EL MONÓLOGO DE ALSINA

El monólogo de Alsina: La convención del PP ha empezado sin Bárcenas, auque teniéndole presente

Les voy a decir una cosa.

En otros tiempos no sólo habría asistido, sino que se habría encargado de anotar en el libro correspondiente a qué empresa se le ha contratado el montaje del acto y cuánto ha cobrado. Cuánto y cómo ha cobrado, si en A o en B, en orden con Hacienda y ocultándoselo.

ondacero.es

Madrid | 23.01.2015 20:40

Bárcenas ya no está en el PP, aunque él diga de guasa que no descarta pedir el reingreso. La convención de esta tarde ha empezado sin él, aunque teniéndole presente. No en las intervenciones o las declaraciones públicas (ahí, claro, ni palabra sobre “esta persona”), pero sí en las charlas privadas de los asistentes, con expresiones como “qué pajaro”, “qué tío” o “qué sinvergüenza”. Que las puertas de la convención popular se hayan abierto menos de veinticuatro horas después de que se abrieran, para Bárcenas, las puertas de la cárcel es una circunstancia incómoda para los organizadores.

Rajoy y Cospedal quieren que se hable de recuperación económica, de si será Esperanza Aguirre candidata o pasarán de ella, de la flojera del PSOE y del abismo en que caería España si llegara al gobierno Pablo Iglesias, pero va Bárcenas y nada más salir de la cárcel se chotea del presidente anunciándole que “ha sido fuerte”. Primero el choteo y luego la ironía: no existe una contabilidad B del partido, dijo anoche, existe una contabilidad que es la que reflejan sus apuntes, el resto es cuento, números amañados para salvar el examen del Tribunal de Cuentas y mantener ocultas las irregularidades. Eso, anoche. Pero es que hoy se personó en el juzgado para fichar (de momento no se ha fugado) y añadió que por supuesto que Rajoy estaba al tanto de cómo se llevaban las cuentas. “Lo estaba desde el principio”.

Este añadido tiene su aquel, porque “el principio” de las anotaciones de Bárcenas es el año 90, cuando el PP aún no había llegado por vez primera al gobierno y cuando el líder máximo estaba lejos de ser Rajoy. Todos aquellos primero años el secretario general era Cascos y el presidente era Aznar. Pero Bárcenas, que afirma que Rajoy lo sabía todo, no alcanza a decir lo mismo de Aznar. De Aznar, en realidad, nunca ha dicho nada. Aunque hace ahora año y medio Interviu publicó esta confidencia que el recluso Bárcenas había hecho a personas de su confianza: Aznar no me ha llamado ni una vez y eso me duele, puede que no sea un tipo muy humano, pero si estuviera gobernando él, yo no estaría en la cárcel”. Que era su forma de decir que Rajoy era un tibio por no forzar la mano al ministros, el fiscal, el juez y quien hiciera falta para salvar al tesorero de la quema. Y para neutralizar a Cospedal, por supuesto, su bestia negra. También para ella tuvo un recado Bárcenas esta mañana, en el trasero de Floriano, por cierto. “El problema del PP no es de piel”, dijo, riéndose del vídeo de cinco en familia, “el problema del PP es de cerebro”.

Veintitrés de enero, viernes. Mientras Podemos espera celebrar el domingo su primera victoria electoral pero en cabeza ajena (Syriza en Grecia, y a ver si así escampa el feo asunto del falso empresario Monedero), mientras IU confirma a Alberto Garzón como su candidato en generales y el PSOE anda metido en conspiraciones y apuñalamientos, el Partido Popular abre su convención con Aznar como animador del cotarro.

Le ha permitido Rajoy que se sienta, durante un par de horas, como si aún fuera el líder del partido. “Como si” y sólo por un rato. Ha contado Rajoy con Aznar para su convención no porque vuelvan a tener una relación fluida, no porque hayan recuperado, ambos, aquella confianza que, al parecer, en algún momento de su historia tuvieron, sino porque Rajoy entiende que le conviene ahora que aparezca Aznar y porque a éste nunca le ha disgustado el papel de revulsivo al que se recurre cuando las cartas vienen mal dadas. El grado de sintonía que mantienen ambos viene a ser parecido al que mantienen Sánchez y Zapatero, o sea, ni sintonía ni nada que se le parezca. Pero igual que el PSOE pretende hoy que creamos que anoche se percibió un clarísimo afecto y entendimiento entre sus dos dirigentes (un cuento), el PP pretende que creamos que a Aznar se le tiene siempre en cuenta y que las veces que no se deja ver en actos de partido es porque su apretadísima agenda se lo impide (otro cuento). No son amigos, son políticos.

Y así como Zapatero desdeña a Sánchez por haber repudiado su reforma express de la Constitución, Aznar ve en Rajoy a esa mala elección que él mismo hizo una vez y que ha llevado al PP a convertirse en un partido sin pulso y sin proyecto reconocible (y con una dirección ideológicamente inane). Ni Aznar ni Rajoy olvidan ni perdonan. Fue el segundo quien dijo un “hasta aquí” el día que el primero se despachó en Antena3 contra su falta de sustancia y fue el primero quien emuló a Juncal y dijo “tomo nota” el día que le hicieron el vacío en la presentación de sus memorias. Pero el año viene como viene, colmado de exámenes en las urnas y con las encuestas anunciando un descalabro de los populares.

En su intervención de esta tarde ha expuesto Aznar lo que él entiende que debería hacer, debería ser y dónde debería estar el Partido Popular. Huelga añadir que, si cree necesario exponerlo es porque entiende que ni es ni está ni hace lo que le corresponde. Tan cálida ha sido  la intervención hacia Rajoy que sólo le ha nombrado una vez, un querido Mariano más protocolario que otra cosa.

Nada que ver con aquel “Enhorabuena, Mariano, felicidades presidente” con que empezó su discurso en el congreso del partido hace tres años. “Tenemos que despejar niebla y confusión sobre lo que somos y lo que queremos”, ha dicho esta tarde, “tenemos que aspirar a ser los mejores, no a ser los menos malos”. De nuevo, por tanto, el reproche implícito a Rajoy por su bajo vuelo (por lo que Aznar entiende que es su bajo vuelo). A partir de ahí, la cita electoral de noviembre presentada como hito histórico en el que está en juego no el futuro del PP, sino el de España. Un clásico, por otra parte, en los discursos pre-electorales de Aznar: o gana el PP, o España se va a tomar viento. No hay alternativa: a un lado, la centralidad reformista y patriótica que encarna el PP, antídoto de todos los males, al otro una izquierda radical que sólo busca destrucción y revancha.

Al lado de la vehemencia, y contundencia retórica, de un Aznar, el discurso que hilvanó unos minutos después Dolores de Cospedal quedó reducido a mero trámite.