Con permiso de Gardel, eso de que veinte años no es nada es un cuento.Veinte años pueden pasarse en un suspiro pero también pueden ser una eternidad. Veinte años se han cumplido este año de la guerra de Iraq, y del no a la guerra. Veinte años del estreno de Aquí no hay quien viva. Veinte años del día en que Felipe y Letizia anunciaron que se casaban -eso sí que fue una sorpresa, para Peñafiel sobre todo-.
La obra de la variante de Pajares ha sido el cuento de nunca acabar
Y van a cumplirse veinte años del día en que el ministro de Obras Públicas, Fomento se llamaba entonces -Transportes y Movilidad Sostenible, ahora- se personó en un municipio de la región en la que había crecido y puso la primera piedra (bueno, piedra en forma de cuña, o sea dovela) del túnel por el que habría de pasar un tren de alta velocidad. La región se llamaba Asturias, el municipio era Lena y el ministro que puso la dovela era Francisco Álvarez Cascos, peso pesadísimo, aún entonces, del gobierno de José María Aznar. Le acompañó en la tarea constructiva el vicepresidente de la época, de nombre Rodrigo Rato, así es la vida, quien nos ha visto y quién nos ve.
Seis años de obra que entonces aún parecía una eternidad. La eternidad acabaron siendo veinte
Y dijo el ministro Cascos, y pareció creérselo: ‘este túnel permitirá que podamos ir de Gijón a Madrid en dos horas y media a partir de 2010’. ¡2010! Seis años de obra que entonces aún parecía una eternidad. La eternidad acabaron siendo veinte. Veinte años no será nada, pero la obra de la variante de Pajares ha sido el cuento de nunca acabar.
Hasta hoy, que en una jornada que es un hito para la comunicación ferroviaria entre Asturias y León (por extensión, entre Asturias y el resto del país), el rey Felipe, con el presidente Sánchez y el ministro Puente (lo de Puente ha sido llegar y besar el túnel) hace el viaje inaugural de este nuevo AVE que aún no va a llegar del todo de Madrid a Oviedo (falta hacer veloz el último trecho entre Pola de Lena y Oviedo, y falta, desde luego, que llegue a Gijón) pero que recorta notablemente la duración del viaje y recorta, por tanto, y aunque sea figuradamente, la distancia.
Tenemos a una presidenta no invitada, Ayuso, que se declara vetada
Ésta es la novedad y esto es lo relevante. Qué presidentes autonómicos se suban al tren hoy, y qué bronca política se genere al respecto, forma parte del paisaje español de cada día pero recorrido, nunca mejor dicho, tiene poco.
Tenemos a un ministro que invita al tren a los presidentes de Castilla y León y Asturias y tenemos a una presidenta no invitada, Ayuso, que se declara vetada. Ella alega que el viaje se hace entre Madrid y Asturias (y es verdad) y él replica que el tramo que se inaugura es entre León y Asturias (y es verdad).
O por decirlo de otro modo, que es verdad que la variante de Pajares va de la región de Mañueco a la de Barbón, pero que tampoco habría sido ilegal, ¿verdad?, dejarle un asiento a Ayuso (tampoco va a ir el tren hasta arriba de gente). Obligación de invitarla no tiene el ministro, pero obligación de no invitarla, tampoco. No la invita porque no quiere.
Es una lástima, porque habría hecho posible que hoy viéramos otra imagen conciliadora como la de Teresa Ribera y Juanma Moreno en Doñana
Pues en efecto, no quiere. Y es una lástima, porque habría hecho posible que hoy viéramos otra imagen conciliadora como la de Teresa Ribera y Juanma Moreno en Doñana. Sánchez y Ayuso contemplando juntos, a través de la ventana del tren, el hermoso paisaje leonés… justo antes de que llegue ¡el túnel! Y en el túnel, ya, a saber lo que podría haber pasado ahí.
No tendrá el mismo impacto visual, pero sí veremos a Mañueco con Barbón y Sánchez celebrando la variante. El primer presidente de derechas que metió a Vox en su gobierno con el presidente izquierdista que ha levantado el muro y su barón asturiano, fiel, sincero (si hay que hacer amnistía, se hace) y uno de los pocos supervivientes de la escabechina autonómica de mayo. Y contemplando la escena, el rey. Que hoy va a echar el día entero con el presidente del gobierno a su vera. Ya veremos con qué caras.
El rey va a echar el día entero con Sánchez a su vera. Ya veremos con qué caras
Porque a las once, antes de irse al tren, tiene cita la Corona con el Parlamento al que se debe.
