OPINIÓN

Monólogo de Alsina: "De la meta volante de mayo a la meta final del domingo"

Carlos Alsina reflexiona en su monólogo sobre la evolución de las estrategias políticas en la campaña electoral que finaliza esta medianoche. Una campaña que Sánchez comenzó doliéndose de que le llamasen mentiroso y amigo de Bildu y que la finaliza tachando a Feijóo de mentiroso y amigo de narcotraficante.

Carlos Alsina

Madrid | 21.07.2023 08:54

Ocho semanas han pasado. Desde el domingo en que saltó por los aires el tablero del poder territorial descabalgando gobiernos autonómicos de izquierdas y aupando a nuevos gobiernos de derechas. Ocho semanas han pasado desde la noche electoral de mayo que provocó que en Génova levitaran y la Moncloa sufrieran convulsiones. No era para menos.

En los días previos, las encuestas -sobre todo una, el CIS- aventuraban que la izquierda aguantaría en la Comunidad Valenciana, en Aragón, en Baleares, en Canarias. Aguantaría en el ayuntamiento de Sevilla, el de Valencia, el de Valladolid, el de Toledo. Las crónicas de aquellos días previos contaban que el PP se daba por satisfecho si lograba cambiar el gobierno de alguna de las regiones en disputa: si conseguía Aragón, o Baleares, ay si conseguía la Comunidad Valenciana, con una podría proclamar que el cambio iba a llegar en diciembre a España. Decían las crónicas de aquellos días previos que el PSOE confiaba en conservar los gobiernos autonómicos, que estaba la cosa muy reñida, que habría remontada y que Sevilla se mantendría socialista.

Ocho semanas han pasado desde la noche electoral de mayo que provocó que en Génova levitaran y la Moncloa sufrieran convulsiones

Llegó la noche electoral y el veredicto de la prensa fue casi unánime: había más votantes de derechas de lo que los sondeos habían reflejado. O menos de izquierdas. El temor a alianzas del PP con Vox no había disuadido a los votantes de elegir cambio. Y habiendo planteado el presidente del gobierno la campaña como un plebiscito sobre su gestión y su persona, del plebiscito salía clamorosamente derrotado.

Aquella jornada electoral del 28 de mayo es la que nos ha traído a donde hoy estamos. En vísperas del penúltimo fin de semana de julio y con unas elecciones generales convocadas en fecha indudablemente inusual pero con una participación que, si el voto por correo sirve de pista, puede alcanzar números récord.

Tres elementos clave de la campaña

Cuando Sánchez convocó por sorpresa elecciones el 29 de mayo tres elementos abundaron en la mayor parte de los análisis:

· Uno, asumía que el derrotado había sido él aunque hubieran sido sus barones quienes hubieran encajado la patada.

· Dos, solapaba la campaña de las generales con las negociaciones de los pactos entre PP y Vox para complicarle la carrera a Alberto Núñez Feijóo.

· Tres, en dos meses no tendría tiempo para revertir el veredicto que las urnas habían emitido. Las elecciones generales las tenía perdidas. Y achicándose el plazo para diseñar una nueva hoja de ruta se lo ponía difícil a sí mismo.

Ocho semanas después, los dos primeros se han visto confirmados: ha arrastrado el presidente toda la campaña la losa del naufragio electoral que sufrió en mayo y ha sufrido Feijóo sus mayores apuros por la negociación desigual con Vox en los territorios. Sólo falta saber qué pasa con el tercero. Si, como se decía en mayo, no cambia un veredicto nacional tan severo en ocho semanas. O, como quieren pensar los más optimistas del entorno de Sánchez, hay margen no para ganar las elecciones pero sí para aguar la victoria del PP recortándole la ventaja.

La campaña errática, confusa y atropellada de Sánchez

La campaña errática, confusa, atropellada que ha hecho el presidente (el presidente que no el partido, mayormente ausente fruto del personalismo irreductible del candidato) ha combinado un victimismo embarazoso -que si los medios hostiles, que si el trumpismo, que si hay que ver las cosas que me llaman- con la justificación de susincumplimientos -cambia de criterio cada dos por tres, pero siempre por el bien de España- y con el empeño renovado en triturar la imagen de Feijóo a la manera en que ya intentaron hacerlo todos los ministros a coro a la vuelta del último verano.

