por primera vez, después de que el partido de Marine Le Pen haya ganado la primera vuelta.
Le Pen tiene razón cuando dice que los franceses han votado por pasar página. La coalición de izquierdas ha quedado segunda y el centro de Macron se diluye.
Francia está muy dividida. Y los franceses muy enfadados. Y eso que su PIB per cápita es de 50.000 euros, muy por encima de la media española; el desempleo está en mínimos en el 7,5%; ah, y se siguen jubilando a los 64. Sin embargo, la extrema derecha ha logrado atraer más apoyos que nunca culpando a la inmigración de todos los males.
Ni la OTAN ni la Unión Europea se han enfrentado nunca a un desafío tan enorme. Una Francia de Le Pen no es como una Hungría de Orban, porque Francia es una piedra angular que lo cambiaría todo. Le Pen hace no tanto que decía lo mucho que admiraba a Putin y buscaba financiación en bancos rusos, decía que la OTAN le parecía inútil e incluso negaba la invasión de Crimea.
Bardella, el protegido de Le Pen que puede convertirse en primer ministro francés si gana la segunda vuelta, también se ha mostrado atraído por Putin, promueve una política nacionalista, euroescéptica y anti-inmigración. Quiere quitarle poder a Bruselas, poner fronteras en Schengen y quitarle derechos no solo a los no nacidos en Francia, también a los de doble nacionalidad y los franceses con padres extranjeros.
Para que se note menos, han rebautizado el viejo lema de "Francia para los franceses" por "prioridad nacional", que les suena un pelín menos xenófobo. Está funcionando.
¿Moraleja?
Como en Francia gane Le Pen, la OTAN y la UE van a cambiar pero bien.
