El primero de los fichajes acaba de coger la puerta. Hoy dejará el escaño y abandonará Ciudadanos. El segundo lidera el grupo parlamentario por la ausencia temporal de Arrimadas y hoy defenderá el acuerdo al que ha llegado con el gobierno de Sánchez-Iglesias para prorrogar el estado de alarma.
Marcos de Quinto y Edmundo Bal.
Uno ha ido a menos y el otro ha ido a más en el nuevo universo naranja. Bueno, llamarlo ‘universo’ seguramente es excesivo teniendo en cuenta el soberano castigo que encajó este partido en las últimas generales y que dejó su grupo parlamentario en las raspas. Según la interpretación más extendida entre los analistas, por haber acabado haciendo lo mismo que le criticaba a Sánchez: obcecarse en el ‘no es no’ facilitándole al presidente la coartada para ennoviarse con Iglesias y con Rufián y Junqueras ejerciendo de padrinos de la boda. Boda de conveniencia, pero boda.
Parece que han pasado cinco siglos pero sólo han pasado cinco meses. Del gobierno de coalición al que Sánchez llegó como llega Sánchez a las cosas que le desagradan, a rastras y sólo para evitar su naufragio; y de la caída de Albert Rivera, fracasado su plan para liderar la oposición a base de satanizar el sanchismo y a Sánchez. Unos ganan, otros pierden. Salvo Sánchez, que perdiendo pie y encajando el gatillazo electoral, terminó ganando cuatro años más en la Moncloa. Bueno, dar por seguro que estará cuatro años es mucho aventurar sabiendo que el suyo siempre va a ser un gobierno en minoría parlamentaria. Sometido a la negociación permanente (y al precio) que le quieran ir poniendo en cada momento estos socios tan leales que se buscó para la investidura: el PNV que ha estado amagando con torpederale el estado de alarma y la Esquerra Republicana que directamente se lo ha torpedeado.
Quién le iba a decir a Inés Arrimadas, cuando empezó la epidemia, que esto de la alarma acabaría siendo no sólo la oportunidad de empezar a marcar perfil propio, sino la prueba de que no todos los que hicieron carrera con Rivera iban a querer seguir con ella. La baja de Marcos de Quinto, fichado como futuro ministro de
Economía y, un año después, apenas polemista tuitero, es la última, de momento, que encaja el Ciudadanos de Arrimadas. Este partido que ha elegido no exigirle a Sánchez cambios drásticos ---repudiar a Iglesias, por ejemplo, o desmontar la mesa de negociación con el gobierno independentista catalán, por ejemplo--- sino cesiones concretas: una prórroga del estado de alarma de sólo quince días, la ampliación de la prestación por cese de actividad para autónomos, que en julio siga habiendo actividad parlamentaria. ¿Es un éxito de Ciudadanos haber hecho recular al gobierno o es un éxito de Sánchez haber subido la puja a un mes de prórroga para poder tener sus quince días con menos debate, y a menor precio, que hace dos semanas?
En la refundación de Ciudadanos, y habiendo interpretado que el hundimiento se debió al ‘no es no’ del año pasado, Arrimadas, naturalmente, asume riesgos. Resituar al partido y transformarlo de fiera oposición en socio alternativo (ser lo que una vez fue pero luego dejó de ser) puede traerte votantes de aquellos que se fueron y puede espantarte a los votantes que aún tienes. El principal riesgo no es que se descuelgue Giratuta, o Marcos de Quinto. El principal es ser visto como el socio suplente y contorsionista. Que lo mismo pone el grito en el cielo contra el gobierno central por castigar a Madrid que saca del apuro al gobierno central en el Congreso cuando a Rufián le viene mal retratarse a su lado. El riesgo de que superado el estado de alarma, Sánchez vuelva a ser el que fue, mande a paseo a los naranjas, se encame de nuevo con Junqueras y busque cualquier coartada para resucitar lo de las tres derechas, el blanqueo de Vox y el trifachito.
