opinión

Monólogo de Alsina: "Desescalada a tientas"

Diario de la pandemia. Veintinueve de abril. Ya queda un día menos para dejar todo esto atrás.

- Moreno Bonilla: "En algunos momentos se está abusando del estado de alarma"

Carlos Alsina

Madrid | 29.04.2020 08:19

· (Para dejar la epidemia atrás y para dejar el confinamiento y el estado de alarma atrás). Estado de alarma vamos a tener hasta final de junio (y aún no hemos terminado abril). Y confinamiento, te confieso que no sé hasta cuándo vamos a tener.

· He intentado hacerme una planilla, como la que ponéis las madres y los padres en la puerta de la nevera con lo que vais a hacer para comer cada día, pero poniendo lo que estará permitido hacer según las fases que ha establecido el gobierno. He mirado los documentos oficiales buscando cuándo podré salir a la calle a hacer lo que considere oportuno y sin tiempo limitado y no sé qué decirte. Sé que el sábado podemos salir los adultos a pasear un rato, acompañados de convivientes. Sé que el lunes pueden abrir las peluquerías y las tiendas pero sólo para atender con cita previa. Si abre la ferretería puedo ir a recoger un martillo si antes he quedado con el ferretero. Y sé que durante dos semanas esto es todo lo nuevo que vamos a poder hacer. Para mediados de mayo, ya iremos viendo.

· No sé con qué sensación has empezado el día tú. Si con satisfacción, porque las cosas de antes, poco a poco, van volviendo. O con decepción porque te habías hecho a la idea de que podríamos viajar a otra provincia a visitar a la familia antes de que acabara junio. Si te anima pensar que ya estamos enfilados hacia la salida de la peor crisis de salud que hayamos vivido, o te desanima saber que ni mayo ni junio van a ser aún ni medio normales. Lista de actividades autorizadas y el resto, por omisión, prohibidas.

· Veo que han vuelto las bromas y los memes, por lo de las fases. Las bromas y los memes que estaban por todas partes cuando empezó el confinamiento y que luego fueron escaseando porque la privación de libertad da para pocas bromas, incluso cuando la razón es librarnos del contagio. Que hoy haya tanta guasa sobre las fases es signo de que el horizonte va cambiando. Cunde la percepción de que la epidemia va a menos y la emergencia ha dado paso a una rutina dolorosa e incómoda. 'Vendrán días mejores', decíamos hace unas semanas, naturalmente que vendrán. Pero cuando lleguen no estaremos todos.

· Es compatible confirmar que hoy ya estamos pensando en cuándo podremos ir a la provincia de enfrente a visitar a los abuelos con asumir, y tener presente, a las 25.000 familias que han perdido alguno de sus miembros. Es compatible comprobar que autónomos y pequeños comerciantes preparan, con esfuerzo, la reapertura de sus locales y recordar que sigue habiendo más de mil contagiados nuevos cada día, trescientos sanitarios infectados, trescientos fallecimientos, trescientos mil nuevos parados. Es comprensible celebrar que esté el personal pidiendo turno en las peluquerías porque hace un mes de lo que estábamos hablando es de cómo los médicos grababan tutoriales para hacerse batas de plástico con bolsas verdes de basura.

· Como no soy epidemiólogo, no sé valorar el acierto de escoger como unidad de medida para esto que han llamado desescalada la provincia y no el municipio y no la comarca. Y sospecho que se hubiera elegido lo que se hubiera elegido le habríamos encontrado alguna virtud y alguna pega. Pero me parece inteligente plantear fases y no de fechas fijas para ir volviendo a la actividad en la calle. Sobre todo a la vista de que hemos llegado hasta aquí bastante a ciegas y no sabemos si estamos pisando tierra firme. Las fases son un procedimiento. La evaluación continua.

· Nos sigue faltando conocer qué puntación habrá de obtener una provincia para poder abrir más la mano los siguientes quince días. Cuántos nuevos contagiados se toleran, cuántos fallecidos, si habrá de estar la cuenta a cero para que esa provincia pueda cambiar de fase.

