· Hay días que miro la curva y me parece que ya casi toca el suelo y días en que la miro y me parece que no baja. No sé si a ti te pasa. Que aunque todos los días parezcan iguales, hay días que se atragantan. Puede que sea el cansancio del mes de cuarentena que ya llevamos. O el cansancio de percibir en quienes nos gobiernan el afán de convencerme de que lo tienen todo controlado. Que hay un plan, sólido como una roca, y que todo sale como está calculado. Puede que sea el mes de cuarentena que aún nos queda, pero a veces la roca me parece arena y el plan no es más que una palabra. El afán de convencer cada vez me convence menos.
· Un mes con nuestras libertades recortadas y nuestros movimientos limitados y nuestras empresas medio-paradas y nuestros críos en casa y nuestros abuelos, y sus cuidadores, enclaustrados. Un mes con nuestros médicos dejándose los cuernos y apretando los dientes mientras les llaman soldados. Un mes de enfermeras envueltas en plástico que atienden pacientes en las habitaciones, no en campos de batalla.
· Caigo en la cuenta de que, de todo esto, no se cumple un mes. Todo esto ya había empezado cuando se decretó el estado de alarma. Quince de marzo. Llevábamos dos mil contagiados y 152 fallecidos.
· Hoy sigue. La epidemia. Sin que tengamos, me temo, las cosas claras. La pregunta de los últimos días, por qué siguen aumentando los contagios en cuatro o cinco mil al día si estamos todos confinados, no logró responderla ayer ningún alto cargo. Los enfermos que hoy se diagnostican debieron de infectarse en los días en que estábamos no sólo enclaustrados sino hibernados. Cómo, dónde y cuánto. Es ahora cuando debiera estar produciéndose la caída de la curva consecuencia de la famosa hibernación. Pero no es eso lo que se ve en los datos.
· Oigo al doctor Simón explicar que puede ser que ahora haya más positivos porque se están haciendo más test. Pero si ésa es la causa, no entiendo cómo vamos a poder comparar lo de antes con lo de ahora. Cómo saber si baja o sube la velocidad de contagio si hemos cambiado la muestra. Y si no hay manera de saber si bajan o suben los contagios, en qué va a fijarse el gobierno para determinar cuando tenemos el tsunami controlado. O en la jerga gubernativa de estos días, cuándo nos desconfinan, nos desescalan y nos siguen inundando de palabras y palabras y palabras.
· Hay días que me cuesta más ponerme a leer las cartas. Empiezo y nunca sé si quien escribe me acabará contando un alta o una despedida, una broma del crío en casa o una enfermera desfondada en el parking del hospital donde trabaja.
· Me hace ilusión cuando alguien me dice que ha empezado estos días a escucharnos. Javier, por ejemplo, de Huesca pero viviendo, solo, en Valencia. 25 años tiene. Una hermana médica en la UCI de Logroño y al padre, en Huesca, que es quien nos ha escuchado siempre. Porque Javier me confiesa que él la radio matinal, hasta ahora, poco.
Yo sí lo sé. Es el sonido de la radio que te devuelve, en efecto, a casa. El hilo invisible que te conecta a ti con tu padre y a ti con tu infancia. Me gusta esta idea de familias separadas ---cuál no lo está--- que se notan un poco menos separadas porque escuchan lo mismo a la misma hora.
Me ha enviado Javier una versión con la guitarra no del Facciamo sino del Vals de Caléxico que abre este diario.
· Familias separadas. Mariana y Cayetana, hermanas y residentes en París. Estudiantes. A los padres, Paco y Cristina, los tienen en Madrid. ‘Tenemos asumido’, me dicen, ‘que aún nos queda mucho para volver a abrazarnos. En Francia teemos la suerte de que podemos salir a pasear de siete de la tarde a diez de la mañana’. Qué paseo tan largo, me digo. ‘Mi hermana está sana y mis padres también, y sin embargo, cada vez llevo peor la situación, no sé cómo explicarlo pero me hace sentir culpable saber que hay tantas familias que han perdido a alguien’.
