Del vacunar, vacunar y vacunar hemos pasado al indultar, indultar e indultar. Por el bien de España. Aunque España no quiera. Indultar a los condenados por sedición es un servicio al país que, según el ministro Ábalos ---el converso Ábalos--- acabaremos agradeciéndole al presidente.
La mayoría de los españoles están en contra de los indultos
Los beneficios y las ventajas para España son tan enormes, tan notables, que algo debe de estar haciendo mal el gobierno para que las encuestas, hoy, le sean tan adversas. No para de repetir el altavoz ---con repetidores mediáticos--- de la Moncloa que ésta es una decisión valiente porque tiene un coste. Tiene un coste y el presidente lo asume. Lo que aún no ha explicado es a qué cree que se debe ese coste. Saben que la mayoría de la población, hoy, no está por indultar. Pero todo lo que se le ha escuchado al presidente hasta hoy es tachar de vengativos y revanchistas a quienes no aplaudan disciplinadamente su decisión suprema. Incluido el Supremo. E incluida la mayoría de los españoles y la mitad (al menos la mitad) de los votantes socialistas. En un país de revanchistas y vengativos es lógico que la bondad y la altura de miras de nuestro experimentado capitán no le sea reconocida.
En lugar de tanto eslogan y tanta campañita de persuasión-y-propaganda, podría animarse el presidente a explicar qué le ha convencido de la necesidad de indultar (porque así lo está presentando él, como una necesidad para que el independentismo dialogue), qué entiende por normalizar Cataluña (o qué tiene hoy de anormal la vida cotidiana catalana) y de dónde surgen las prisas por indultar ya mismo, ¡de inmediato! Si de verdad aspira a convencer a los españoles del servicio histórico que les está prestando, deslúmbrenos con un alarde de información, de transparencia. Responda a todas las preguntas con rigor y con sinceridad en lugar de cacarear estribillos huecos.
En lugar de tanto eslogan y tanta campaña de propaganda, el presidente podría explica qué le ha convencido de la necesidad de indultar ya mismo, de inmediato
El País informaba este domingo a toda página de que los indultos serán rápidos, limitados y reversibles. De los tres adjetivos, el único que aporta algo es el primero. Que serán limitados es una evidencia porque está atado de manos con el Tribunal sentenciador en contra. Y porque la malversación está considerada corrupción y el Congreso aprobó hace cuatro años prohibir que se indulte a corruptos. Corruptos no, sediciosos sí.
Que será reversible es pura rutina: el indulto siempre se supedita a que el indultado no vuelva a delinquir. Carece de relevancia esa cláusula. Acostúmbrese a los adjetivos porque el gobierno los va a usar como atenuantes de su propia actuación: limitados y reversibles. Ya, ¿pero por qué rápidos?
En su editorial, favorable a indultar pero con muchas salvaguardas, decía El País: ‘Los líderes secesionistas perpetraron en 2017 un atropello y fueron juzgados y condenados. Pero la sentencias no han resuelto de forma definitiva el reto existencial que para la democracia española supone el independentismo’. La premisa, con permiso de El País, es falsa. Los líderes secesionistas no fueron juzgados y condenados. No todos. El cabecilla de aquel atropello aún no ha sido ni juzgado, ni condenado, ni entregado. Y éste es un elemento que no cabe despachar como si al editorialista se le hubiera pasado por alto. Ay, es verdad, si falta el jefe. El máximo responsable de la sedición de 2017 está sin juzgar. Se llama Carles Puigdemont y él va a ser indultado preventivamente: por si acaso alguna vez vuelves, Carles, que sepas que sus pecados te serán perdonados.
Los líderes secesionistas no fueron juzgados y condenados. No todos. El máximo responsable de la sedición de 2017 está sin juzgar. Se llama Carles Puigdemont
La utilidad pública de un indulto es un asunto resbaladizo que quien indulta ha de ser capaz de argumentar con solidez, no con bla bla bla. Bla bla bla es decir, por ejemplo, como ayer Iceta, que indultar permitirá avanzar en el diálogo. ¿Por qué? Mire lo que dijo su jefe Sánchez en febrero del 2020, después de verse con Torra en Pedralbes: "Siento que hoy es un día muy importante para Cataluña y el conjunto de España porque a juicio del gobierno de España, tiene que comenzar el diálogo para el reencuentro".
