EL MONÓLOGO DE ALSINA

El monólogo de Alsina: Esta es la Cuba que visita Margallo

Les voy a decir una cosa.

“En la ciudad donde vivo (Camagüey) hace unos meses inauguraron una carnicería estatal con mucha calidad y muchos productos”, escribe Alejandro. “Allí se puede comprar carne de res, chorizos, jamones, pero los precios son tan exagerados que la gente empezó a hacer broma con ello y hoy llaman a la tienda ‘El museo de la carne’".

ondacero.es

Madrid | 24.11.2014 20:18

Alejandro Rodríguez, de Camagüey, Cuba, dejó el periodismo -no encontraba dónde ejercerlo- y montó una pequeña tienda de fotocopias. Antes era periodista, ahora es cuentapropista, autónomo en versión cubana. Publica en el blog en la BBC “Voces desde Cuba”.

Los cubanos, se dice, ¿verdad?, son muy de andar guaseando. De todo son capaces de sacar una broma, también de Raúl y de Fidel, aunque éstas prefieran hacerlas puertas adentro de su casa. De Fidel suelen decir que es un hombre inmortal, mientras no se demuestre lo contrario, ese día que aún no ha llegado.

De Raúl, que cada vez que recibe a un mandatario de otro país pretende convencerle de que a sus 83 años -los últimos cincuenta y cinco en el poder, a la vera de su hermano- sigue siendo un revolucionario que sintoniza con los jóvenes (esto, aun siendo un chiste, es lo que realmente le cuenta Raúl a quien tiene la generosidad de aguantarle).

No es fácil distinguir cuándo un habanero está de guasa, haciendo humor negro, y cuando se limita a repetir las consignas que difunde la televisión única. Hace diez días  el teatro Nacional acogió la primera edición de TED en Cuba, primera vez que se organizaba allí una de estas jornadas de mini conferencias sobre asuntos diversos. Víctor Ariel González, otro bloguero, ha escrito que en principio se dijo que la política se quedaría fuera, pero a la hora de la verdad, todas las referencias políticas que se animaron a hacer algunos conferenciantes fueron a mayor gloria del gobierno.

Dos de ellos, en pareja, afirmaron que lo habaneros deberían sentirse orgullosos de haber inventado el vintage, de ver circular almendrones (estos coches de los años cincuenta) y disfrutar del lujo que hoy supone recibir contenidos de internet no por un cable de cobre sino en propia mano, viéndole los ojos a quien te los provee. Si hubiera sido una pareja de humoristas quizá le habría reído Víctor las bromas, pero siendo una pareja de arquitectos, sospechó que no era una sátira transgresora, sino una contribución más a la eterna labor de maquillaje que practican el gobierno y sus afines. “Un documentalista norteamericano nos dijo allí”, escribe Ariel González, “que los cubanos estamos muy felices de vivir aquí y que lo último que le gustaría ver es cómo el capitalismo salvaje nos convierte en un Puerto Rico cualquiera; otro nos animó a hacer cine, cada uno en su casa, con una cámara, y proyectarlas en la pantalla más grande que encontremos”. “Obviamente desconoce”, añade el bloguero, “que hace muy poco tiempo un decreto gubernamental prohibió en Cuba la emisión de vídeos en salas particulares”.

En La Habana le llaman limusina a un coche largo de cuatro ruedas y seis puertas que es un como un 124 al que le soldaras otro trozo de coche en medio. Lo fabricaba LADA cuando aún era soviética, pero cualquier parecido con lo que aquí entendemos por limusina es pura coincidencia. Si los boteros, los taxistas, pudieran cambiar sus viejos trastos por modernos coches eléctricos, hay pocas dudas de que estarían felices de poder hacerlo. Los almendrones, a los museos. La escasez, la penuria, no es un souvenir.

Regina Coyula pidió hace veinticinco años la baja como oficial de contrainteligencia del ministerio del Interior. Cinco años después entregó su carné del partido (en Cuba “partido” no requiere de apellido). El desencanto -lo cuenta ella misma- fue progresivo e imparable. “Un viaje al extranjero en 2009 me cambió la vida”, dice, “me sentí como debió de sentirse Colón al descubrir el nuevo mundo”. Lo que ella había descubierto era internet, el acceso libre a contenidos de todo tipo y procedentes de todas partes del mundo. Ella también empezó un blog. En una de sus últimas entradas explica que ahora en Cuba está muy de moda el respeto a las diferencias raciales, de género o religiosas. “Pero el respeto a las diferencias políticas sigue en el congelador. En esta isla el término ‘oposición leal’ tiene espinas. No gusta en el gobierno por aquello de oposición y no gusta en la disidencia por lo de leal”.

