OPINIÓN

El Monólogo de Alsina: "El movimiento puigdemónico que estaba vampirizando el PDeCAT encaja su golpe más serio"

Se va acabando el serial. En los últimos cuatro días se ha acelerado el guión y estamos en los capítulos finales.

ondacero.es

Madrid | 26.03.2018 08:32

El título común de estos cuatro episodios últimos es 'El hundimiento'. En versión original, 'L’enfonsament'.

• El jueves naufragó la investidura de Turull y se quebró el rodillo independentista.

• El viernes fue procesado todo el gobierno anterior, ingresaron en prisión Turull y Forcadell y se dio a la fuga Marta Rovira.

• El sábado el presidente independentista del Parlament, señor Torrent, desconvocó la investidura por temor a incurrir él en posible delito.

• El domingo fue detenido Puigdemont en una autopista alemana cuando regresaba desde Finlandia a Waterloo.

'El hundimiento' . Capítulos finales. El epílogo llegará el día que se celebre el juicio.

La excursión del prófugo a Finlandia no fue una buena idea. ‘En qué hora’, estará pensando Puigdemont, ‘en qué hora acepté la invitación del amigo Mikko’, ¿se acuerdan?, el diputado de Laponia que bebe los vientos por el independentismo catalán y le organizó un homenaje en Helsinki. Qué mala suerte que el juez Llarena reactive la orden de detención cuando estás lejos de la mansión y de tu abogado belga.

Por no volver en avión temiendo ser detenido en la puerta de embarque finlandesa se subió al coche para hacer dos mil kilómetros pasando por Alemania. Domingo por la mañana en Alemania. Cuando la policía te para, te pide los papeles y tú sabes que te han pillado.

Éste es el riesgo que tiene pavonearse. Presumir de astucia. El riesgo de que tu club de fans en Barcelona te jalee porque has salido de Finlandia burlando la euroorden de Llarena. Qué alto, qué guapo y qué listo es nuestro capitán, que se escurre, se las sabe todas, no hay manera de que le echen el guante. “El puto amo", lo llamó Rahola en twitter. Pues mire, al puto amo no lo detuvieron en Finlandia, ni en Suecia ni en Dinamarca. Que circule, que circule. Le dejaron llegar hasta Alemania. El país más incómodo para un ciudadano comunitario que esté prófugo de la justicia de su país. Por una razón que se resume en una frase: Alemania es el país que lidera la Unión Europea.

Cuesta entender que, a estas alturas, teniendo condenado a Artur Mas por el 9-N, teniendo procesado a todo el gobierno independentista por el primero de octubre y no habiendo conseguido investir presidente, aún crean que esto es un concurso de astucia, a ver quién es más listo, a ver quién se la cuela más y mejor al otro.

Puigdemont le cogió gusto a su papel de escapista el día que paró su coche en un túnel, se bajó y se subió a otro. Guau. Los suyos lo festejaron como si fuera el no va más del ingenio político. Y desde entonces se ha creído que el éxito consistía en eso: en escurrirse, en mantener viva la fuga. Olvidó que casi todas las películas de

Esta escena del serial, ayer, se emitió en inglés. Con subtítulos.

"Esta mañana me telefoneó para decirme que le habían detenido en Alemania, cerca de la frontera con Dinamarca. Fue una conversación corta porque no tenía mucho que decir. Estoy detenido, punto".

Este señor que dice "je" al confirmar que han detenido a su cliente es el abogado de Puigdemont, este señor belga que se parece al profesor X de los X Men y que es quien de verdad dirige la estrategia del prófugo, no el español Cuevillas que tanto habla y tanto confunde a la gente.

El abogado bueno sólo salió en el capítulo de ayer para confirmar la detención, "je", y para insistir en su argumento principal.

Que en España no hay democracia. Fin de la escena.

Fue un capítulo, el de ayer, grabado casi todo en exteriores.

