Marta García Aller nos trae a Más de uno el origen de las jeringuillas, que no siempre tuvieron una aguja, ni siempre fueron de cristal. Recuerda que palabra jeringa viene de la mitología griega. Cuenta la mitología que la ninfa Siringa huía del dios Pan y, al llegar al río, se convirtió mágicamente en unas cañas, que cuando Pan las soplaba hacían música.
Aunque no fue hasta el siglo XVII cuando se empezaron a desarrollar las primeras jeringuillas modernas, es decir, lo contrario de los huesos de pájaro y vejigas de pájaros o pequeños animales que se usaban antes. Varios inventores, ingenieros y médicos hacían por entonces experimentos para ver cómo inyectar al cuerpo sustancias intravenosas. Christopher Wren, el arquitecto inglés que hizo la Catedral de San Pablo, probaba inyectando vino y cerveza a perroscallejeros. Algunos médicos intentaron inyectar sustancias a varios pacientes, humanos, que, claro, se morían. La intención era buena, pero los primeros experimentos fueron tanto desastre que hubo que esperar dos siglos a que volvieran las inyecciones.
Así que los primeros grandes avances no los tenemos hasta mediados del siglo XIX. Fue un físico irlandés, Francis Ryn, el que inventó una aguja de acero, mucho mejor que los huesos de pájaro. Y otro cirujano, Alex Wood, el que probó la jeringa para inyectar morfina a su esposa (que sí sobrevivió). El reto tecnológico era ir haciendo agujas cada vez más finas y huecas.
Pero no fue hasta finales del siglo XIX cuando llegaron jeringas de cristal y las desechables, a mediados del siglo XX. Fundamentales para evitar contagios. Fue un veterinario neozelandés el que pensó que sería buena idea vender las jeringas desechables con la vacuna ya cargada dentro. Lo criticaron por futurista, pero años después fue un exitazo.
A España, las jeringuillas desechables llegaron en 1973 de la mano del inventor español, Manuel Jalón Corominas, que convenció a la empresa Rodex, la misma que comercializó la fregona, para que invirtiera medio millón de pesetas en una fábrica de jeringuillas desechables, de plástico. Con un émbolo mejorado que no se atascaba. Fue un éxito y ahí sigue la fábrica en Fraga (Huesca), que ahora es propiedad de una multinacional. De hecho, esta fábrica es la que está haciendo las jeringuillas para el Covid que permiten aprovechar todo el vial para la famosa sexta dosis.