Ahí estuvo Meritxell Batet hace cuatro años, recibiendo a los Reyes y saludando en catalán, euskera y gallego, como ahora hace Sánchez (entonces aún no se había cambiado lo de las lenguas cooficiales). Hoy se repetirá la liturgia con nueva anfitriona, la presidenta del Congreso Francina Armengol.
Hace unos días se vivió una ceremonia muy similar a ésta para la jura de la princesa Leonor, solo que ésta de hoy, a diferencia de aquella, incluye un discurso del rey. Las reflexiones con las que el jefe del Estado abre, formalmente, la nueva legislatura que, en realidad, lleva abierta desde agosto.
El discurso del rey será el texto más examinado del día
Es el primer discurso del rey sobre la situación del país desde que esta Cámara invistió presidente del gobierno, de nuevo, a Pedro Sánchez. Amnistía de Puigdemont y blanqueo del procés mediante. Y eso es lo que convierte esta intervención de don Felipe en la pieza, o el texto, que más examinado será durante el resto del día. No es nuevo lo que va a pasar: siempre habrá quien quiera ver en las palabras del rey lo que no hay. Ocurre que cada oyente interpreta el discurso que escucha como le parece, qué le voy a contar; o como le conviene.
Siempre habrá quien quiera ver en las palabras del rey lo que no hay
A menudo, uno se empeña en encontrar en el discurso que escucha una reafirmación de sus propias opiniones donde no la hay. Y al revés, uno quiere ver un alineamiento del jefe del Estado con la opinión del adversario para cargarse, así, de razones para sacudirle (qué le voy a contar).
Resígnese, majestad, no hay palabra inocente
De modo que no quiero pensar el trabajo que se habrán tomado en la Zarzuela para escoger cada una de las palabras del discurso, me los imagino con guantes de látex y unas pinzas quirúrgicas metiendo cada palabra en un analizador de partículas a ver qué composición exacta tiene, cuánto riesgo supone utilizarla y si puede ser interpretada como una pérdida de neutralidad.
¿Qué digo, justicia o convivencia? Concordia era una palabra frecuente en los discursos de Nochebuena, pero ahora concordia puede sonar demasiado parecido a reencuentro. ¿Hablo de la igualdad, como he hecho siempre, o ahora la igualdad ante la ley es una bandera de la derecha? Resígnese, majestad, no hay palabra inocente. O no hay oyente inocente, diga usted las palabras que diga. Va a haber quien le atice por pasarse o por quedarse corto, por tibio o por meterse donde no debe, por poner cara de acelga o por sonreír más de la cuenta. La vida es así.
¿Hablo de la igualdad, como he hecho siempre, o ahora la igualdad ante la ley es una bandera de la derecha?
Es más, habrá quien juzgue no sólo lo que diga sino lo que no diga. Siempre habrá un Puigdemont de la vida que le reproche que no ha hablado de lo que él quería que hablase. Un Puigdemont o un manifestante de Vox. O un jefe de prensa de un partido: ‘es que no le ha dedicado ni una línea a los problemas verdaderos, que son los que yo diga’. Siempre es así. Hay quien manda callar y hay quien manda hablar pero de lo que él elija. Qué le voy a contar.
Le corresponde al rey abrir la legislatura, no juzgar la investidura
Le corresponde al rey abrir la legislatura, no juzgar la investidura. Le corresponde la liturgia de celebrar la condición parlamentaria del régimen y de la propia monarquía, par-la-men-ta-ria. Y no le corresponde tomar postura sobre los proyectos legislativos que tramita el Parlamento.
La legitimidad de todas las instituciones del Estado emana del mismo sitio: la Constitución
Al final, la legitimidad de todas las instituciones del Estado emana del mismo sitio: la Constitución. La legitimidad de las Cortes, la regulación de cómo éstas representan al único soberano, que es el pueblo, emana de la Constitución. La legitimidad del gobierno, cómo es investido el presidente por el pueblo representado en Cortes, emana de la Constitución. Y la legitimidad de la oposición, y del Poder Judicial, y de los estatutos de autonomía, y de todo lo demás.
Ya quisiera el rey, imagino, poderse hacer hoy un discurso con todas esas palabras que han metido los académicos en el diccionario -señorías, menos chundachunda y más afinar, menos regañar y más regañá, dejaos de macguffins y hablad del pan-, pero va a tener que tirar de la Constitución con toda su conocida y aburrida serenidad.