Invita esta antigua oficial del ministerio, hoy periodista crítica, a recordar qué prometió la revolución, qué se podía hacer y qué se obtuvo. “Los viejos ejemplares del Granma están llenos de planes y victorias imposibles de rastrear hoy en el mundo físico”. Y no cabe achacar todos los fracasos, cincuenta años después, al embargo norteamericano. “El acceso a la información”, escribe Regina, “no empodera en sí misma (el empoderamiento, palabra de moda en España), pero las perspectivas que abre son un horizonte desconocido para el cubano de a pie”.

Internet. El acceso a la red. En Cuba existe la infraestructura mínima necesaria para proveer de internet a los hogares que ya tienen teléfono. Hay un cable muy gordo que tiró Hugo Chávez desde Venezuela para asegurarle a los hermanos Castro la conexión a la red. Y los hermanos, en efecto -los alto cargos del régimen, en efecto- tienen acceso de alta velocidad y sin restricciones. Para el resto del país, internet es una demanda que ha crecido con fuerza entre jóvenes y adolescentes y que el gobierno ha intentado sofocar permitiendo la apertura de cibercafés con internet de pago y contenidos capados, acceso sólo a las webs que autoriza el ministerio de turno, léase censura.

A falta de internet en casa y hastiados de ver el nodo a todas horas en la televisión única (efemérides de la revolución y programas de adoctrinamiento) los cubanos han buscado alternativa en esto que ellos llaman el paquete semanal. El paquete es un disco duro extraible o un pen drive con grabaciones de televisiones extranjeras, realities, telenovelas, documentales, y revistas en pdf, páginas web cuyo acceso está prohibido en la isla, todo descargado de internet. Los paqueteros lo distribuyen una vez a la semana por La Habana primero y, después, por el resto de Cuba.

Hay consumidores que lo alquilan, sólo para ver los capítulos de su novela preferida, otros lo compran y cuando lo han visto se lo revenden a un tercero. Unos dicen que el paquete se hace en Miami, otros que en alguna de las instituciones del gobierno que dispone de banda ancha y acceso libre a la red: la vieja historia, algún funcionario con privilegios que ha encontrado la forma de hacer negocio. A esto se referían aquellos dos arquitectos bromistas cuando ensalzaban la calidez humana de recibir tus contenidos de internet en mano y viéndole los ojos a tu proveedor, nada que ver con la inhumana frialdad de quien se conecta desde el móvil a su adsl de cien megas, dónde va a parar.

Esta Cuba, que reflejan -escribiendo y publicando a duras penas cuando y donde pueden- los blogueros, los llamados periodistas independientes (por oposición a lo no periodistas de los medios oficiales), es la Cuba que hoy visita el ministro García Margallo, el canciller español, como prefieren decir allí. Antes de que el debate sobre por qué no se reúne el ministro -de un gobierno del PP- con la disidencia (allí llamada contrarrevolución, enemigos de la patria), antes de que ese debate lo inunde todo, reconozcamos el mérito de estos periodistas que cuentan lo que ven y que no se ganan la vida con ello. Muy al contrario, lo único que casi siempre cosechan son problemas.

Por reclamar internet, por preguntarse si el Estado debe estar tan omnipresente en las actividades económicas de la gente, por reflejar las dificultades de los cuentapropistas que dependen de la distribución estatal para tener mercancía en sus negocios, por cuestionar el pensamiento único y por recordar a quien desee recordarlo que los cambios que ha ido introduciendo Raúl en el modelo económico (pura supervivencia del sistema) no se han visto acompañados de apertura política alguna.

“La situación ha cambiado”, explica el gobierno de España. Cuba tiene papel activo en la organizaciones americanas, va a participar en la cumbre de las Américas a la que asiste también Estados Unidos y es candidata a firmar un acuerdo de asociación comercial con la Unión Europea. Barack Obama estrechó la mano de Raúl Castro en el funeral de Mandela y el New York Times --periódico de referencia en la Casa Blanca-- viene publicando editoriales favorables al levantamiento del embargo y el restablecimiento de relaciones diplomáticas con Cuba. Los cubanos pueden entrar ahora a los hoteles de La Habana, tienen más fácil para viajar al exterior (si alcanzan a reunir el dinero que el gobierno les cobra) y pueden montar sus propios negocios en ámbitos acotados por el Estado y sometidos, claro, al correspondiente pago de impuestos.

La situación ha cambiado. Raúl se ha revelado un hábil componedor y Fidel sigue siendo inmortal, mientras no se demuestre lo contrario.