Está el presidente Sánchez más vivo y más entero de lo que muchos querrían. No sólo va a salir vivo del debate de la Nación. Va a salir más entero de lo que entró.
Sánchez se deja la piel por la gente
Toda esta matraca que se trae sobre los poderes oscuros que van a por él tenía como objetivo presentarse ahora como el valiente gobernante que se juega el pellejo por la gente. Se deja la piel. Va a por todas. Esto de presentarse como víctima de la conjura de los poderosos con puro se contradice con lo que ayer quedó en evidencia: que el poder lo tiene él. El poderoso es él.
Esta matraca que se trae Sánchez sobre los poderes oscuros que van a por él tenía como objetivo presentarse ahora como el valiente gobernante que se juega el pellejo por la gente
Tiene el poder de hacer perder a CaixaBank un ocho por ciento de su valor en bolsa. A Repsol casi un seis. El Santander un 3,65. El Sabadell, casi un siete y medio.
Tiene el poder de anunciar en el Parlamento que promoverá el cambio de la ley para poder detraer más dinero a las grandes empresas energéticas y a los bancos. El poder de hacerles tributar más. Que es la forma de moderar, a golpe de reforma fiscal, sus márgenes y sus dividendos sin necesidad de un pacto de rentas. El pacto por imposición. Con el visto bueno -porque lo tendrá- del Parlamento. Hay poderes, por tanto, que no están nada ocultos. El poder de quien preside el Gobierno de España está a la vista.
La forma de moderar, a golpe de reforma fiscal, sus márgenes y sus dividendos sin necesidad de un pacto de rentas
Ayer nos preguntábamos a esta hora (o me preguntaba) cuál de las dos posibles actitudes adoptaría Sánchez en su diagnóstico de la nación. Si el autoelogio al que está abonado su Gobierno, o el tono grave que utilizaba cuando la pandemia trastocó todas nuestras expectativas. Escogió las dos a la vez.
El tono grave, trazando un paralelismo un poco forzado entre el coronavirus y Vladimir Putin, la pandemia y la inflación, anticipando que la segunda mitad del año va a ser peor que la primera, que las restricciones pueden llegar... que todo aquello de que España notaría mucho menos que el resto el impacto de la crisis energética ya es papel mojado.
Y a la vez, el autoelogio, con un repaso por las medidas que ya tomó el Gobierno y que, según él, han evitado que hoy tengamos la inflación no en el diez por ciento sino en el quince, este cálculo interesado y nada científico que se empeña en airear el presidente como si fuera una verdad irrebatible.
Conclusiones del debate de ayer
La conclusión primera del debate de ayer, más allá de las medallas y de estos lemas tan manidos -me dejaré la piel, vamos a por todas, con los débiles y frente a los poderosos, toda esta quincalla retórica- la conclusión primera es que el Gobierno se rinde ante la curva de los precios y admite que no es capaz de doblegarla. Se ha resignado a que la inflación va a seguir subiendo y a que no ha encontrado, ni va a encontrar, la manera.
El Gobierno se rinde ante la curva de los precios y admite que no es capaz de doblegarla
Las medidas que anunció Sánchez no son para darle la vuelta a la curva de los precios (ya que recurre el presidente a los paralelismos pandémicos). No son medidas para bajar la inflación. Son medidas para subir la recaudación. Disponer de más dinero para apuntalar, con él, a familias y consumidores con el agua al cuello.
Medidas para subir la recaudación
La tarea de doblegar la inflación se la deja el Gobierno, impotente, al Banco Central Europeo. A la subida de los tipos que empezará la próxima semana. Es decir, el encarecimiento de los créditos. Menos dinero en circulación para enfriar la economía y empujar hacia abajo los precios.
El Gobierno en lo que está es en las medidas paliativas. Hasta ahora ha podido utilizar quince mil millones de euros para prorrogar hasta final de año descuentos, cheques y ayudas. Son los quince mil millones que a Hacienda le han caído no del cielo sino del IVA. Los beneficios extraordinarios de que dispone María Jesús Montero gracias a los precios desorbitados que pagamos. En esto puede aplicarse el presidente lo que él dijo ayer de las eléctricas.