· Es verdad que el presidente no estuvo precisamente nítido en sus explicaciones porque al lío de las fases añadió el empeño lioso que siempre tiene en hacer cuatro apartados de cada cosa que dice. Y es verdad que si no dijo quinientas veces nueva normalidad no lo dijo ninguna. Como escribió ayer Fran Pomares, por primera vez ha conseguido el presidente que los expertos en todo que hay en twitter no supieran bien qué decir. Pero ahora lo relevante es que en veinte días pueda ir reabriendo el comercio y la hostelería, aunque sea con menos cientes, sin que nos rebroten los contagios.

· Aquí se trata de no contagiarnos cuando volvamos a la calle, al trabajo y a los bares, no de mantener empuñadas las armas y todas esas expresiones recalentadas que se han ido inventado los gobiernos. Se trata de no contagiarnos y no contagiar a nadie, porque no tenemos resuelto el primer problema que planteó este virus nuevo: que usted, o yo, podemos estar infectados sin saberlo y antes de manifestarse síntoma alguno ya somos contagiosos.

· Ha tuiteado García Egea que no hay timón en el país ni nadie a los mandos. 'No hay plan', dice. Hombre, plan sí que hay, bastante detallado, otra cosa es que a Teodoro no le guste. O no le convenza. Hubiera habido el plan que hubiera habido, ni le habría gustado ni le habría convencido. Porque es de Sánchez.

· La pandemia ha puesto en evidencia la inutilidad de la mayoría de las cosas que los dirigentes políticos tuitean. Y no hay cosa peor para un político que ser visto como perfectamente prescindible.

· Me pareció poco aceptable que el presidente volviera a colocarnos el ranking trucho de la OCDE sobre los test que hace cada país. El ranking que la OCDE admitió aquí que estaba mal hecho y que rectificó para rebajar a España del puesto octavo al decimoséptimo. No sé qué me descolocó más: si que Sánchez exhibiera de nuevo el ranking averiado o que tuviera noticia de un estudio de la Jonhs Hopkins que nadie más conoce.

Un estudio que hemos conocido hoy, ¿quienes? El empeño de presumir de rankings en los que estamos en cabeza. Cuanta más importancia des a los rankings más te recordarán dos que no son nada favorables. El de personal sanitario contagiado y el de fallecidos por cada millón de habitantes. En el primero lideramos, en el segundo sólo nos gana Bélgica. Y ganar aquí es perder.

· La OCDE ha corregido su ránking averidado sobre el número de test que están haciendo los países. Después de escuchar aquí ayer al secretario general Gurría qué menos que corregirlo. Aunque también me pregunto por qué estamos dando por hecho que los demás gobiernos facilitan datos transparentes e impolutos.

· Ana, que prepara su trabajo de fin de máster en Alemania, 27 años, se lo pregunta también. Me cuenta que está cansada de los estereotipos tanto de allí como de aquí. Escucha comentar que en Alemania la gente sí respeta las normas, no como aquí, y ella ve que hay familias haciendo picnic en el parques y amigos suyos que se juntan a beber cerveza. También se acuerda cuando en España las autoridades decían que no éramos Italia. Hasta que lo fuimos. De Alemania le gusta, por cierto, la facilidad para compaginar los estudios con el trabajo a media jornada.

· Leo que el Financial Times estima que hay un 60 % más de fallecidos por el coronavirus que lo que están calculando los gobiernos. Pero viendo cómo ha llegado a esa conclusión no hay mucha novedad: ha hecho el diario lo que todos los medios habíamos hecho ya en España, por ejemplo: comparar la mortalidad de marzo de 2019 con la de marzo de 2020. Marzo y lo que llevamos de abril. Y atribuir la diferencia al coronavirus. Ya es una verdad ampliamente asumida que el dato oficial de fallecidos deja fuera varios miles de personas que murieron sin diagnosticar.

