Hubo un tiempo en que los partidos políticos presumían de no llevar imputados en sus listas. Era la prueba de su exigencia ética. Hubo un tiempo, en una galaxia muy muy lejana, en que los partidos defendían que un cargo público que resultara imputado debía apartarse inmediatamente del cargo. No porque dejara de regir la presunción de inocencia, sino porque la permanencia del imputado perjudicaba a la institución por cuyo honor él debía ser el primero en velar.
El gobierno no ve razones para que el fiscal general del Estado renuncie
Los tiempos cambian, es verdad. Hoy tenemos imputado en el Supremo al fiscal general del Estado y la doctrina del gobierno (es decir, del PSOE y Sumar) es que no hay razón alguna para que renuncie porque es víctima de una cacería y el caso, en realidad, quedará en nada. Se han aficionado los ministros a hacer profecías sobre causas judiciales, deben de haberle comprado una partida de bolas de cristal a Víctor de Aldama, o algo.
De Álvaro García Ortiz habla el gobierno como si fuera no el fiscal general del Estado sino el delegado del gobierno en el ministerio fiscal -el ministro fiscal- sin que él manifieste la menor incomodidad al respecto, en el pecado lleva la penitencia.
Dimitir de un cargo tampoco supone que uno esté admitiendo culpabilidad alguna
Ser imputado, por el Supremo o por quien sea, no presupone que uno sea culpable de nada, es verdad. Pero dimitir de un cargo tampoco supone que uno esté admitiendo culpabilidad alguna. Significa que uno entiende que, estando incurso en una causa judicial, investigado por un presunto delito, no es la persona más indicada para desempeñar el cargo: en lugar de sumar, estorba.
Nadie ha dicho que García Ortiz cometiera un delito al filtrar a periodistas afines correos electrónicos confidenciales -es posible que el Supremo, cuando acabe de investigar, tampoco lo diga-, pero ocurre que él es el jefe de todos los fiscales, incluidos los del Supremo e incluidos los que se ocupan directamente de su caso. Éste es el hecho diferencial relevante y al que el fiscal general, perfectamente consciente de lo diferencial (o singular) que es, se empeña en quitar importancia.
Ocurre que García Ortiz es el jefe de todos los fiscales
La Fiscalía es una institución jerarquizada. Hay una cadena de mando. El propio García Ortiz, en este programa, abogó por reformar la norma porque le parecía contraproducente que el jefe siempre tuviera, en todo, la última palabra.
Ocurre que ahora el jefe máximo de los fiscales es quien va a ser encausado y que subordinados suyos tendrán un papel fundamental en la causa. Trabajarán, seguro, con profesionalidad y criterio recto, pero chico, es que son sus subordinados. Y la única forma de evitar que parezca que el encausado juega con ventaja -privilegio de jefe- es apartarse y dejar que la fiscalía del Estado la dirija otro. Tan sencillo como eso. Nadie es imprescindible.
La única forma de evitar que parezca que el encausado juega con ventaja -privilegio de jefe- es apartarse y dejar que la fiscalía del Estado la dirija otro
Su sustituto, o sustituta, seguiría siendo de la cuerda del gobierno porque es el gobierno quien lo elige. Es posible que incluso fuera compadre suyo y compartiera todos sus criterios, pero al menos se evitaría esta situación tan chusca de que el encausado sea el superior jerárquico del fiscal del caso. Es probable que nadie previera, cuando se redactó la norma, que un fiscal general en ejercicio pudiera ser imputado en el Supremo. Y que esta situación nunca imaginada traiga consigo esta avería del sistema. Siga García Ortiz con su vida, contrate un abogado, renuncie al cargo y ya tendrá tiempo de reivindicarse el día que quede exonerado. Si queda exonerado.
Siga García Ortiz con su vida, contrate un abogado, renuncie al cargo y ya tendrá tiempo de reivindicarse el día que quede exonerado
Independientemente de la causa concreta de la investigación, y las opinión que cada cual pueda tener sobre el caso, el hecho es que el fiscal general del Estado está en una situación que se compadece malamente con velar por el prestigio de la institución, por más que él, haciendo una lectura personalísima, pretenda convencer a la opinión pública de que si se atrinchera no es por orgullo, o por amor propio, sino por amor a la institución a la que se debe.
Se desbarató el argumento principal que sostiene el fiscal general en su defensa
La sorpresa del auto de ayer no es la imputación como tal, sino que ya desbarata el argumento principal que viene sosteniendo el fiscal general en su defensa. Repetidamente en los últimos meses ha dicho García Ortiz que el comunicado de la fiscalía no reveló secreto alguno porque lo que ahí se recogía ya había sido difundido por algunos medios. Pero el auto del Supremo lo que explica es que es precisamente eso, cómo algunos medios dispusieron la noche del trece de marzo del correo que el abogado de Amador envió al fiscal Salto, es lo que hay que averiguar.
Si es la Fiscalía, el fiscal general, quien primero filtra ese correo confidencial, estaríamos ante un caso claro de revelación de secretos
Porque si es la Fiscalía, el fiscal general, quien primero filtra ese correo confidencial para luego poder escudarse en que su comunicado sólo confirma lo que ya se sabía, estaríamos ante un caso claro de revelación de secretos para justificar un comunicado oficial posterior. Un truco de quinta, vaya.
