El casi seguro próximo presidente ha prometido a los franceses una revolución que en lugar de tumbar, revitalice y limpie el sistema. Lo mejor, les ha dicho, de las políticas de izquierdas, de derechas y de centro. Un cóctel que aspira a superar las etiquetas ideológicas con menos impuestos para las empresas, más ayudas a los desempleados, un sector público más reducido y una combinación del control de fronteras con la agilización de la concesión de papeles a inmigrantes y refugiados. Los gobiernos europeos respiran hoy aliviados porque el más europeísta de los candidatos es el que tiene todas las papeletas para convertirse en el nuevo jefe del Estado francés el próximo siete de mayo.
Le disputará el trono, ese día, Marine Le Pen, 48 años, abogada, eurodiputada de extrema derecha y partidaria de desmontar la Unión Europea sacando a Francia y regresando al franco. Liberar al pueblo es la misión que se ha autoasignado.
En la primera vuelta de las elecciones presidenciales, la señora Le Pen ha obtenido el 21,53% de los votos. Macron, el 23,75%. El problema, para ella, es que todas las encuestas previas anticipan que dentro de dos domingos Macron la batirá por un 60-40. Lo previsible es que le voten a él la mayoría de quienes ayer votaron a Melenchón, el candidato más parecido a Podemos, y a Hamon, el candidato del Partido Socialista. El Partido Conservador también recomienda votar ahora a Macron. De hecho, y de todos los posibles aspirantes, era quien mejores credenciales presentaba (según los sondeos) para ganarle a Marine Le Pen la elección definitiva.
El siete de mayo lo veremos.
De momento lo que han certificado los franceses es el desmoronamiento de los dos partidos tradicionales. Los conservadores liderados en esta ocasión por Francois Fillon, con un 19,91% del voto no pasan la criba. Los socialistas, con Hamón, apenas alcanzan el 8 % de los votos.
Las tres primeras posiciones han sido para aquellos que no tienen ninguna fuerza, a día de hoy, en el Parlamento. Macron encabeza una plataforma política creada por él mismo cuando abandonó el gobierno socialista de Hollande; Le Pen tiene un partido fuerte detrás pero cuya presencia en la Asamblea Nacional se ve frenado por la ley electoral de doble vuelta. Melenchon lidera un movimiento político que apenas tiene un año, aunque tenga entre sus raíces al Partido Comunista.
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Mirando a la segunda vuelta, los candidatos que han sido eliminados de la carrera toman posiciones y sugieren a sus partidarios qué deben hacer. Seguramente, el último de los mensajes relevantes que van a emitir de momento Fillon y Hamon, los candidatos de los dos partidos más fuertes de este país, Conservador y Socialista, que anoche asumieron su fracaso.
Le Pen exprimirá hasta donde pueda el todos contra mí, la idea de que ella es la candidata del pueblo frente a un Macron apadrinado por los poderes económicos y también, ahora, por socialistas y conservadores. Por ahí empezó ya anoche la campaña de la segunda vuelta.
A lo largo de la mañana iremos conociendo la valoración de los gobiernos europeos y de los partidos políticos que, en otros países, guardan relación o se sienten reflejados en las formaciones que compiten aquí, en Francia.
Si estas elecciones deciden el futuro de la Unión Europea, cabe decir que hay futuro.
La lectura española empieza por el Partido Socialista, embarcado el PSOE en sus primarias para escoger entre el susanismo, el pedrismo o el patxismo. No tardará mucho la candidata Díaz en mencionar que aquí los militantes socialistas escogieron al más izquierdista de los aspirantes, Benoit Hamon, el más próximo, digamos, a las posiciones de Podemos, y que el resultado ha sido el que se ha visto.
Como no tardará mucho Ciudadanos en subrayar que el probable próximo presidente francés, Macron, tiene al partido de Albert Rivera como referencia en España: es a Ciudadanos a quien se considera más parecido. Un regalo que le cae del cielo a Rivera.
Pablo Iglesias estuvo aquí haciendo campaña por Mélenchon. Su alma gemela no ha pasado la criba, es verdad, pero obtiene un 19 % del voto que le permite soñar con un grupo parlamentario nutrido en la nueva Asamblea Nacional de junio y quién sabe si con el sorpasso de izquierdas que Pablo en España aún no ha conseguido.
Y Rajoy…Rajoy tiene poco que celebrar. Lo más, que Francia va a seguir siendo Europea. El Partido hermano del PP, Los Republicanos, ha quedado cuarto en esta carrera. Y el presidente socialista Hollande, con quien Rajoy ha hecho estos años tan buenas amigas, va a esfumarse del Elíseo como un fantasma. Dejando en el sillón a uno que fue ministro suyo pero que sólo pudo llegar a sucederle porque dejó de serlo.
El nuevo revulsivo de la política europea se llama Enmanuel Macron. Que lo sepa Rajoy, que lo sepa Juncker y que lo sepa Merkel.