· Tengo la impresión de que este sermón laico de cada día es una contribución, pequeña, a la memoria histórica. La memoria de quiénes nos han precedido y las vidas casi siempre más difíciles que las nuestras que han llevado. Andrea cumplió 97 a primeros de febrero. Vive en una residencia de Madrid, recluida en su habitación de quince metros y esperando que llegue el día en que pueda volver a salir a dar un paseo. Se hizo cargo de su propia vida cuando sólo tenía siete años y quedó huérfana de madre con cuatro hermanos a su cargo. El padre trabajaba en el campo y ella llevaba la casa. Creció, conoció a Sebastián en las fiestas del pueblo, tuvieron tres hijos, uno de ellos con una minusvalía. Trabajó en mil cosas para poder sacar adelante a la familia. Y con los años tuvo que enterrar primero al marido y luego a un hijo de 49 años. Atender a una hermana con demencia. Volver a enterrar a un hijo por culpa de un cáncer. Y disfrutar de los nietos. Todo esto me lo cuenta el marido de una de las nietas, que añade que Andrea es una mujer fuerte, inteligente y amena que lo mismo te comenta el debate político del día que el noviazgo de cualquier famoso. Multidiscilinar, digamos. Y elegantísima. Creo que nunca habíamos contado en tan pocos días en el programa, treinta y tres diarios de la pandemia, tantas historias distintas y parecidas.

· Mira esto que le pasó el otro día a Rafa, que vive con su novia en Madrid y baila en el baño cada mañana la sintonía de La España que Madruga. Vive con su novia y con su abuela Celia, 88 años, que no baila. Rafa estaba a las ocho esperando al Facciamo cuando me escuchó contar la historia de un tal Javi que está en Holanda, que tiene diez hermanos y cuya madre echa canicas en un bote cada vez que le da una vuelta al patio. Y Rafa grita de pronto: ¡el Morilla, ése es el Morilla! Porque resulta que él conoce al tal Javi y de pronto ha sentido lo del hilo invisible que une Madrid con Holanda pasando por Cádiz.

· Éste no es un programa de felicitar cumpleaños (al menos, cuando no hay pandemias) pero ya que Pablo ha cumplido 29, vamos a dejar constancia. De Pablo sé poco: que vive en Cantabria, que es oyente nuestro y que tiene a la novia en Extremadura, también oyendo. Llevan dos años juntos. Bueno, dos años menos mes y medio porque la cuarentena les tiene físicamente separados y radiofónicamente juntos.

Ah, la novia se llama Pilar y es muy fan de La España que Madruga.

· Le ha pasado lo mismo, pero multiplicado por varios miles de kilómetros, a esta oyente que tiene a su pareja, piloto del ejército, destinado en Gabón. Iba para un mes, pero lleva cuatro por culpa del coronavirus.

Pues yo se lo digo. Aunque ya lo habrá escuchado.

· Ya que estamos, felicidades a Marina, que ha cumplido años estando embarazada (otro niño que viene). Y que, a falta de fiesta multitudinaria ha tenido que conformarse con su marido. Pedro, que se pregunta, como me pregunto yo, cómo viviremos todos el día en que se termine la cuarentena, si como un día de alegría plena o de pesadumbre por todos los que no han llegado a verlo.

· Cómo serán nuestras mañanas cuando ya no escuchemos el Facciamo y el cielo sea azzurro y el termómetro sólo nos dé alegrías.

· No sé en qué fase están ahora los niños, pero Nora está en fase de que su ciudad le parezca más grande que antes.

· Julia está en fase de proclamar lo contenta que está de poder escaparse cada día un rato de casa, con sinceridad lo pregona.

· Quien no conseguimos que salga es la niña atareada, a la que tienen esclavizada unos bebés.

· Esto que viene ahora es la prueba de cómo un cantante que entra tarde al compás, de nombre Leo, sabotea la actuación de su hermana Xana. Xana se lo ha estudiado y Leo, no. Y ahí está, torpedeándole el concierto a su hermana. Atención, que entramos en la fase de entonar el himno del programa.

Hoy Ombretta Colli cede el micrófono a este grupo de estudiantes con buen oído del colegio Tierrallana de Huelva. Facciamo. Finta. Che.

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