Hubo amigos, amiguetes y colegas interesados en pillar dinero de la Junta en los buenos tiempos, cuando se podía “distraer” dinero público para enriquecimiento privado sin que ninguna juez metiera las narices en aquel chollo. Pero ahora los amigos no existen. El caso de los EREs es sálvese quien pueda. Las cañas se han vuelto lanzas para Juan, Juan Lanzas. Ciudadano con una biografía interesante, el currículum estándar de quien se ha hecho un nombre por conocer gente y caer simpático. Un “seductor”, diría él; un “enorme embaucador”, dirán su antiguos compañeros del sindicato.
Lanzas escaló puestos en la UGT andaluza allá por los ochenta, sensible a los problemas de los trabajadores pero, a la vez, sensible a las inquietudes de los empresarios y, sobre todo, de la Junta. Hizo contactos. Se movía bien. No le gustó la pintada que un día apareció en la fábrica de Cárnicas Molina, embarcada en un ERE. La pintada decía “Lanzas, te lo estás llevando calentito”. Para entonces ya no estaba en la UGT, era empresario. Montó una empresa de asesoría que hacía informes, o fingía hacerlos, para empresas públicas andaluzas.
Los investigadores de la policía le atribuyen algo más que una simple participación en la trama de los EREs: era un tipo con ideas, hábil para el camuflaje, se le ocurrían cosas para que no se notara que el dinero que la Junta destinaba, oficialmente, a pagar expedientes de regulación de empleo acababa, chanchullo mediante, en el bolsillo de algunos pájaros, él entre ellos. El eficaz conseguidor resultó ser, también, un gran bocazas. Cuando hoy le ha visitado la policía en su casa de Jaén se habrá acordado de la frase que le persigue desde que alardeó ante un vecino de su pueblo: “Tengo tanto dinero que no sé qué hacer con él”, le dijo. Los vecinos, al correrse la historia, se preguntaron ya entonces “de dónde lo habrás sacado”. El ex sindicalista metido a mediador fue detenido ya hace un año, él y su señora, porque la juez tenía interés en preguntarle qué extraños poderes sobrenaturales le adornaban para haber sido capaz de prejubilarse de una empresa en la que jamás había trabajado. Hitemasa, se llamaba la firma. Redujo empleo y presentó una lista de prejubilaciones y bajas incentivadas. Ni Lanzas ni Patrocinio, su santa, habían trabajado nunca allí, la cuñada tampoco, pero los tres -decía la lista- se habían prejubilado.
Hoy lo han vuelto a detener. Es uno de los veinte detenidos por orden de la juez Alaya en Sevilla, Cádiz, Jaen, Madrid, Barcelona, Las Palmas. Hay abogados, empresarios, presuntos testaferros y un “camello” que se llama Goyo y que, como camello, no es presunto porque es el que le conseguía la droga a Trujillo, ¿se acuerdan de Trujillo?,chófer y compañero de juergas de Guerrero. Que se drogaran era cosa suya, que pagaran lo que se metían con el dinero que nos sacaban ya es cosa de todos, claro. Trujilllo y Guerrero están citados de nuevo ante la juez, que quiere aprovechar que ahora están más sueltos en sus declaraciones para confirmar algunas sospechas policiales.
Y no, entre los sospechosos de haber pillado de los EREs no está Cristine Lagarde. El registro que hoy se ha hecho en la casa de la jefa del Fondo Monetario Internacional no es cosa de Mercedes Alaya, sino de un juez francés que está investigando si hubo trampa, o trato de favor, a un empresario que se llama Bernard Tapie y que colaboró activamente en las campañas de Nicolás Sarkozy, antiguo jefe político de la señora Lagarde. Siendo ella ministra de Economía el gobierno francés actuó como árbitro en el pulso que mantenían el empresario y el Credit Lyonnais, un banco: se decidió que el empresario tenía razón y que el banco debía soltarle 285 millones de euros.
Lo que ahora investiga la justicia es si aquello estuvo bien resuelto o si pesó la afinidad política del empresario, es decir, se le hizo un goloso favor económico. Que le registren la casa no le habrá hecho ninguna gracia a la señora Lagarde, pero ella ha dicho que no pasa nada porque nada tiene que ocultar. Esto no es lo de Strauss Kahn, no está en sus planes renunciar a la dirección del Fondo Monetario Internacional, que es, como se sabe, una institución muy dada a mudar de jefe cada pocos años. Los dos antecesores de Cristine Lagarde acabaron cogiendo la puerta antes de lo esperado. Y hombre, está ahora mismo el Fondo Monetario como para ponerse a cambiar de responsable, con el fregao que tiene abierto en Chipre, isla a la deriva que hoy, como ayer, sigue necesitando que le presten diez mil millones de euros.
Diez mil como poco, porque si no quieren poner nada de su parte, la necesidad de capital subiría a los quince mil millones. Naufragada la idea de agarrar por las bravas el 6% del dinero que tienen en sus cuentas los clientes de los bancos, el presidente Anastasiades -qué estreno- anda a la caza de ideas nuevas. Una de ellas es echar mano de los fondos de la Seguridad Social- el dinero de las cotizaciones-, otra, aceptar la oferta de Chrisostomos II, líder de la iglesia ortodoxa chipriota, que propone hipotecar el patrimonio de la iglesia para obtener fondos. No ha dicho vender, ha dicho hipotecar. Los bienes de la Iglesia como aval para que alguien preste el dinero. Dinero que serviría para poner en marcha el rescate europeo y recibir el manguerazo de capital con el que sanear los bancos.
Aunque la idea de Chrisostomos II es fruto de su afán por ayudar al país, se da la circunstancia de que la iglesia de Chipre es uno de los principales accionistas del Hellenic Bank, una de esas entidades quebradas que podrían reflotarse con el dinero europeo. El gobierno no ha rechazado la idea, que seguiría necesitando, en todo caso, de alguien que ponga el dinero inicial avalado por los templos y los monasterios. Ese alguien puede ser Rusia: Putin prestando dinero a Chipre, con la garantía de la iglesia, para que la Unión Europea salve los bancos donde tienen guardado su dinero (hasta 20.000 millones) ciudadanos y empresas rusas y de los que es accionista la propia iglesia. Es como ver a Anastasiades, Chrisostomos y Putin jugando al Twister -pasa la pierna por ahí, el brazo, apóyalo aquí, por ahí no, Chrisostomos, que nos caemos-. No es Enredo, es un plan de salvamento. Al final van a tener que pedirle ideas a Juan Lanzas, el sindicalista de los EREs.