• La prisión de Neumünster, en Alemania, un edificio de ladrillo rojo con tejado de pizarra que luce mucho en los planos televisivos y donde el prófugo ha amanecido.

• El centro de Barcelona, donde se juntaron varios cientos de manifestantes ante la sede de la delegación del gobierno para intentar llegar hasta el edificio y fueron parados por los mossos de esquadra.

• Algunas carreteras catalanas, cuyo tráfico fue cortado por estos grupos que se hacen llamar comités de defensa de la república y que ni son comités ni defienden república alguna. Son grupos de personas que gustan de montar el pollo.

Hubo manifestaciones, sí. Como las hubo el viernes. Varias y con algunos miles de personas.

Pero no. No cabe decir que Cataluña se echara a la calle ni el viernes ni ayer para protestar por el encarcelamiento de Turull o por la detención de Puigdemont. La mayoría abrumadora de los catalanes siguieron el asunto desde casa. Por la radio y la televisión, que es como se siguen los seriales.

Los títulos de crédito del serial se han quedado antiguos.

Aún salen ahí como protagonistas Junqueras, Forcadell, Romeva. Actores que hace tiempo que apenas tienen buenas escenas.

Intentó tener más papel Jordi Sánchez, y ya ven lo que duró.

Lo intentó Marta Rovira, ungida por Junqueras como madre de la República. Madre a la fuga en la república suiza.

Lo intentó Anna Gabriel antes.

Ahora es Torrent quien aprovecha el solar en que se ha convertido la dirigencia independentista para ganar presencia y postularse como nuevo capitán, oh nuestro capitán. Lo presentó Torrent como declaración institucional. Pero no era un mensaje de la institución, el Parlamento, sino de él, en exclusiva. Como último superviviente.

Si Puigdemont acaba siendo entregado por Alemania, la consecuencia más inmediata será la política. Desparecerá un obstáculo. Un estorbo para el cambio de tercio y la apertura de una nueva etapa.

Para su partido, en primer lugar, que a duras penas sigue siendo el PDeCAT y que sólo sin Puigdemont en Bruselas haciéndose el presidente y con el cuento éste del Consejo de la República podrá sobrevivir como tal partido.

Nadie en el PDeCAT va a salir a celebrar esta detención. Pero no les quepa duda de que hay quien la celebra. El movimiento puigdemónico que estaba vampirizando el partido encaja su golpe más serio.

Para el PDeCAT fue un magnífico reclamo electoral —sin él probablemente Esquerra se los habría merendado— pero fue, después, un problema. El mayor de los problemas. El personaje enamorado de sí mismo que despreció al partido, a sus dirigentes, torpedeó cada una de las operaciones que se intentaron para pactar un gobierno viable y forzó que lo presentaran a él de candidato. Como luego forzó que presentaran a Jordi Sánchez. Dándole a Esquerra la coartada jurídica para aplazar las investiduras y dejar pudrirse el gobierno nuevo.

Su etapa de presidente dejó como penosa cosecha una división social nunca antes conocida, un naufragio político completo y un gobierno autonómico imputado por gravísimos delitos. El presidente que sólo quiso serlo de los catalanes independentistas partidarios de la embestida cruzó la línea roja que separa la defensa legal de un proyecto independentista con el intento de romper por las bravas la soberanía nacional.

Su etapa como prófugo de la justicia deja una cosecha igualmente penosa. Fracasó su intentó de poner a la Unión Europea contra España. Fracasó su campaña para lograr respaldos internacionales. Fracasó su pretensión de ser un Tarradellas con la piel de Martin Luther KIng y el discurso de Mandela. Fue un fantasma. En el bosque de Bruselas y en la mansión de Waterloo. El bosque donde se fingía pensador cuando la cámara empezaba a grabar y la mansión que creyó poder convertir en algo distinto a un chalet a base de ponerle dos banderas. El chalet siguió siendo un chalet. Y Puigdemont nunca alcanzó a ser un pensador.