La séptima mañana después de la riada. 'Más de uno' emitiendo desde Valencia, desde la calle, como venimos haciendo desde la semana pasada. Escuchando y transmitiéndoles lo que aquí necesitan los damnificados, lo que piensan, lo que sienten, lo que opinan. Transmitiéndoles cómo ha ido llegando todo aquello que echaron de menos en los dos primeros días tras el desastre y cómo, ahora que ha ido llegando, puede apreciarse hasta qué punto va a hacer falta tiempo, manos, dinero para rehacer, reparar, reconstruir lo que la riada de 2024 se llevó por delante. Sabiendo que hay doscientas quince vidas -confiemos en que ni una más- que constituyen lo más valioso… y lo que no hay forma de reparar.
La nueva normalidad que nada tiene de normalidad
Ayer nos decía una joven vecina de Paiporta que el barro, los cubos, los cepillos, las bombas, las grúas son su nueva normalidad, evocando aquel concepto que manejamos todos cuando la pandemia. La nueva normalidad que nada tiene, claro, de normalidad.
Escuchamos también a Emilio y Joan, los primos a los que interrumpimos cuando iban con el carro de lejía y amoniaco camino de casa, que su normalidad, ahora, es levantarse por la mañana, ponerse a la faena, comer, volver a la faena, dormir y volver a empezar. La faena que no termina es limpiar. Las casas, las calles, los pueblos.
Desde hace una semana, los niños no tienen colegio
Desde hace una semana, los críos de más de veinte municipios de Valencia no tienen colegio. Los centros, los edificios, siguen en pie, afortunadamente, pero están o inaccesibles o impracticables. Niños que ya vivieron, la mayoría de ellos, aquella alteración total que fue el confinamiento, tienen ahora esta otra alteración llamada la vida vuelta del revés.
Niños que ya vivieron, la mayoría de ellos, aquella alteración total que fue el confinamiento, tienen ahora esta otra alteración llamada la vida vuelta del revés
Esta mañana queremos hablarles de ellos. Escuchar a estas personas jovencísimas a las que entrevistarán en los medios dentro de cincuenta años para que cuenten cómo vivieron, y sobrevivieron, siendo niños, a una riada. Niños y adolescentes, ya escuchan. Este último tiene por lo menos doce años.
El lugar exacto de Valencia en el que comienza la ambiciosa tarea de reconquistar la normalidad
Esta mañana les hablo desde el lugar exacto de Valencia en el que comienza la ambiciosa tarea de reconquistar la normalidad. Es una pedanía de nombre Castellar-Oliveral. Está pegada al nuevo cauce del Turia, orilla sur de la V-30, hay todavía campos de cultivo entre el núcleo de población y la V-31 -que fue la carretera más afectada por la acumulación de vehículos los primeros días-, tiene un instituto de secundaria, El Ravatxol, y tiene un colegio de primaria. Educación Infantil y Primaria Castellar-Oliveral.
El único colegio en todo el área arrasada por la riada que hoy va a abrir sus puertas
El único colegio en todo el área arrasada por la riada que hoy va a abrir sus puertas. El primero de los colegios que recibe, de regreso, a sus escolares y recupera -más o menos- la cotidianeidad de las clases. Si ayer asistimos en directo al acontecimiento de ver circular el primer autobús que retoma la comunicación entre Paiporta y Valencia, hoy nos gustaría ser testigos del acontecimiento de volver al colegio una riada después.
Doscientas quince vidas es una tragedia descomunal
Doscientas quince víctimas mortales. Cincuenta familias han recibido ya los restos de sus parientes para poder incinerarlos o darles sepultura. Doscientas quince vidas es una tragedia descomunal. Ojalá no haya que sumar ni una más.
A ratos -se lo confieso- he tenido la impresión estos días de que había medios empeñados en que sí los hubiera. Más, más. Aireando todo el tiempo la duda sobre el número de desaparecidos como si fuera un indicio incontestable de que habían de ser muchas más las decenas de fallecidos. Desde el miércoles pasado hemos escuchado a muchos vecinos que decían temer que hubiera víctimas en bajos, sótanos y garajes. Era un temor. Pero, en ocasiones -ojalá ésta sea una de ellas- los temores se quedan en eso.
He tenido la impresión estos días de que había medios empeñados en que hubiera más víctimas mortales
Aún se están recorriendo, y revisando, los barrancos, los cauces, las playas, los garajes, los sótanos, los túneles. Los cuerpos encontrados son los que están en el Anatómico Forense habilitado en la Feria de Valencia. Son los que son. Anoche le decía el alcalde de Aldaia a Rafa Latorre que hay que ser prudentes respecto del parking del Bonaire porque el centro comercial lo visitan gentes de toda la provincia, no sólo de Aldaia, pero que tampoco ha habido nunca una evidencia de que ahí abajo tuviera que haber decenas de cadáveres. Coches sí, muertos, no necesariamente.
Competición por ver quién de los dos lo hizo peor
Voy a confesarles otra cosa esta mañana, ya que tenemos confianza. Estando aquí, no saben lo lejanas que resultan todas y cada una de las declaraciones que se tiran a la cara Mazón y el gobierno central. La competición por establecer quién de los dos lo hizo peor.
Estando aquí, no saben lo lejanas que resultan todas y cada una de las declaraciones que se tiran a la cara Mazón y el gobierno central
Como si hubiera dos mundos. El real, que éste del barro, las montañas de residuos, la gente dejándose las manos. El otro, que es del otro barro, el que se genera a propósito sólo para lanzárselo al de enfrente. No se hacen idea de lo lejana que suena la gresca sobre si avisé yo o dejaste de avisar tú. Si la UME tuvo que entrar antes o entró cuando se le autorizó a entrar.
Que no quede ni una casa sin revisar, ni una víctima sin atender
Y si me guardan un secreto, aquí, en Castellar, Alfafar, Benetúser, Aldaia, Chiva, importa poco quién ha de calcular, dimensionar, pedir u ofrecer efectivos. Aquí importa que estén. Que lleguen. Y que lleguen a tiempo. Y como diría el general, que no dejen una casa atrás. Ni una casa sin revisar, ni una víctima sin atender. La buena noticia, una semana después, es que en ello están.