EL MONÓLOGO DE ALSINA

El monólogo de Alsina: A Bárcenas, ni se le ha exculpado ni se le ha perdonado la pena

Les voy a decir una cosa.

Gómez de Liaño, como el Cid. Un día después de renunciar a la defensa de Bárcenas ha conseguido sacarle de la cárcel.

ondacero.es

Madrid | 20.01.2015 20:13

Previo pago de doscientos mil euros, la Audiencia Nacional (tres jueces tan jueces de la Audiencia como Ruz, pero con un criterio, en esto, diferente) permiten que el tesorero caído, aficionado a los apuntes contables y los mensajes sms (bendita afición que ha servido para añadir elementos muy relevantes al esclarecimiento de los manejos gurtel) abandone la prisión y espere tranquilamente en casa al día en que empiece el juicio por los múltiples delitos que presuntamente ha cometido.

El abogado Liaño presentó el recurso hace un mes, cuando el juez Ruz rechazó por quinta vez la excarcelación de Bárcenas, y los jueces Murillo, González y Martel lo han aceptado parcialmente porque allí donde Ruz sigue viendo riesgo de fuga ellos no terminan de verlo. O por ser más fieles a lo que dicen los tres, que aceptando la existencia de ese riesgo pueden establecerse otras medidas distintas al encarcelamiento para evitarlo.

Es decir, que reteniéndole doscientos mil euros, quitándole el pasaporte, obligándole a presentarse lunes-miércoles-y-viernes en el juzgado y prohibiéndole salir de España, entienden estos jueces que queda asegurada la presencia de Bárcenas en la sala de vistas el día que comience el juicio. ¿Aciertan Murillo, González y Martel, sección cuarta sala de lo Penal? Imposible saberlo hasta que llegue ese día. Cada vez que un juez decide mantener a un acusado que aún no ha sido juzgado dentro o fuera de la cárcel está haciendo un cálculo basado en los elementos que conoce. ¿Intentará fugarse? ¿Puede impedirse la fuga sin recurrir a su encarcelamiento? Al juez le corresponde asegurar que la investigación concluya y el acusado sea juzgado y, caso de ser condenado, cumpla con el castigo.

Si Bárcenas, una vez que esté fuera, se fugara tendrían que reconocer estos tres jueces que se han colado: no midieron adecuadamente el riesgo. Pero si Bárcenas, estando fuera, no se fugara, entonces habría que recocerles que su criterio (o su cálculo) era acertado, que no resultaba imprescindible tener encerrado a este señor para asegurar que se haga, con él, justicia. Dices: hombre, qué mejor manera de asegurar que alguien no se fuga que encerrándolo. Cierto, pero en esta noticia de hoy hay tres datos que deben contarse los tres juntos: el primero, la fianza y otras medidas que ha de cumplir el recluso preventivo para dejar de serlo; el segundo, el año y medio que ya ha cumplido en prisión provisional; y el tercero, íntimamente vinculado al segundo, que el juicio —que será un acontecimiento judicial y político de primer orden— no se ha celebrado (todavía).

Éste es Bárcenas: un acusado al que el juez está a punto de procesar por diversos delitos, para quien reclama la fiscalía 42 años de cárcel, que está encerrado desde julio de 2013 y que aún no ha sido juzgado. Este último elemento es tan relevante como los anteriores y no puede despacharse como si fuera una anécdota.

Hoy la corriente general anima a subirse a la ola y proclamar, como un solo hombre, que ¡no hay justicia! Pero hacerlo obliga a ignorar que lo justo, en la ley que rige en España, es que aquella persona que aún no ha sido juzgada ni condenada esté no en la cárcel, sino en su casa, esperando allí a que llegue el juicio, se pruebe su culpabilidad y se le imponga un castigo. Sólo entonces lo justo es que ingrese en prisión a cumplirlo. Todo lo demás es excepcional y como tal debe estar argumentado. Todo juez que envía a prisión a un presunto que aún no ha sido juzgado sabe que está tomando una medida excepcional cuya finalidad es asegurar que se haga justicia, pero no en el momento de encarcelarle provisionalmente (no pierdan de vista el apellido, prisión provisional o preventiva), sino el día que sea juzgada.

Eso vale para Bárcenas, para Correa, para Javier Guerrero y para Isabel Pantoja. A prisión no te mandan antes de juicio salvo que el juez sospeche que te vas a fugar, vea riesgo de que, estando libre, destruyas pruebas o considere posible que reincidas en el delito por el que estás siendo investigado. Si se dan las circunstancias, por supuesto, la privación de libertad es legal, pero sabiendo que es excepcional, que sólo debe aplicarse cuando las otras medidas cautelares resulten insuficientes y que debe ser levantada en cuanto sea posible.

