EL MONÓLOGO DE ALSINA

El monólogo de Alsina: Hoy que se ha quedado huérfano el rey Gudú

Érase una vez... Bueno, no, mejor que lo diga ella que suena más bonito.

...érase una vez una princesa...

Carlos Alsina | @carlos__alsina

Madrid | 25.06.2014 20:11

...en un reino renovado -digo “princesa”, no “infanta” que de eso hablaremos luego- que, viendo pasar los años (ya tenía siete) y sabiendo que la vida es aprendizaje pero también es pérdida, recurrió a un maestro hechicero para que, combinando conjuros con ungüentos, la convirtiera a ella (burla burlando y burlándose del tiempo) en una anciana bienhumorada y sabia capaz de inventar vidas por cientos inspiradas, o no, en la vida propia.

El ardid, que es nombre de reina, obtuvo fruto y aquella niña princesa se apareció, de pronto, ante su reino como una anciana de pelo blanco , esforzada en disimular, para no ser descubierta, su voz de niña.

Una anciana cuentacuentos que hacía feliz a los demás inventando relatos.

Su pelo era blanco -blanco como el de la abuela de su “Primera memoria” aunque sin ola encrespada ni aire colérico-, pelo blanco y piel ya arrugada, la voz delicada, la memoria fértil, las historias...mágicas.

Dentro seguía estando la niña fascinada por los cuentos de hadas. Ojo, por los cuentos de hadas de verdad, los que les gustan a los niños, con su dosis justa de fantasía, sí, pero también, o sobre todo, con su abanico de emociones (y pasiones) humanas. Los cuentos de príncipes y princesas en los hay ogros y madrastras, y hermanas crueles y padres que no sienten nada, cuentos en los que se odia, y se besa, y se envenena y se muere.

“Como es sabido”, escribió la autora hacia el final de su novela (y no es spoiler porque “es sabido”) “como es sabido, el rey Gudú no podía amar a nadie ni podía llorar por la muerte de nadie”. Ni siquiera de Gudulín, su hijo.

Hoy, que se ha declarado el luto en el reino de Olar, hoy tampoco llorará el recordado rey Gudú, no llorará la muerte de su autora porque fue ella quien lo creó así, incapaz de derramar lágrimas a diferencia del Trasgo cuyo llanto  no cesaría ya nunca. Ana María Matute, hoy fallecida, se lo inventó así.

Escritora y, antes que eso, inventora. Inventora de reinos, de seres (más o menos humanos), de recuerdos, de historias, de tiempos y de paisajes.

La herida del rey no sanaba. Y visitábanle los hermamos Pastores y aplicaban a su herida emplastes secretos sin resultado alguno.

Al fin, un día dijo Lar:

-   Esta herida no es una herida como la otras, yo no conozco su remedio.

El rey preguntó:

-   ¿Por qué es diferente esta herida?

-   Esta herida -dijo Lar- está hecha de tiempo, la urdieron contra ti las fuerzas de un amor y una venganza.

Hoy que se ha quedado huérfano el rey Gudú, huérfano el muñeco Gorogó (negro de trapo), se despide el público lector de la autora que parte dejando aquí su obra. Dijo el lector a la escritora al final del cuento:

“Querida niña princesa resguardada en tu timidez por tu apariencia anciana, vas a emprender un hermoso viaje. Allí te aguarda Gudú y tu felicidad no tendrá límites”.

Contar cuentos es una hermosa actividad cuando tu vida es la literatura y tu público, los lectores. Cuando, por el contrario, tu público es un juez de instrucción que te tiene imputada como sospechosa de haber delinquido, contar cuentos, o que ese juez saque la impresión de que estás inventando una ficción novelada, tiene poco de hermoso porque puede conducirte de cabeza a un banquillo.

El juez Castro ha escrito el último capítulo de su investigación sobre el caso Noos (o Noos y Aizoon, porque al final, y como sugirió la Audiencia provincial al juez en aquel auto que algunos malinterpretaron como “salvando a la infanta Ryan”, ha sido Noos, empresa de la que es copropietaria la infanta, lo que ha resultado para ella el principal problema). Último capítulo que deja ya allanado el terreno para el epílogo de la instrucción, que será el auto de procesamiento cuyo contenido, a la luz de lo de hoy, cabe ya adelantar sin lugar a duda.

La infanta, procesada. Como su marido, el socio de su marido y la esposa de éste. Casi todo lo que expone hoy Castro en su auto ya estaba en sus autos anteriores. Empezando por la sinopsis de en qué consistía la maquinaria de persuadir a administraciones públicas de contratar con Noos (no por sus indispensables servicios sino por ser el duque quien era) y repartir luego ese dinero entre Urdangarín, Torres y sus esposas -punto de vista el juez- montando empresas familiares. Aizoon, la que es mitad del duque mitad de la infanta, servía para facturar a través de ella los servicios de Urdangarín para Noos, reducir así su renta personal aparente (menos a pagar en el IRPF) y cargar a la sociedad gastos personales de la pareja.

El instructor ha había apreciado ahí irregularidad fiscal -que en su opinión tiene categoría (y cuantía) de delito fiscal- y banqueo de capitales en la medida en que el dinero de Noos lo considera ilícito (recursos públicos que, sin necesidad alguna, acaban en manos privadas) y Aizoon servía para darle a ese dinero apariencia de legalidad. Todo eso lo tenía ya expuesto el juez y, dado que en Noos (a diferencia de Aizoon)la infanta es accionista al 50 % y manejaba personalmente gastos y tarjeta, entiende que sus acciones constituyen delito y son condición necesaria para que el duque pudiera cometer, a su vez, los suyos.

Castrocitó a la infanta para interrogarla por todo ello y es esto lo que añade ahora, sus conclusiones tras escuchar a doña Cristina. Respuestas de la imputada que no modifican el criterio anterior del juez (más bien lo asientan) y que le llevan a decidir su procesamiento. De la infanta dice que “niega la evidencia, alega ignorancia y falta de memoria y deriva responsabilidad a terceros”. Recuerda el juez los indicios de delito que aprecia y los documentos en que los basa y añade que, frente a ello, sólo está la palabra de la afectada negando su conocimiento y su participación en los hechos.

Lo siguiente es que la fiscalía (y la defensa de la infanta) recurrirán el procesamiento porque entienden que no está justificado y las acusaciones concretarán qué penas piden para cada uno de los acusados. Y de ahí, dependiendo de lo que diga la Audiencia provincial sobre los recursos, al juicio y a la sentencia.

La casa del rey, o sea, el “hermano de” y “yerno de”, expresa su pleno respeto por el auto del juez y la independencia del poder judicial. El rey ya emitió, en realidad, su propio auto, de repudio, el día que vetó la presencia de la infanta imputada en su acto de proclamación como nuevo jefe del Estado.