¿Asume García Ortiz la autoría de la filtración?
La cronología de aquella noche es lo que hacer recaer la sospecha sobre García Ortiz, que nunca ha tenido inconveniente en asumir la autoría del comunicado oficial pero que ahora tendrá que responder si asume también la autoría de la filtración.
A las diez menos cinco de aquella noche el fiscal del caso Amador, que está en el fútbol, es instando por su jefa a remitirle inmediatamente los correos que ha recibido del abogado. Lo hace porque su jefe, el fiscal general, se los ha pedido a ella. Y ella, en cuanto el del fútbol se los envía, se los hace llegar al fiscal general.
A las doce menos cinco la Cadena SER difunde citas textuales del correo electrónico del abogado. A lo largo de la madrugada lo harán también ElDiario.es y El País. Ese correo, subraya el auto, sólo lo tenían el abogado de Amador y la fiscalía. Viendo a quién se filtró y con qué intención, no parece que el abogado sea sospechoso de nada. El fiscal general del Estado, tan preocupado por el relato, tan conocedor del funcionamiento de los medios y tan conocedor de la ley, sí.
Sospechoso de filtrar personalmente un correo confidencial de un abogado a uno, o varios, medios de comunicación. Éste es el asunto
Sospechoso de filtrar personalmente un correo confidencial de un abogado a uno, o varios, medios de comunicación. Éste es el asunto. O la realidad. Y no el resumen sesgado que ayer hizo el gobierno insistiendo -se veía venir- en el bulo de que al fiscal general lo imputan por desmentir un bulo, criatura.
Han dicho las famosas fuentes anónimas de la Moncloa -tan anónimas como los empresarios que hablan de bolsas de dinero en Ferraz- que no se podrá demostrar quién filtró el email porque pasó por varias manos. Interesante que se recurra a este argumento -no se podrá saber- en lugar de afirmar que el fiscal general no fue. ¿O es que en la Moncloa saben que sí fue?
Distorsiones gentileza del gabinete intoxicador
La filtración de denuncias, declaraciones y fragmentos de causas judiciales es una vieja herramienta de la gresca política. Que el Supremo ponga el foco ahora en que filtrar material confidencial a un periodista amigo para que éste lo airee y perjudicar al adversario político (o hacer que prevalezca un relato) puede ser delictivo abre una línea de trabajo bien interesante.
Cómo el caso de fraude fiscal de un ciudadano desconocido hasta entonces, apellidos González Amador, aparece publicado en un diario como el caso del novio de Isabel Díaz Ayuso
No sólo porque el correo del abogado sirvió al gobierno para martillear durante días que González Amador había confesado (otra distorsión gentileza del gabinete intoxicador que también lo acusó de comprar un piso con dinero ilícito, ahí sigue la ministra de Hacienda sembrando confusión cada vez que habla de este asunto) sino porque antes del correo quedó en el aire una pregunta que nadie ha respondido y que tampoco nadie ha investigado: cómo el caso de fraude fiscal de un ciudadano perfectamente desconocido hasta entonces, apellidos González Amador, aparece publicado en un diario como el caso del novio de Isabel Díaz Ayuso.
Quién en la Fiscalía -que no en la Agencia Tributaria- cayó en la cuenta, al recibir la denuncia de Hacienda, de que este González Amador era la pareja de Díaz Ayuso (debía de leer prensa del corazón o algo) y procedió a poner sobre aviso a alguien para que, a su vez, lo filtrara a un periódico y éste lo difundiera con el aliento, a la hora de darle realce y que tuviera eco, de la secretaría de Estado de Comunicación con el cuchillo entre los dientes y en misión guerra de guerrillas.
¿El caso del novio de Ayuso lo filtró también la Fiscalía o fue el gobierno, bendita transparencia?
¿El caso del novio de Ayuso lo filtró también la Fiscalía o fue el gobierno, bendita transparencia? Porque esta información llegó a un diario, recuérdese, sólo unos días después de que El Confidencial publicara, pese a la presión de la Moncloa para que no lo hiciera, las primeras informaciones sobre la actividad profesional de Begoña Gómez y su relación con Air Europa.
De los autores de nosotros no insultamos...
Sánchez, por cierto, volvió a tachar ayer de corrupta a Díaz Ayuso, que no consta que haya sido nunca ni siquiera imputada en caso de corrupción alguno. A Milei se le ocurrió llamar corrupta a Begoña Gómez y la Moncloa tocó a rebato, se revolvió contra la acusación gratuita y retiró a nuestra embajadora en Buenos Aires.
Incurre de nuevo el presidente en uno de sus más notorios patrones de conducta: denunciar en los demás comportamientos que son muy suyos
Incurre de nuevo el presidente en uno de sus más notorios patrones de conducta: denunciar en los demás comportamientos que son muy suyos. De los autores de nosotros no insultamos, nosotros no descalificamos hemos tenido ya esta semana a Esther Peña tratando de mafioso a todo el PP -los Soprano- y llamando matón a Miguel Tellado, y a su jefe el presidente señalando a Ayuso como corrompida.