Tal vez cuesta entenderlo en un país que ha terminado creyendo que lo normal es que el mismo día que te detienen te manden a chirona y te dejen allí dentro unos cuantos años aunque ningún tribunal haya establecido aún de qué eres culpable y con qué pena, pero la ley dice lo que dice: el recluso preventivo no está cumpliendo castigo por lo que ha hecho, está impidiéndose que eluda el proceso judicial que concluirá en juicio. ¿Aciertan entonces Murillo, González y Martel? Lo veremos. Si Bárcenas ni se fuga, ni destruye pruebas ni reincide, sí, porque la prisión provisional se habrá demostrado innecesaria. Ya están en libertad bajo fianza Correa, Crespo, Pérez. Entre otras cosas porque el hecho de ser excepcional hace que la prisión preventiva no pueda prolongarse eternamente. Tiene tope. Dos años prorrogables a otros dos. A partir de ahí, para que alguien cumpla prisión debe estar condenado.

Hoy dijo Hernando, el lugarteniente de Pedro Sánchez, que no hay nadie que entienda la libertad bajo fianza de Luis Bárcenas. Frase que debe ser entendida como la tentación en que a menudo incurre quien habla de pretender que su lectura de un asunto es la única posible y válida. Si hay un asunto siempre discutible en materia judicial, es éste de la prisión provisional: si lo correcto es cubrirse las espaldas pecando por exceso o, por el contrario, lo suyo es ser extremadamente escrupuloso dado que es la libertad de una persona no juzgada (un derecho fundamental) lo que está siendo suspendido.

Hoy la corriente anima a subirse a la ola —¡no hay justicia!—, pero tratándose de portavoces políticos que son, a la vez, legisladores conviene que argumenten sus tesis con solidez, no vaya a ser que acabe pareciendo que lo que dicen no es fruto del  análisis de la ley sino del afán por atribuir a otros la decisión que han tomado tres jueces.

Los dos líderes políticos de moda, los mejor valorados por los encuestados-votantes (uno profesor universitario y el otro licenciado en derecho), hicieron hoy estas lecturas de libertad bajo fianza de Bárcenas.

Pablo Iglesias: “Es la prueba de que hacen con la justicia lo que les da la gana”.

Albert Rivera: “Rajoy cumple sus promesas. Luis sé fuerte, hacemos lo que podemos”.

Son nuestros dos dirigentes con más futuro. Y ambos están diciendo algo parecido: que los jueces de la sección cuarta han obrado al dictado de Rajoy (o de la casta) pasándose la ley por el arco del triunfo. ¿De verdad lo han hecho?

Pasa por alto Rivera que el sms de Rajoy es de marzo de 2013, han pasado casi dos años. Dos años que ha pasado el acusado Bárcenas en prisión preventiva, entró en julio de aquel año. Pasa por alto Rivera que si de Rajoy dependiera, no es que Bárcenas saldría ahora de la cárcel, es que jamás habría entrado. Fue el encarcelamiento lo que encabritó al tesorero y le llevó a poner fin al jueguecito aquel de negar la autoría de sus papeles: “no fui yo, esa no es mi letra”. Encarcelado, cambió el discurso: claro que son mis papeles, señoría, y como tales los entrego, reflejan sobresueldos, financiación irregular y una caja B del partido.

El fiscal Torres Dulce —en la reivindicación cuasi póstuma que hizo de sí mismo como sinónimo de la independencia— lo recordó hace unas semanas: “soy el fiscal que pidió prisión para Luis Bárcenas”. Le faltó decir: ahí queda eso. El encarcelamiento fue el detonante: porque aquel tesorero amparado, protegido y animado por la dirección del partido al que pertenecía (o sea, Rajoy), daba por hecho que si el gobierno quería, su asunto se quedaba en nada. Daba por hecho que el fiscal haría lo que el gobierno le dijera que hiciera. Daba por hecho que si hay que quitar a un juez, va el gobierno y lo quita. Lo creía él y lo debía de creer Rajoy, sé fuerte, hacemos lo que podemos. Pero aquello fue hace año y medio.

El juez lo mandó a prisión animado por la fiscalía y Bárcenas tiró de su manta: se esforzó en exculparse a sí mismo y en poner el ventilador en marcha. Colaboró con la justicia en unas cosas (la caja B, las obras en negro del PP) y no colaboró lo más mínimo en otras (sus propias cuentas). Ahora Ruz se prepara para cerrar la investigación —este sumario— y fijar fecha para el juicio. A Bárcenas, hoy, ni se le ha exculpado ni se le ha perdonado la pena. Mucho menos ha anulado nadie ningún proceso. Todo lo que han dicho tres jueces es que no creen que, a estas alturas, el acusado se fugue. Aunque los doce folios en que lo explican se los haya tragado la ola.