Madrid, la ciudad más poblada de España. Lunes por la mañana, hora punta y despliegue de policía para hacer cumplir esto que llaman confinamiento perimetral. Es decir: que los miles de ciudadanos que residen en la capital pero trabajan en otro municipio y los miles que residen fuera pero van a trabajar a la ciudad podrían ser parados en un control para solicitarles que demuestren que tienen una razón justificada para entrar o salir de la ciudad confinada. Trabajar es uno de los motivos que permiten eludir el confinamiento. Y si hay una región donde la mayoría de la gente trabaja bastante lejos de donde vive es Madrid. Con razón dicen las autoridades que los controles van a ser aleatorios: como se pongan a pedir papeles a todos los conductores de la M-30, a todos los usuarios del cercanías o a todos los viajeros del metro que bajen o suban en estaciones de otros municipios (el metro de Madrid llega mucho más allá de Madrid) hoy no llega nadie a trabajar a su hora.
Los movimientos durante el fin de semana se han reducido. Normal. Ante la duda, la mayoría de los vecinos se queda en su calle, en su barrio, en su casa, y se deja de líos. Éste es uno de los motivos de que los confinamientos sean efectivos: las pocas ganas que tenemos de andar toreando normas. El otro es que muchos ciudadanos confunden no poder salir de la ciudad con no poder salir del portal y se resignan a pasar la mayor parte de su tiempo dentro. La curva, inevitablemente, se resiente. Pero los ingresos de las tiendas, los bares, los restaurantes, los teatros, también. Y el equilibrio entre estas dos cuestiones, atajar los contagios sin enterrar los comercios, sigue siendo la madre de todas las discusiones.
Atribuir confusión a los madrileños tiene poco mérito. ¿Qué otra cosa, sino confusión, van a tener después de las dos semanas que han tenido que tragarse por obra y gracia de las admnistraciones? Que si unidad, unidad, unidad, que predicaban Sánchez y Ayuso, actores ambos, en un bosque de banderas. Que si ahora estamos de acuerdo, ahora ya no lo estamos, ahora volvemos, ahora lo dejamos, ahora por áreas sanitarias, ahora por municipios, ahora me revuelvo, ahora lo acato.
El alcalde Almeida admite la confusión general, dice que hace autocrítica por el espéctaculo que se ha dado y manifiesta su disgusto por la forma en que se han impuesto las medidas. Según el gobierno regional, las restricciones que empezaron hace dos semanas, por barrios, han tenido como fruto que el porcentaje de camas de hospital ocupadas está bajando. Eso lleva a la señora Díaz Ayuso a decir que lo del gobierno central es una farsa. No pares, sigue, sigue, no pares, sigue, sigue. Ayuso no ceja en su ofensiva contra el gobierno central y el gobierno central no ceja en su ofensiva contra Ayuso.
Y entre tanto el alcalde Almeida pidiendo serenidad, no a los suyos, o a los otros, sino a los ciudadanos.
Serenidad. El antídoto contra los gobernantes que nos estresan.
Muy comentado ha sido el manifiesto que ayer difundieron cincuenta y cinco asociaciones de médicos, enfermeras y farmacéuticos de España. Que muy hartas tienen para haber invertido un dinerito en pagar dos páginas de publicidad en varios diarios nacionales. ¿Hartas de qué? Pues del desgobierno que perciben en el modo de proceder de las autoridades políticas.
El título del manifiesto es éste: 'En la salud, ustedes mandan pero no saben'. Se lo dicen, con letras muy gordas, al presidente Sánchez y a los presidentes de las comunidades autónomas. ¿Y qué les exigen? Pues que aparquen el enfrentamiento político y la lentitud burocrática y apuesten por la acción. Que inviertan más recursos, unifiquen criterios y aprueben un protocolo de actuación en todo el país al margen de sesgos políticos. Ofrecemos, dicen, nuestros conocimientos.
El bocinazo es comprensible sabiendo de donde venimos, pero es injusto atribuir ignorancia e inconsistencia profesional y humana a todos los gobernantes. Aunque sólo sea porque la mayoría de los consejeros de Sanidad de los gobiernos autonómicos son médicos, de especialidades diversas y con experiencia desigual, pero tan médicos como los integrantes de las asociaciones médicas que firman el manifiesto. Es una gran verdad que, en España, el choque político lo distorsiona casi todo, empezando por la gestión de una epidemia que en marzo fue dirigida por el gobierno central (con los peores indicadores de casi todos los países europeos) y en septiembre ha estado dirigida por los gobiernos autonómicos (con los peores indicadores nacionales de casi todos los países europeos). Pero también es una gran verdad que no todas las comunidades autonómas han sufrido el sindiós de la guerra entre administraciones; que hay regiones donde los números están bajo control y sin motivos para preocuparse; y es una gran verdad que quien gobierna ha de atender, sin duda, al criterio médico y epidemiológico, pero también ha de sopesar las contraindicaciones de las medidas que se manejan.
El presidente del colegio de médicos de Madrid sostiene, por ejemplo, que con criterios clínicos en la mano el confinamiento perimetral de Madrid es absurdo. Porque aumenta la movilidad entre barrios con más contagios y barrios con menos y porque las medidas anteriores ---sostiene--- ya estaban aplanando la curva. Es decir, lo mismo que está diciendo Díaz Ayuso. Pero el responsable de pandemias del gobierno, Simón, mantiene lo contrario: que el dato de hospitalizaciones no refleja la evolución general de la epidemia y que es mejor confinar la ciudad entera que confinar por barrios. Ambos son científicos. Por eso cuando se invoca la Ciencia se está invocando, en realidad, a un científico concreto y no a otros.
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