Monólogo de Alsina: "El comunicado más exitoso de la Historia"
Carlos Alsina reflexiona en su monólogo de Más de uno sobre el anuncio de las farmacéuticas Pfizer y BioNTech de la eficacia del 90 % en su vacuna contra la Covid-19.
Madrid |
Más lejos no estamos. Y tampoco nos hace daño pensar que sí, que estamos más cerca. ¿De qué? De la vacuna. De poder disponer de ese producto que haga que nuestro cuerpo aprenda a defenderse con eficacia del maldito coronavirus.
No, vacuna todavía no hay. Fecha para empezar a vacunar, tampoco. Lo que hay ---usted lo escuchó durante el día de ayer--- es el anuncio que ha hecho una de las multinacionales farmacéuticas que está trabajando en este asunto, Pfizer, que dice que los ensayos clínicos arrojan un resultado premilinar muy positivo: nueve de cada diez voluntarios adquieren inmunidad contra el coronavirus. Lo siguiente es saber cuánto dura esa inmunidad, y para eso hace falta dejar que pasen días.
Viniendo de donde venimos y estando donde estamos ---viniendo de nueve meses en los que han enfermado de covid cincuenta millones de personas en todo el mundo, han muerto un millón trescientas mil; estando en una segunda ola que está contagiando sólo en España a cuatrocientas mil personas cada mes y que ha alterado nuestra forma de convivir de manera drástica--- todo lo que sea avanzar hacia la ansiada vacuna nos sube la moral porque nos da esperanza. De ahí que ayer, al difundirse el comunicado de Pzifer la palabras más escuchadas (también entre los científicos) fuera éstas: esperanza y emoción.
Lo del 90 % es lo que más sorprendió, para bien, a los virólogos como López Guerrero, que anoche compartió sus impresiones con Vicente Vallés. Como bien decía el virólogo, es la compañía la que dice que es estamos ante un logro histórico.
Porque, sin ánimo alguno de restar relevancia al tema, los medios de comunicación tendremos que admitir ante ustedes que todo lo que sabemos de la vacuna de Pfizer es lo que ha contado… Pzifer. Ésta es una de esas historias que tiene sólo una fuente informativa y que, nadie lo niega, es parte interesada. En rigor lo que llevamos casi un día comentando los medios es un comunicado de prensa de la farmacéutica. Contamos lo que ella cuenta. Aún no ha facilitado sus ensayos clínicos a revistas especializadas ni ha pasado el examen de las agencias estatales de salud. Ojo, no significa que lo que dice Pfizer y su socia alemana no sea cierto. Significa que la regla ésa del periodismo que dice que ha de haber tres fuentes independientes que confirmen una noticia en este caso no hay manera de aplicarla. Honradamente tendremos que admitirlo. Y en favor de la multinacional hay que decir que ésta es la prueba, fíjense, de su reputación: lo que pone en una nota de prensa damos todos por hecho que es correcto. Y si su consejero delegado dice que ha sido un día histórico, no va a salir nadie a discutírselo. Es el comunicado de prensa más exitoso de la historia.
Hoy no hay coro de voces que denigre a las compañías farmacéuticas porque sirven a intereses privados, hacen negocio con sus productos y enriquecen a sus malvados accionistas.
Bien al contrario. Hoy se celebra que una compañía privada, asistida con financiación pública, libere al mundo de la servidumbre que hoy supone el coronavirus. Si la primera vacuna eficaz la consigue un laboratorio privado o un centro de investigación público no parece que esta vez sea tema de debate. Nadie le ha reprochado a Pzifer, o a BioNTech, el notable incremento del valor de la compañía cuyas acciones se dispararon ayer en todas las bolsas.
Hay portavoces gubernamentales que transmiten en las redes su entusiasmo por el comunicado de la multinacional farmacéutica al tiempo que nos informan de que la victoria sobre la enfermedad se la deberemos al sector público. Lo previsible es que se la debamos tanto a un sector como al otro. Hay financiación pública y hay iniciativa privada. Qué hartazgo andar dividiendo cada día el mundo en buenos y malos. ¿Las farmacéuticas son buenas, porque nos venden sus vacunas, o son malas, porque sus vacunas nos las venden?
El dato más doloroso del madito coronavirus, como contamos cada día, es el de las personas fallecidas. Es el dato irreversible que ya nada ni nadie arregla. Cada día se actualizan los datos de las jornadas anteriores y sólo una semana después empezamos a tener la dimensión exacta de cómo fue cada día. El boletín de ayer del ministerio de Sanidad refleja que el miércoles de la semana pasada alcanzamos los doscientos fallecimientos en un día. Y que la media de la semana anterior fue de 180.
Estos días estamos subrayando que los indicadores principales (incidencia acumulada, positivos de pcr, hospitalizaciones) permite pensar que las restricciones a la movilidad que empezaron hace cuatro semanas en casi todo el país han tenido el efecto de frenar la velocidad de los contagios. El de las camas de UCI ocupadas es el que ayer salió peor: del 29% del jueves ha pasado al 31%. Pero en conjunto, la situación no ha cambiado mucho en la última semana.
Lo que no se frena es el incremento de fallecidos, porque hoy se nos están muriendo quienes enfermaron gravemente hace semanas. La interpretación más amable de los indicadores (y es una intepretación cierta) es que la epidemia ha frenado su ritmo de crecimiento. La intepretación más amarga (y es tan cierta como la anterior) es que con una incidencia de 529 por cien mil y un 30% de camas de UCI ocupadas por covid nos esperan aún muchos días con 180 ó 200 fallecimientos diarios. Les ahorro hacer el cálculo de cuántas vidas terminan en una semana, o en un mes, si no logramos empezar a recortar (no sólo contener) los contagios.