Empezó ofendiéndose muchísimo de que se le preguntara en una entrevista por qué nos ha mentido tanto, y termina su equipo recriminando a Feijóo que mienta todo el rato

Empezó el presidente doliéndose de que le llamaran mentiroso y amigo de Bildu y termina la campaña tachando cada hora a Feijóo de mentiroso y amigo de narcotraficante. Empezó su equipo ofendiéndose muchísimo de que se le preguntara en una entrevista por qué nos ha mentido tanto, y termina su equipo recriminando a Feijóo, por tierra, mar y aire, que mienta todo el rato. Los periodistas no pueden preguntarle tan directamente, dónde se habrá visto, pero la Oficina del Presidente en el palacio de la Moncloa sí puede convertirse en comité electoral de un partido político sin que a nadie se le mueva una pestaña.

Marcial Dorado como último recurso

El barón al que ponían como ejemplo de derecha moderna y civilizada pasó a ser la quintaesencia del trumpismo y la ultraderecha en cuanto sucedió a Pablo Casado. Han tenido un año para preguntarle por Marcial Dorado, pero no ha sido hasta ahora cuando han considerado urgente pedirle explicaciones. Marcial como último recurso. A ver si por ahí consiguen hacer lo que en octubre ya presumían de haber hecho, que era desmontar el efecto Feijóo, tumbar al aspirante, dejar a Sánchez sólo como único capaz de gobernar España con solvencia y a pesar de los bandazos.

Ahora Sánchez alega que cambió de opinión

Ha tardado cuatro años el presidente en admitir en público que incumplió buena parte de los compromisos que, en su día, expresó como principios de su proyecto político. Ahora alega que cambió de opinión. Y que su único error ha sido no explicarse adecuadamente, mira que tiempo y ocasiones tuvo. Eso, y no detectar hasta qué punto los bulos de la derecha tenían al país intoxicado.

No es que él tome decisiones equivocadas, fruto de concebirlo todo como una competición en la que sólo uno gana, es que sus decisiones, siempre acertadas, a veces la sociedad no las entiende. Y a veces se deja contaminar por las campañas malvadas de ricos y poderosos.

Feijóo ha conseguido unir el PP y merendarse a Ciudadanos

Feijóo heredó hace año y medio un partido en crisis aguda. Incluso sus críticos -que por supuesto los tiene- admiten que ha conseguido dos cosas: unir el PP y merendarse a Ciudadanos. E incluso sus partidarios -que también los tiene- admiten que el terreno más resbaladizo que pisa se llama Vox.

En el afán por alcanzar el poder, y por absorber también a Vox para regresar a aquel PP que tenía la exclusiva del voto de derechas, está dispuesto a entregar a Abascal la cuota de poder que ni en sus mejores sueños podía imaginar Vox hace sólo cinco años. Vox con su proyecto nacionalista, populista y excluyente. Vox con su nostalgia de una España uniforme y sin matices.

En su afán por alcanzar el poder, Feijóo está dispuesto a entregar a Abascal la cuota de poder que ni en sus mejores sueños podía imaginar Vox

En cuarenta y nueve horas empezaremos los ciudadanos a votar. En sesenta y dos estaremos contándoles cómo queda conformado el nuevo parlamento. Si el PP y Vox suman 176 no habrá duda de que el próximo presidente del gobierno será Feijóo, previo pago del precio que le ponga Vox. Si no alcanzan esa suma, existirá la posibilidad de que el presidente siga siendo Sánchez, previo pago del precio que le pongan el PNV, Esquerra Republicana, Bildu y Junts per Cataluña.

A partir de las siete de la tarde, el domingo, les contamos el desenlace de esta carrera en un programa especial de los Informativos de esta casa. Domingo, 23, a las 19.00, ‘La noche electoral’.

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