Será dentro de una hora, en el Palacio Real. Patio de Armas. El acto de duelo colectivo por los miles de difuntos que ha dejado la epidemia. La sociedad, que somos todos, encarnada en sus instituciones.
El de hoy es un acto de duelo y es un acto de condolencia, de hermanamiento con miles de familias doloridas para las que el coronavirus, a diferencia de la mayoría de nosotros, no es la historia de unos meses que nos tuvieron confinados y en los que tuvimos momentos buenos y momentos malos. Para miles de familias es la historia de un padre, de una abuela, de una madre, de un hermano a los que vieron por última vez en la residencia, o saliendo de casa hacia el hospital, o en una videollamada con ayuda de la enfermera. La última imagen de ellos que recuerdan. Y luego ya, la noticia de que la enfermedad se había ido complicando, la infección avanzaba y los pulmones fallaban. La noticia del fallecimiento.
Para estas familias el coronavirus ha sido eso: la pérdida, el vacío, la impotencia. La muerte que llegó en la soledad de un piso, en la habitación una residencia o en la cama de un hospital que no admitía visitas. Todas las vidas que terminaron en los peores días de la epidemia y todas las vidas que hoy se siguen perdiendo. Aunque sean menos, aunque nos fijemos menos, aunque nos cueste reparar en ellas. La lista interminable de fallecidos ---28.000 ó 40.000--- es, en efecto, una lista inacabada. Cuatro nombres se sumaron ayer, tres anteayer, otros tres el lunes.
A las nueve, en el Palacio Real, España ---aunque sea por un momento--- tendrá presentes a los ausentes.
No es fácil de entender esto que dijo ayer el presidente Sánchez sobre los más de cien brotes de coronavirus (y subiendo) que hoy tenemos en España.
Pues hombre, la buena noticia será que los detectemos, no que los haya. La buena noticia sería que se detectan, y se aislan, a la velocidad suficiente como para que no aumente ni el número de casos ni el número de brotes. Que los haya, y que cada día haya más, no tiene nada de buena noticia. Sobre todo si alguno de ellos alcanza ya a ciudades tan pobladas como Zaragoza o como Barcelona donde los movimientos y las relaciones entre personas son tan numerosos (y tan frecuentes) que tener localizados y supervisados a todos los posibles contactos de un infectado se complica cada día que pasa.
La tendencia no es buena: en un solo día hemos tenido casi cuatrocientos nuevos casos. Con la confusión añadida de que Sanidad informe de noventa nuevos en Cataluña y la Generalitat informe de que son novecientos.
En descargo del presidente Sánchez, y su doctrina sobre las buenas y las malas noticias, hay que decir que ayer volvió a encajar un mal día. Se tuerce la negociación del dinero europeo. Ayer contábamos que el gobierno de España afloja en su discurso sobre la actitud de los gobiernos frugales, estos que dicen que el dinero no se dona, se presta y firmando cláusulas y concidiones. Afloja en el discurso y, sobre todo, afloja en las aspiraciones. Si después de entrevistarse con Merkel se percibió que Sánchez se resignaba a no ganar del todo esta batalla... ayer, después de entrevistarse con su colega el primer ministro sueco la resignación fue visible. En el tono y en el mensaje.
Así que la pregunta es en cuáles. En qué va a ceder el gobierno de España como peaje necesario para que el holandés, el sueco, el austriaco, también cedan. El amigo Lofven, socialista como el nuestro, dijo ayer (teniendo a Sánchez a su vera y sin que éste cambiara el gesto) que eso de dar dinero como si fuera un subsidio de libre disposición, o una donación a fondo perdido, Suecia no va a apoyarlo nunca. Que el dinero que llegue a España, ya veremos cuánto, tiene que ser prestado. Y para ser devuelto.
Préstamo sí, transferencias no. Es una enmienda a la totalidad a la fórmula que planteó la señora Von der Leyen, comisión europea. Préstamo condicionado a aplicar determinadas políticas o a no tocar otras que ya se están aplicando. Éste va a ser, en realidad, el nudo de la negociación. Hasta dónde acepta Sánchez que llegue la tutela a las políticas de su gobierno. Si sería capaz de aceptar, por ejemplo, que la reforma laboral de Rajoy no se toque. O que se toquen las pensiones y el salario de los funcionarios, dos de las partidas de gasto más gruesas del estado español que ya estuvieron en el punto de mira en la crisis anterior, como bien recuerda Rodríguez Zapatero.
Hace un mes, Sánchez creía llegar a esta negociación con ventaja objetiva: la comisión europea había planteado un fondo muy en la línea de lo que convenía a España y teníamos detrás a Alemania y Francia. Siempre hubo un elemento que jugó en nuestra contra y que hoy sigue jugando: el tiempo. La ventaja que tienen el holandés y el sueco (y el austriaco) es que a ellos no les urge que el surtidor de dinero empiece a funcionar. Quien tiene prisa para que la financiación de los próximos meses se despeje no son Holanda ni Suecia, somos nosotros. Urge al Estado español saber con cuánto y cómo va a poder contar para empezar a armar los Presupuestos del año que viene. Y en una negociación como ésta el que más necesitado está, y más urgencia tiene, es el que más difícil tiene mantener sus posiciones.
Europa se le resiste a Sánchez.
Seguro que te interesa...
Monólogo de Alsina: "Los frugales no se rinden y Sánchez afloja"
Monólogo de Alsina: "Sánchez pincha en Holanda"
Monólogo de Alsina: "La izquierda nacionalista se merienda a Podemos"