· Familias separadas. Que lo son todas. Ramón, de Sabiñánigo, que tiene dos hijos viviendo en Francia, uno en Logroño. Tres nietos que en septiembre serán cuatro. Vive solo con su perrita Panchi y son el piano, la lectura y la radio lo que le ayuda a sobrellevar el aislamiento y el duelo. Porque Ramón perdió en noviembre a su mujer, por un cáncer. Porque fueron catorce meses de operaciones, quimioterapia, radiocirugías, y de ir viendo cómo se iba apagando. Mariangel se llamaba. Sonriente, sociable, alegre, con ella conoció, amó y vivió Italia. El Véneto. Los hijos fuera, el duelo y la perrita en casa. Sueña Ramón con el día en que pueda volver a hacer senderismo en los Pirineos.
· Francisco Javier me habla de un fallecido, Salvador Salcedo, Salvi. El doctor Salcedo trabajó muchos años de jefe de neonatología en el Vall d’Hebrón de Barcelona. Ahora estaba jubilado, 71 años, y ha sido en ese mismo hospital donde se ha apagado su vida. Esposa, tres hijos, seis nietos. Veo que nuestro oyente le conocía bien, porque me habla de su voz grave, sus gafas minúsculas, su pragmatismo y su legión de discípulos, los pediatras. Sí que le conocía, sí, tanto que él mismo fue paciente de Salvi cuando era un crío.
· Me ha recordado su historia a la de Alicia, la enfermera de maternidad de La Paz. Imagino que es común que las personas que han trabajado toda la vida en un hospital vivan sus últimas horas también en ese hospital. Quiero pensar que para ellos, y en estos tiempos de muerte en soledad, es lo más parecido a morir acompañado en casa.
· Marta me explica que trabaja en ayuda domiciliaria, en Madrid. Acude a hogares donde viven personas dependientes: ancianos, enfermos, discapacitados. 'Son días duros’, me dice, ‘personas que necesitan que las duchemos, o que las levantemos de la cama, o que las demos de comer. Algunas de ellas se han contagiado y es difícil aguantar cuando te mira alguien de noventa años, con los ojos llorosos y te dice que tiene miedo, y tú, con tu mascarilla y tus guantes tratas de indunfirle ánimo a dos metros de distancia’
· Ah, Belén, que es la madre de Marta, también es de las oyentes recién llegadas.
. Creo que tiene razón Marta, y cada día me lo recuerda alguien: el daño que no se ve pero que también es daño, ‘nos va a dejar todo esto tan tocados’, escribe, ‘que no sé cuánto nos va a costar recuperarnos’
· Leo títulos en la prensa de la mañana: ‘El coronavirus reduce la ventaja del PSOE sobre el PP’, ‘El coronavirus apenas pasa factura al PSOE’. No sé a ti, pero a mi me importa un comino (que diría la señora Bassa) quién ganaría hoy las elecciones si se celebraran. Otro título: ‘El 90 % de los españoles cree que la oposición debe apoyar los pactos que propone Sánchez’. ¿Acaso sabe alguien ya qué llevan dentro esos pactos? Si preguntas sobre la nada, la respuesta que obtienes es nada.
· Han difundido el CIS un barómetro raruno que hay que leer con mascarilla en el que lo interesante no son las respuestas sino las preguntas. Confieso que yo ignoraba que el CIS era una actividad esencial. Y que Tezanos estaba telecocinando.
· Opino que rezuma la encuesta aroma sanchista. Por los términos que elige y por los temas. No dice coronavirus, dice Covid-19, como Sánchez. No aparecen en ninguna pregunta los médicos, ni las mascarillas, ni los hospitales, ni los difuntos. No se pregunta en qué acertó y en qué se equivocó el gobierno. Ni si fue un error mantener los espectáculos deportivos y las manifestaciones cuando ya teníamos cientos de contagiados. Ni si fue un avance lo del mando único o entorpeció las cosas. Se pregunta por el coronavirus ocultando el coronavirus. Que si cómo cree usted que habría gestionado esta crisis Casado. ¿Perdón? Que si le parece bien que el gobierno atienda a los expertos o es mejor que tome decisiones. ¿Cuál es el dilema? Se pregunta por los asuntos que el gobierno quiere que ocupen el debate público: los pactos políticos, lo bien que nos hemos confinado. Y naturalmente, los bulos.