Los beneficios extraordinarios de que dispone María Jesús Montero gracias a los precios desorbitados que pagamos
La recaudación extraordinaria también sale del bolsillo de los ciudadanos que pagamos el IVA. Pero el Gobierno calcula que va a necesitar más recursos para sostener las medidas paliativas. Hasta ahora tiraba de IVA, de emisiones de deuda y de fondos europeos. Ahora que cambia la dirección del viento, con tipos de interés hacia arriba y la deuda al límite, busca el dinero en otro sitio. Y naturalmente, lo encuentra.
En las eléctricas ya lo había encontrado, porque el impuesto extraordinario ya lo anunció hace quince días. La novedad son los bancos. Le faltaba al presidente el argumento, porque los bancos no consta que estén ganando más por el encarecimiento del gas. ¿Y entonces? Ah, dice Sánchez, los bancos también van a ganar más por la subida de los tipos que cobrarán a sus clientes.
El mensaje es eficaz, porque es simple. Y el mensaje funciona: le sacamos más dinero a los poderosos y repartimos ese dinero entre las familias cuyos salarios dan cada vez para menos. Y encima lo presentamos como una política muy de izquierdas, aunque en Italia la haya aplicado, antes que aquí, Mario Draghi.
Y el mensaje funciona: le sacamos más dinero a los poderosos y repartimos ese dinero entre las familias cuyos salarios dan cada vez para menos
Esto dice Yolanda Díaz. Que meterle mano a eléctricas y bancos actúa inmediatamente en los precios. Pues no parece. El impuesto entrará en vigor el primero de enero. Y actuará sobre los ingresos del Estado, no sobre los precios.
En realidad, la medida a la que el Gobierno había fiado doblegar la curva fue el tope al gas. Entró en vigor hace un mes. Hoy, miércoles, el megavatio está en 315 euros. Cuando empezó el nuevo sistema estaba en 175. La subida no es por el nuevo sistema. Pero el nuevo sistema no ha conseguido revertir la escalada, y eso es un problema.
San Pedro, protector de la clase media trabajadora
El efecto en la opinión pública del debate, y el discurso presidencial, de ayer está aún por ver. Habrá que esperar a los sondeos. Insisten los dos socios del Gobierno en proclamar que ha habido un cambio de rumbo, un golpe de timón, un giro a la izquierda y no sé cuántas cosas más. Giro progresista es como le llaman no tanto a meterle un impuesto más a los bancos y las energéticas como a aparecer como el Gobierno que pone de rodillas a los poderosos de otro tiempo.
Giro progresista es como le llaman no tanto a meterle un impuesto más a los bancos y las energéticas como a aparecer como el Gobierno que pone de rodillas a los poderosos de otro tiempo
San Pedro, protector de la clase media trabajadora. Él aplica medidas científicas frente a una oposición curandera. Tener una airosa intervención parlamentaria -y el presidente la tuvo, más entero y más vivo de lo que muchos suponían- no garantiza que la sociedad te escuche.
Si siguen encareciéndose los alimentos, el agobio va a seguir creciendo
El mayor obstáculo para un gobernante que quiere persuadir es que la sociedad haya desconectado de sus discursos. El efecto demoscópico, o de intención de voto, está por medir todavía. El efecto y la duración del efecto. Compareces para decir: no sé cómo parar la subida de los precios pero me encargo de que los bancos te paguen el cercanías. Los usuarios celebran viajar gratis. Pero si siguen encareciéndose los alimentos -el melón, como diría Rufián, se pone en quince euros la pieza; o el aceite de oliva, a seis euros el litro- por más cercanías gratis que haya el agobio va a seguir creciendo.
A las nueve de la mañana, Alberto Núñez Feijóo da la réplica al presidente en este programa. Sin contrarréplica, porque el presidente a este programa no viene.