¿Ve? El diálogo ya estaba en marcha. Con Junqueras preso. La mesa de negociación, nos dijo el gobierno, no suponía ni concesiones ni cambios en la situación penitenciaria de los reclusos. ¿Cesiones? Ninguna. Nada tenía que ver el diálogo político con la sanción judicial por lo que habían hecho. ¿Entiende Iceta que del gobierno esperemos ahora respuestas un poco más serias?
¿Y en qué clase de diálogo? Miren esta entrevista reveladora que le hacen a Jordi Sánchez ayer en El Periódico (Jordi Sánchez es el nuevo embajador de Puigdemont y uno de los beneficiarios del indulto. Afirma: ‘Si Pedro Sánchez es valiente, nosotros no fallaremos’. Dices: bueno, van a poner algo de su parte. Que te crees tú eso. Le pregunta el periodista: ‘¿Qué significa no fallaremos’? Responde: ‘Que nosotros estaremos ahí para resolver el conflicto político, y éste sólo se resuelve con la amnistía y la autodeterminación’. Vaya, pues no, no ponen nada de su parte. ‘No tengo que arrepentirme ni que pedir perdón’, remata el futuro indultado, ‘más bien son otros los que tienen que pedirle perdón no a mí, sino al país’. Ahí queda eso.
Para Sánchez la arremetida del 2017 no fue contra el Estado, sino contra Rajoy. Un penoso ejercicio de distorsión que confunde al país con el signo político del gobierno que había
Si Pedro Sánchez sabe algo que los demás no sabemos, si es que existe una garantía secreta de que una vez indultados dejarán de crearle problemas al resto del país, si es que Aragonés le ha firmado un papel que dice que asume que la autodeterminación no es posible sin reforma previa de la Constitución, que nos lo cuente. Si todo se reduce a impresiones, intuiciones, sensaciones, frases elásticas que cada uno interpreta como quiere, entonces lo que hay es lo que siempre ha habido. Esta temporada de El ala oeste ya la hemos visto. Era Junqueras quien iba a frenar el procés en 2017 frente a la carrera alocada de Puigdemont. Nos lo contó a todos Rajoy. Con Soraya Sáenz de Santamaría en Barcelona haciendo amigos. Y luego pasó lo que pasó.
Ya sabemos que para Sánchez la arremetida del 17 no fue contra el Estado, sino contra Rajoy. La independencia se la proclamaron al PP, dijo el miércoles pasado en el Congreso en un penoso ejercicio de distorsión que confunde al país, y a la sociedad que fue atropellada, con el signo político del gobierno que había. Pero que revela el más íntimo temor de este presidente: que vuelva a haber un referéndum ilícito y un intento de secesión. Porque esta vez se la harían a él. Tener contenta a Esquerra Republicana no es sólo garantizarse su apoyo parlamentario. Es, sobre todo, garantizarse que la legislatura termine sin que le hayan declarado un incendio.
"No es buena idea evocar el proceso de paz de Zapatero"
Y no es buena idea, ministro Ábalos, evocar el proceso de paz de Zapatero. No hay ningún parecido entre aquello y esto. En 2006 el primer paso lo dio ETA anunciando una tregua. Y lo que hizo el presidente fue acudir al Congreso a exponer las condiciones del diálogo que iba a iniciar. Las condiciones y los límites. Lo primero que prometió Zapatero es que no derogaría la ley de partidos, es decir, que Batasuna seguiría ilegalizada mientras no se comprometiera a cumplir las reglas que rigen para todos los demás. No se indultó a nadie. No se excarceló a nadie. Se abrió una vía de alivio penitenciario para los reclusos que se arrepintieran y colaboraran con la Justicia. Eso fue lo que sucedió. Y lo que nunca sucedió fue que se les perdonara la pena a quienes repudiaban la reinserción y se negaban a asumir la gravedad de lo que hicieron.
Y por cierto, en contra de lo que hoy se pregona, el comienzo del proceso de paz con ETA en 2006 contaba con el respaldo de casi 70% de los españoles. No se hizo en contra de la opinión mayoritaria del país, sino justo al revés. Dejen ya de reescribir la historia.