En la cuesta abajo hacia las fiestas navideñas de 2021. Que esperemos que no acaben pareciéndose a las de 2020. Hace un año el debate que teníamos abierto en España, no sé si se acuerda, era qué se entiende por allegado. El Gobierno había lanzado una suerte de globo sonda al sugerir que en las reuniones familiares de Navidad no hubiera más de seis personas.
Luego reculó y le pasó la patata, el marrón, a los gobiernos autonómicos. Como acabaría haciendo en todo. Que si en Madrid dejaban que fueran diez, que si en Cataluña admitían sólo podían proceder de dos burbujas, que si los niños se consideraban personas. Y qué diablos era un allegado.
Ayer se puso sobre la mesa la primera recomendación oficial para que limite el número de participantes en los eventos sociales de las próximas fiestas
En puertas de la Navidad de 2021, en un contexto bien distinto ---noventa por ciento de la población vacunada, tasas de hospitalización muy bajas, mascarilla sólo en interiores, con público en los estados y sin límite ya en los aforos--- sonaba un poco a chino que pudiera volver a hablarse de restringir el número de asistentes a las fiestas navideñas. Pero... la aparición de este nuevo elemento llamado ómicron, unido a la tendencia creciente que registran los contagios en todos los países europeos, hace que las cosas empiecen a no estar tan claras.
Sin llegar aún a hablar de restricciones severas, sí se puso ayer sobre la mesa la primera recomendación oficial para que limite el número de participantes en los eventos sociales de las próximas fiestas. Firma la recomendación el Centro de Alertas Sanitarias, por sus siglas, CCAES, es decir, el departamento del otrora omnipresente y hoy prácticamente mudo doctor Fernando Simón. Que añade que el riesgo de que la ómicron se disemine es alto y que hay que acelerar con la tercera dosis a los grupos de mayor edad, porque sea o no efectiva la vacuna contra esta nueva variante, a medida que pasa el tiempo desde que una persona recibió el segundo pinchazo la protección va reduciéndose.
Ómicron y los precios conspiran contra la recuperación económica
Los números no reflejan que estemos en una situación preocupante, ‘aún’, es lo que temen los epidemiólogos. Aún porque aunque estemos en una incidencia de 208 por cien mil, con Navarra escalando hasta rozar los seiscientos, con las camas dedicadas a pacientes de Covid en un 3,1 % que es bajo pero que día a día va subiendo, la ómicron ésta ha introducido lo que más complica siempre hacer pronósticos: la incertidumbre.
Y en ella estamos. En la doble incertidumbre, les decía ayer, la del virus mutante y la de la inflación galopante. Ómicron y los precios conspiran contra la recuperación económica.
Este señor se llama Powell, Jerome Powell. Es el gobernador del Banco Central de los Estados Unidos, la Reserva Federal. Y ha empezado a decir dos cosas: una, ésta que usted ha escuchado. La inflación se nos ha ido de madre estos últimos meses y eso introduce un riesgo grande. Y dos, que el estribillo éste de que la inflación es transitoria, o coyuntural ---como dicen los gobernos europeos--- debería dejar de entonarse porque transmite la falsa idea de que una vez que escampe será como si no hubiera pasado nada.
"Dejemos de decir que la inflación es transitoria"
Dejemos de decir que esto es transitorio. Una frase como ésta en boca de quien decide la política monetaria ha sonado a campana y se acabó. Se acaba la época de los tipos de interés a ras de suelo y lleva la época de enfriar la economía para revertir el subidón de los precios. Aquí el Banco Central Europeo mantiene que no hay cambios a la vista, ni en tipos de interés ni en compra de deuda, pero ya dijo De Guindos el lunes que igual que se han visto desbordadas las previsiones de inflación puede verse arrolladas las de bajada de la inflación en el comienzo de año. O sea, que igual no baja ni tanto ni tan rápido como nos han estado contando.
Rufián recupera su estilo avisador y amenaza, una vez más, al Gobierno con tumbarle las cuentas
Y por si aún cupiera un elemento de incertidumbre más, aquí llega Gabriel Rufián, después de haber votado a favor de los Presupuestos en el Congreso, para recuperar su estilo avisador y amenazar, una vez más, al Gobierno con tumbarle las cuentas.
Y dirá usted: ¿pero qué le ha pasado a Gabriel, qué le ha pasado? Pues mire, le ha pasado que siente que se la han colao. Que después de las medallas que él se colgó por haber obligado al Gobierno a meter en la Ley audiovisual la obligación de que las plataformas produjeran en catalán un 6% de sus series... se encontró ayer con que el Gobierno confirmó lo que en los medios veníamos contando desde hace días: que a una empresa, Netflix por ejemplo, que no tiene su sede social en España, no se le puede obligar a que produzca en una u otra lengua.
A una empresa que no tiene su sede social en España no se le puede obligar a que produzca en una u otra lengua
Quién ha engañado a quién. A Gabriel le han debido de pitar los oídos. Cuántos independentistas de su parroquia no habrán pensado que te han tangado en Madrid, Gabriel, alma de cántaro. Así que él convocó a la prensa a última hora de la tarde para soltarse el pelo (es una forma de hablar, nunca lo lleva suelto) y avisar a Sánchez con lo que te espera, Pedro.
"No es por la lengua. Es por el negocio"
Se agradece que venga a decir claramente ya Rufián que esto no va de proteger la lengua catalana de no sé qué amenazas, esto va de asegurar contratos y trabajo para las empresas y profesionales del audiovisual catalán. La manera de asegurar que les contraten a ellos y no a otros es que la producción se tenga que hacer en catalán. No es por la lengua. Es por el negocio.