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Monólogo de Alsina: "Renzi pide a los demás Gobiernos que no cometan el error de subestimar el riesgo del coronavirus"

Ha empezado el día con previsión de cielo soleado en la mayor parte del país y temperaturas de mes de junio. Veinticinco grados esperamos en Madrid a la hora de comer. Y ojalá estuviéramos en junio porque para entonces la epidemia que está cambiándonos la vida a todos estará, si todo va bien, en fase descendente.

Carlos Alsina

Madrid |

Digo 'si todo va bien' porque, a la vista de lo que estamos contando esta semana, con el gobierno central y los autonómicos improvisando planes de choque a matacaballo, obliga a extremar la cautela en los pronósticos. Parece que nunca previeron que el coronavirus de Wuhan pudiera llegar aquí y contagiarse tan rápido y entre tanta gente. El ministro de la Seguridad Social, que ayer estaba rematando medidas que hoy lleva al Consejo Extraordinario, admitió que no contemplaron un escenario en el que hubiera que cerrar los colegios en Madrid.

Cuando China cerró colegios y clausuró transportes nos pareció una cosa de China. Cuando lo hizo Japón, se dijo que eran cosas de japoneses. Cuando lo anunció Italia se nos dijo 'España no es Italia'. Y ahora que el cierre ha llegado a Álava y a Madrid es imposible convencer a nadie de que era una situación que podía producirse y para la que las autoridades tenían diseñados planes de actuación detallados. Es imposible ya convencernos de que pisamos terreno firme.

A la población de toda Italia le están diciendo las autoridades, con el megáfono recorriendo las calles, que la primera medida sanitaria es quedarse en casa. Y a los demás gobiernos europeos les está pidiendo un ex primer ministro llamado Renzi que no cometan el mismo error que cometieron allí: minusvalorar el riesgo y confundir a la población con mensajes de falsa confianza.

Hoy íbamos a hacer el programa, como cada día, en nuestros estudios de San Sebasitián de los Reyes pero he pensado que es mejor ponernos en ruta hacia Madrid. A escuchar el sonido de una ciudad que, salvo en los hospitales, parece haber entrado en letargo, como si hubiera llegado de pronto el verano parando la actvidad. La nueva vida cotidiana que trajo consigo el coronavirus.

Madrid, la ciudad más habitada de España y el corazón de una comunidad autonóma que va por delante ---porque no le queda más remedio--- en la adopción de medidas excepcionales. Un Madrid a medio gas en el que no hay colegios, ni universidades, ni bibliotecas abiertas, ni centros de mayores, ni polideportivos, ni actividad en el Senado y el Congreso; un Madrid en el que ha aparecido una nueva figura en los transportes públicos, que es el desinfectador, en el que los taxistas ofrecen su flota de vehículos adaptados para ayudar al traslado de personas con movilidad reducida y en el que la actividad más intensa se concentra en los hospitales.

Los médicos y enfermeros que, como en el resto de España, pero en Madrid con mayor urgencia, reciben, explican, valoran y diagnostican a una persona tras otra y deciden quién puede volverse a casa, quién ha de ser ingresado, quién necesita intubación y quién respirador, entre otras muchas decisiones que están tomando cada minuto, sabiendo la responsabilidad que tienen, sabiendo que lo primero es no contagiarse ellos y sabiendo que ya hoy difícilmente dan a basto.

Les subrayo esto que dijo anoche la presidenta de Madrid, Isabel Díaz Ayuso. Lo que está por venir.

Madrid tiene hoy la mitad de los pacientes de coronavirus que están detectados en toda España. Mil veinticinco personas. Les recuerdo una mañana más que los datos oficiales de hoy en realidad reflejan cómo estábamos hace cuatro días. Es decir, que el lunes ya teníamos en España dos mil contagiados y 54 fallecidos. Y que hoy, dado que las medidas excepcionales no empezaron hasta ayer, hoy tenemos bastante más de dos mil y de 54.

Somos el quinto país del mundo en número de afectados. Por delante de otras naciones con mayor población que nosotros, como Alemania o como Francia. Y como Japón, que tiene el triple de habitantes que nosotros pero cuatro veces menos contagiados.

Hay medidas excepcionales ya en otras regiones:

• En Cataluña, cierre de escuelas y centros cívicos de la comarca de la Anoia. Hay un foco de infección en Igualada, en el hospital de Igualada. Ocho sanitarios contagiados y doscientos que han tenido contacto con ellos.

• En el País Vasco, suspendidos los colegios en Álava y los centros de mayores en toda la comunidad autónoma.

• En Andalucía, cierre de centros de mayores, restricciones de visitas a las residencias. Y contratación urgente, como en el País Vasco y Madrid, de profesionales sanitarios.

He leído a Ángeles Caballero que el lugar de Madrid donde hay más gente estos días es el Parque del Retiro. Que en el Prado ya no hay colas. O no había, porque este jueves ya no abre. Que se ven por la Castellana abuelas con leggins empujando carros con nietos que llevan gafas de sol y camiseta. Que un conductor de autobús le cuenta que solo viaja gente en edad de trabajar, ni mayores ni críos. Que en las tiendas hay menos clientes pero en las terrazas de los bares, que florecen con el buen tiempo, la gente hace vida normal. O al revés, vida anormal para un día entre semana del mes de marzo.

Y he leído a Ángeles Caballero que a ella, que antes de ser madre fue hija, no le permiten ya visitar a su madre en la residencia. Y que la imagina a ella confusa y ansiosa sin entender por qué no acude a verla.

Hay mayores a los que se les va encima, si pedirla, la custodia temporal de sus nietos y hay mayores que añoran salir de casa sin miedo a contagiarse de un virus que puede estar esperándoles en cualquier parte.

La rutina rota. No saben –--no sabemos--- por cuánto tiempo.

A su encuentro vamos esta mañana. Al encuentro de un país perplejo que digiere lo que ha empezado a pasarle sin saber cuánto queda por pasar y por cuánto tiempo.

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