Sólo una de las encuestas que se han publicado estas semanas –-tan poco fiables no habiendo elecciones a al vista y estando en la inédita crisis en la que estamos— sólo una dice que a Ciudadanos le están yendo bien las cosas. Y el problema para Arrimadas es que esa encuesta es la de Tezanos. El CIS de Tezanos.
La misma encuesta que dice que hace una año, sin coronavirus, sólo el 35 % de los españoles consideraba que su situación económica personal era buena y que ahora son el doble: un 70 % que o no se ha enterado de nada o ha encontrado en el coronavirus una inyección de moral incomprensible. El CIS de Tezanos.
‘No confíen ustedes en las encuestas’, les dijo Tezanos a los diputados. No, hombre, si en quien no confían es en usted.
Por hacer preguntas como ésta que incluye el último barómetro: ¿cómo ve la situación económica al margen del covid? ¿Perdón? Podría haber preguntado: ¿Cómo ve la situación económica al margen de la economía? ¿Cómo ve la crisis sanitaria dejando de lado el coronavirus? ¿A qué huelen las nubes, dígame, pero dígamelo al margen de las nubes? Visto lo visto, dediquen la partida que se destina a esta encuesta a comprar mascarillas, o geles, o cualquier cosa que resulte útil.
Esquerra Republicana está enfurruñada porque Sánchez se ha buscado el salvavidas de Arrimadas y eso les deja a ellos devaluados. Si no son necesarios, a ver cómo proclaman desde la tribuna del Congreso que caerá el gobierno si no traga con la autodeterminación de Cataluña. Sacó un comunicado anoche que dice que el gobierno tiene que elegir: o ellos, o la derecha. En Cataluña, ellos ya eligieron hace cinco años ir con la derecha a todas partes. Por eso gobiernan con la antigua Convergencia Democrática, que nunca fue un partido muy rojo.
Pablo Iglesias, que va de rojo, se dolió ayer de tener que deberle el estado de alarma a Ciudadanos y no a la izquierda independentista, que para él siempre fue más grata.
Si el PP no es civilizado porque vota en contra, de Junqueras se supone que piensa lo mismo el vicepresidente morado. Junqueras, incivilizado.
Le dijo ayer Iglesias, por cierto, a Ferreras que esto de los escraches en las casas de los ministros le parece mal porque se sabe cómo empieza y no cómo termina.
Los escraches ahora son crispación. Pues tiene razón Iglesias. Se sabe cómo empieza pero no dónde acaba. Empieza con el escrache a Soraya Sáenz de Santamaría, o a Cifuentes, y acaba con el escrache a Pablo Iglesias. Ya le pasó a Ada Colau, escrachadora mayor del reino. Que tuvo que soportar insultos en la plaza de Sant Jaume siendo ya alcaldesa y le pareció fatal. Y eso que no era en su casa, sino en el ayuntamiento.
Dejen en paz a la gente en su casa. A los políticos, a sus familias, a sus hijos, a sus vecinos.
El escrache no se define por cómo son quienes lo ejecutan o qué motivos alegan –-esto que hace Echenique de bendecir que escracheen los humildes maltratados por malvados de guante blanco y condenar que lo hagan los pijos pudientes, qué manía en repartir y retirar derechos según el adjetivo que al repartidor mejor le cuadre—, el escrache se define por el acoso que supone: el acoso y la invasión de la esfera privada. Los que acosan lo que buscan es que todo el mundo sepa quien vive allí para hacerle la vida imposible. Y sí, es comprensible que hoy tengan que andar clasificando los escraches en aceptables y reprobables quienes en su día alentaron que se acosara a quienes gobernaban y ahora se ven ellos mismos sufriendo el acoso: si hubieran trazado una línea roja a tiempo hoy lo tendrían más fácil para hacerse pasar por frailes.
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