El caso es quejarse. Aquí nunca estamos contentos. Si Biden no llama a Sánchez, porque no le llama. Si charla con él, porque charla poco. Si no se ven, porque no se ven. Si se ven, porque lo hacen caminando. Hoy hay que romper una lanza por el equipo de nuestro Presidente.
Hoy hay que romper una lanza por el equipo de nuestro presidente.
Mucho se le está reprochando al gabinete de persuasión y propaganda de la Moncloa que el viernes hinchara el perro (o el globo) de la esperada cita con Biden. Aquí mismo, y me arrepiento, hacíamos ayer la broma de si no acabaría siendo lo de Bush con Zapatero en 2008, ese 'hola, qué tal', que le dijo el americano al español y punto pelota. O lo de Moratinos con Condolezza Rice, que duró medio minuto, sólo habló él pero luego repasó los temas que habían comentado y no acababa nunca.
Y, en rigor, ayer, conversación hubo
Miren, lo que anunció la Moncloa el viernes a través de El País resultó ser exacto. La información decía que no sería un simple saludo. Sería una conversación. Y, en rigor, ayer, conversación hubo. ¿Corta? De acuerdo. ¿Intrascendente? De acuerdo. ¿Sin fruto alguno? De acuerdo. Pero, ¿hubo o no hubo conversación? Bueno, dices: igual no, porque no consta que Biden abriera la boca. Como llevaba mascarilla es imposible saberlo. Pero de la recreación que de esa conversación hizo nuestro Presidente se deduce que ahí el que habló fue Sánchez. ¿Biden dijo algo o se limitó a dejarse acompañar?
Análisis de la conversación entre Biden y Sánchez
Dura más la versión que da el Presidente de su conversación con Joe Biden que la conversación misma. Imaginen que tenemos delante dos pantallas. En la de la izquierda vemos el paseo histórico (un antes y un después) que ayer compartieron Biden y nuestro presidente. En la de la derecha, vemos a Sánchez, unas horas después, dando cuenta de lo que hablaron. Empiezan los dos vídeos a la vez.
Aquí ya se ha terminado el vídeo de la izquierda porque Biden ha seguido su camino (hasta la vista, Pedro) y Sánchez ha tenido que apartarse. Pero el vídeo de la derecha sigue: nuestro Presidente sigue narrando a los periodistas lo fructífera que fue su conversación. A saber: Sánchez le expone que estamos deseando aumentar nuestra relación militar con Estados Unidos. Sánchez plantea la crisis que vive Latinoamérica por la pandemia. Y Sánchez ensalza lo progresista que es el programa de Biden. No digo yo que no hiciera bien el jefe de gobierno español en comentarle a Biden la crisis económica latinoamericana, pero igual eso ya se lo han contado sus interlocutores de allí, los presidentes de las naciones de América. (Y Kamala Harris, que ha estado de gira por unos cuantos países). Con razón dice nuestro Presidente: "hemos conversado, y yo en particular".
Cunde la sospecha de que Sánchez conversó con Sánchez
Cunde la sospecha de que Sánchez conversó con Sánchez. Cuestiones bilaterales, lo que se dice bilaterales, nuestro Presidente no encontró o no quiso encontrar. Pese al ímprobo trabajo de González Laya y su colega estadounidense preparando a conciencia los temas de este encuentro peripatético. Lo contaron El País y La Vanguardia: según fuentes diplomáticas, ‘el asunto principal era la estabilidad en el Mediterráneo y la situación en Oriente Próximo. También la migración ordenada y regular, en alusión a Marruecos’. Y en el tiempo que les quedara hablarían del futuro de la OTAN. No les quedó tiempo.
Se esperaba tanto de la cita, no habían contado que Biden tenía tantas ganas de conocer a Sánchez, que el resultado le decepcionó incluso a El País. O más que a nadie a El País. Que calificó ayer de fiasco el encuentro. La noticia fue el fiasco y no el anuncio de que España acogerá el año que viene la cumbre de la OTAN. Se le vio incómodo al Presidente en la rueda de prensa con el secretario general de la Alianza porque los periodistas no le daban la menor relevancia al asunto. Tanto que fue el propio Sánchez el que, antes de terminar, lo volvió a subrayar.
De hito en hito, haciendo Historia cada día.
Isabel Díaz Ayuso apaga el incendio que ella misma causó
Isabel Díaz Ayuso apaga el incendio que ella misma causó. Después de preguntarse el domingo qué hará el rey cuando le presenten a la firma los indultos y si será cómplice, ayer proclamó que el rey no tiene margen.
Quiso decir que el gobierno va a poner en un compromiso al rey, pero el domingo empleó la palabra cómplice y ayer tuvo que corregirse. El rey firmará los decretos del gobierno comparta o no la tesis gubernamental de que son el paso que conviene dar por la convivencia y el interés general de los españoles. Aún no se conocen los expedientes, como dice el ministro de Justicia (que es quien los está redactando) pero ya se sabe por dónde irán. El gobierno acudirá al único elemento que puede invocar sin traicionar la ley, que es el de la utilidad pública. Naturalmente no aludirá ni a la asunción de los hechos por parte de los condenados ni a su arrepentimiento, puesto que tal cosa no existe. Ninguno de los condenados se reconoce delincuente y ninguno cree haber hecho nada que merezca enmienda.
Para los condenados el indulto será una forma de reparar la injusticia causada por la represión el Estado. Y sabiendo que será eso lo que se escuche en las filas independentistas el día que se decrete el perdón, y no apelaciones a la concordia y la convivencia, será el gobierno quien habrá de demostrar que sus indultos han cambiado el curso de la historia. Tendrá dos años para hacerlo antes de examinarse, por toda su gestión, en las urnas.