· No alcanzo a ver qué tiene de esencial, ni de urgente, preguntar a los españoles por la censura previa. Ni siquiera entiendo la pregunta que se les. ‘¿Cree usted que debería remitirse toda la información sobre la pandemia a fuentes oficiales o que hay que mantener libertad total para las noticias?’ No entiendo qué significa remitir la información a fuentes oficiales. Ni por qué se plantea como si hubiera que elegir entre combatir los bulos y mantener la libertad de dar noticias.
· Amigos del CIS, los bulos no son informaciones, son bulos. Las mentiras no son informaciones engañosas, son mentiras. Contra los bulos y las mentiras ya tiene herramientas el Estado. Se llaman código civil y penal. Utilícense para evitar que se estafe al público. Pero no se utilice la coartada de que hay bulos para instalar aquí la censura previa. No se erija nadie en guardián de la pulcritud para silenciar opiniones que molestan o controlar cómo y de qué se informa. Porque eso también es una estafa.
· Este tuit de Elena Valenciano me representa: ‘Cuidado con las fake news pero mucho más cuidado con la libertad de expresión’.
· Se anuncia que el gobierno ha pactado por fin con el gobierno lo del ingreso mínimo vital. Enhorabuena al gobierno por haber sacado adelante su propuesta y también al gobierno haber sacado adelante la suya.
· Entre el PSOE y Podemos habrá tensiones, pero nada parecido a lo del PP y Ciudadanos en el gobierno de Madrid. Aguado reclamando balón y Ayuso tumbándole lo que propone. El consejero de Asuntos Sociales, que era el que lleva al principio las residencias, acusando al de Sanidad de no haberlas medicalizado. Uno calcula dos mil seiscientos fallecidos sin diagnóstico y el otro dice que son cinco mil. Qué espectáculo de coalición. Qué tranquilizador es todo.
· Esta versión al piano del Facciamo también la ha enviado un oyente. A este paso podremos tendremos que editar toda la banda sonora (que los oyentes hacéis) para el programa.
· Vi el reportaje de Antena 3 y La Sexta anoche. El trabajo en los hospitales. Lo laborioso que es ponerse y quitarse la bata, los guantes, la mascarilla, las gafas. La frustración de no poder sacar adelante a todos los pacientes.
· María es coruñesa en Oviedo y me ha escrito para hablarme de la tetina. La tetina del biberón. El lunes cumplió cinco meses su bebé, Isabel. Que como dice su madre, ha pasado un quinto de su vida confinada. Sin enterarse, vale, pero confinada. Jaime, que es el padre, sale de casa a las siete para irse a atender la ganadería que tiene. Y deja en la mesilla el biberón de Isabel preparado. Así que cuando la niña se despierta, hambrienta, María le enchufa el bibe. En cuanto empieza a beber, se le duerme. Y así echa un rato, medio grogui pero sin soltar la tetina. Sólo la suelta un poco, atención, cuando suena aquí el Facciamo. Y María cree que es porque le nota el corazón contento cuando la oye. Como Marisol. Tengo el corazón contento.
· En casa de Juan lo del confinamiento ha sido mano de santo para la relación entre sus dos críos. Mateo y Gonzalo, 8 y 10 años. Juan, que es farmacéutico en un pueblo de Ourense, debe de estar ahora mismo en el garaje escuchando la radio. Se espera al Facciamo para arrancar y marchar a la farmacia. No sabe si sus hijos son del todo conscientes de lo que estamos pasando, pero él está sorprendido de lo que ha mejorado la relación entre los dos hermanos. Que ahora es como si fueran los dos mejores amigos del mundo. ‘Se cuidan’, me dice, ‘se ayudan a superar el aburrimiento’. Y cuando los padres les castigan, ni se enfadan ni nada.
· Daniela está entrenando para quitarle el trabajo a su madre en Onda Cero Guipuzcoa.
Como las buenas locutoras cantantes, Daniela se sale del guión y canta un poco lo que le parece.
Familias separadas. Cuál no lo está. Unidas por el hilo invisible de la radio. Voy a mirar otra vez la curva a ver si ahora ya la veo (hago ver que la veo) a punto de tocar el suelo. Facciamo. Finta. Che.
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