El monólogo de Alsina

El monólogo de Alsina: Más que el presidente, el creador de esto que hoy es el Santander

Les voy a decir una cosa.

Y de pronto, llega ese día. Del que tantas veces habían hablado los directivos de una gran compañía. Del que habían hablado sin creerse del todo que alguna vez llegara. De pronto llega el día en que fallece el primer ejecutivo del grupo, referencia para el resto de los cargos de la empresa, los empleados, los competidores y, sobre todo, los propietarios de esa compañía, que son los accionistas. Ese día que alguna vez llegaría, el relevo, pero que llega de madrugada y por sorpresa, sin una sola señal que indicara que la muerte del referente estaba próxima. El infarto letal: la vida que deja de serlo en un instante.

Carlos Alsina | @carlos__alsina

Madrid | 10.09.2014 20:13

Emilio Botín. Nombre del día. El primer banquero del país. Más que el presidente, el creador de esto que hoy es el Santander, el banco al que sus competidores, hace treinta años, se referían con condescendencia como un banquito. El pezqueñín que acabó merendándose a las ballenas.

Y el gran desconocido. Porque de Emilio Botín el común de los mortales sabíamos (sabemos) bastante poco. Se percibió esta mañana en las primeras reacciones a la noticia de su muerte. Saber, casi todo el mundo sabía quién era (o más que quién era, a qué se dedicaba, era el banquero). Pero más que conocimiento popular lo que había de Botín es estereotipo, boceto o caricatura resuelto con un par de trazos recurrentes: el mega rico con apellido de expolio que habla un inglés de relaxing cup encaprichado con la Fórmula 1. Si es banquero, no tiene corazón. Ése es Botín en el imaginario popular de una sociedad, la nuestra, que tiene en poco aprecio el éxito empresarial y manifiesta síntomas claros de ricofobia, la fobia a los ricos por el mero hecho de serlo (siempre que estos ricos no sean, entiéndase, artistas, futbolistas o presentadores de televisión). España adora a quien se ha hecho un patrimonio fabuloso acertando con un programa de televisión, o probando su destreza en las competiciones deportivas, o interpretando con brillantez papeles que le han llevado a Hollywood, pero recela de quien ha hecho fortuna demostrando su aptitud para crear y hacer crecer una empresa. Y si la empresa es un banco, ni te cuento. Somos muy de citar, con cierta reverencia, a ejecutivos que triunfan en otros países -Bill Gates, Jeff Bezos, Richard Branson-y de buscarle las vueltas a tipos como Amancio Ortega: si se ha hecho rico, no puede ser por nada bueno. La ricofobia es una variante más de la animadversión a quien no es como nosotros: están la fobia a quien es de otra raza, a quien profesa otra religión, a quien tiene una orientación distinta a la mía y a quien tiene un patrimonio superior al mío.

Emilio Botín nació rico, gran verdad, pero eso no es culpa suya. Uno no elige en qué familia nace. Nació en una familia llena de banqueros, se ha repetido hasta la saciedad hoy en todos sus perfiles: una saga. Bueno, hay casos de personas que han nacido en una familia de periodistas -nietos y bisnietos- y han resultado ser periodistas pésimos. Hay gente que ha nacido en una saga de actores de teatro y han fracasado en el escenario. No hay por qué presuponerle, ni negarle a una persona, sus mérito profesionales por el hecho de haber nacido en una u otra familia. Nacer rico te permite tener tu vida (económicamente) resuelta -a diferencia del resto de los mortales- pero no te garantiza ser un buen profesional en ningún ámbito.

Si hay que medir al fallecido por su desempeño profesional, hay poca duda de que ha sido una personalidad que ha dejado su impronta y ha influido en la forma de entender, y ejercer, el negocio bancario. En la historia del Santander -y de Botín- hay páginas que el banco prefiere que no se recuerden, naturalmente. Las cesiones de crédito, que llevó al banquero como acusado de delitos fiscales ante la Audiencia Nacional en un caso que acabó sobreseído.El dinero de la familia en Suiza, que destapó Falciani y que hubo de ser regularizado. O el indulto del gobierno Zapatero a Alfredo Sáenz cuando éste fue condenado a tres meses de inhabilitación y arresto. Y en la historia del Santander, y de Botín, hay páginas mucho más gratas, como el mecenazgo de la red de universidades Universia, el salto que supuso para el conocimiento mundial de la marca vincularse a la Fórmula 1 o el hecho, objetivo, de haberse convertido en el primer banco de la zona euro y uno de los que mejor ha podido capear la recesión en España.

En el ámbito profesional al que él pertenecía, el de las finanzas, Botín era visto como el líder audaz que revolucionó su campo profesional, el más fuerte competidor para las otras entidades con cuyos máximos responsables siempre tuvo una relación de rivalidad y distancia. Y en el ámbito político, y mediático, a Botín se le veía como lo que era, la encarnación de eso que se da en llamar el poder económico. ¿Qué es, en realidad, el poder?, cabe preguntarse en el día en que ha fallecido alguien a quien todo el mundo, incluso sin saber gran cosa de su día a día, consideraba un poderoso. Qué es el poder, tal vez permanecer en una posición de influencia sobre otros ámbitos distintos al tuyo mientras en esos otros ámbitos van cambiando, van pasando, los que se llaman poderosos. Ángel Casaña recordaba hoy en El Mundo la foto aquella que se hizo ZP en el despacho de Botín. Un presidente de gobierno inclinado hacia adelante, con el cuerpo tenso y sonrisa artificial que parece estar recibiendo una lección. Enfrente de él, Botín con postura relajada, los pies cruzados y gesticulando”. Zapatero encantado de cumplir su visita a Botín mientras su escudero José Blanco, ¿se acuerdan?, hacía aquellos discursos tan vehementes contra los ricos y poderosos. No fue aquel presidente de gobierno el único que cultivó la relación con el banquero. Todos, en realidad, lo hicieron. Los presidentes de gobierno y los presidentes (y presidentas) autonómicos. La última seducida por Botín no ha sido otra que Susana Díaz. Los gobernantes siempre trataron de llevarse bien con él y él siempre trató de llevarse bien con ellos. Sus manifestaciones públicas sobre la situación económica del país siempre fueron en sintonía con el gobierno del momento. Sólo cuando un gobierno decidió algo que afectaba directamente a su sector, la banca, y que perjudicaba (o no beneficiaba) a su entidad se ocupó Botín de mostrar su discrepancia en público: las provisiones bancarias, los rescates de las cajas.

No consta que existan unas memorias de Emilio Botín. Lástima, porque podría haber desvelado, seguro, muchas historias no conocidas (o no del todo conocidas) de las que fue parte en estos treinta años. Favores que pidió y, sobre todo, favores que le fueron pedidos.

Septiembre de 2014. De pronto llega ese día del que tantas veces habían hablado los directivos de la compañía y en el que, en realidad, quien más había pensado era el primer ejecutivo. Y llegado ese día, y sabiendo de lo mal que digieren los mercados (los accionistas, los inversores) la incertidumbre, se reúne el consejo de administración de la compañía y encomienda a Ana Patricia Botín dirigirla. El Santander tiene presidenta. Del primer banquero de España a la primera banquera.