Perdió Susana. Ganó Pedro. Perdió el susanismo. Ganó el sanchismo. Sánchez no tiene quien le tosa dentro. El alcalde de Sevilla, señor Espadas, será el candidato del PSOE andaluz a las autonómicas de 2022 (o cuando sean). La señora Díaz, que hace sólo cuatro años aún se veía de comandante en jefe del Partido Socialista, encaja su segunda gran derrota frente a Sánchez. La primera fue en 2017, elecciones a secretario general, la segunda fue anoche: primarias para el cartel electoral. Si a ello se añade la derrota que encajó en 2018 al perder el gobierno autonómico -la plaza que el PSOE no había dejado de gobernar nunca- se entiende que hoy casi todo el mundo dé por hecho que Susana Díaz se ha acabado.
Aún conserva el cargo de secretaria regional del PSOE pero anuncia que no intentará revalidar el cargo. Últimos meses con Susana. De cuerpo presente pero sin tomar decisiones, o eso espera el nuevo, Juan Espadas.
"Sánchez completa su control absoluto del partido"
Aún no es secretario general del PSOE andaluz, pero lo será a la vuelta del verano. Sánchez completa su control absoluto del partido con la federación más numerosa. Le quedan un par de piezas por cambiar -Page en Castilla La Mancha, Vara en Extremadura, Lambán en Aragón- pero estos son presidentes autonómicos y descabalgarlos tiene más riesgo. A diferencia de lo que sucedía con Susana.
El presidente va tachando hojas del calendario: ya pasó la batalla andaluza, de la que sale revitalizado y remineralizado y ya pasó la manifestación de Colón, de la que sale ileso. La manifestación no tiene más consecuencia que la de haber hecho visible que hay una parte de la sociedad a la que no han convencido, hasta ahora, los argumentos del gobierno para indultar a Oriol Junqueras. Tampoco tenía otra pretensión. Nadie esperaba (menos que nadie los convocantes) que el presidente, sensible al rechazo, reculara en su decisión ya anunciada (y requete anunciada) de perdonar la pena que resta por cumplir a los condenados.
Si acaso, y ya que fue el propio presidente quien proclamó la semana pasada su comprensión a los ciudadanos que discrepan, podía haber demostrado el gobierno ese respeto absteniéndose de satanizar la manifestación y la plaza de Colón. Aunque sólo sea porque, como recordó ayer Andrés Trapiello, lo que ayer se reclamaba en Colón (el cumplimiento íntegro de la sentencia) es lo que Sánchez defendía hace sólo un año. O menos.
Entre las cosas que aún no ha explicado el presidente está el cuándo y por qué cambió él mismo de postura: qué sucedió que le llevara a concluir que indultar a Junqueras es conveniente y necesario. Qué le hizo cambiar a él de posición y arrastrar consigo a todos sus ministros y a casi todos los dirigentes de su partido, que han salido todos en tromba del armario en cuanto Sánchez tocó el cornetín. Un notable ejercicio de disciplina teniendo en cuenta que el presidente no ha perdido un minuto en recabar su punto de vista antes de decidir nada.
Al paso que vamos acabarán juzgando por sedición a Rajoy en lugar de a Puigdemont
Carmen Calvo decía ayer en La Vanguardia que los indultos ya están muy cerca, que es la manera de admitir que en cuanto se terminen los expedientes se aprueban sin deliberaciones ni nada. Y también dijo que es el PP quien tiene que arrepentirse y pedir perdón por la política que ha hecho los últimos diez años contra Cataluña.
Sigue adelante la vicepresidenta en este esfuerzo por darle la vuelta a la memoria reciente (y democrática) y convertir al PP en el culpable de que Junqueras y Puigdemont se echaran al monte y atropellaran los derechos ciudadanos de todo el país. Al paso que vamos acabarán juzgando por sedición a Rajoy en lugar de a Puigdemont.
Escuchando estas cosas es natural que el independentismo se sienta ratificado en su versión de 2017 como un acto de autodefensa contra el Estado represor. El único estribillo que aún no ha hecho suyo el gobierno de España es el del derecho de autodeterminación.
"Ione Belarra suspira por el regreso a casa de Puigdemont limpio de polvo y paja"
Bueno, la parte socialista del gobierno. La parte morada sí lo canta, desde la fundación de Podemos. Ya sabemos que Ione Belarra suspira por el regreso a casa de Puigdemont limpio de polvo y paja y sin tener que hacer eso tan engorroso de personarse en un juzgado.
La ministra que heredó el sillón ministerial de Pablo Iglesias por designación de éste ya es secretaria general del partido Podemos tal como Iglesias dejó establecido.
El estreno de Vistalegre IV, 'Una nueva esperanza', cosechó bastante menos interés que la primera trilogía de la saga. Aquellos tiempos en que Podemos era la gran novedad de la política española con su discurso contra la casta y los poderosos, Vistalegre I, o aquella megabronca familiar de amistades rotas de la que Errejón salió empitonado y quedó Iglesias quedó único capitán, oh mi capitán, de un barco que llegó a tener cinco millones de votos y al que hoy le quedan tres y, según las encuestas, bajando. Tiene tarea Ione Belarra. E Irene Montero, su número dos. Ambas aparecen en la encuesta del CIS como la ministras peor valoradas. A diferencia de Yolanda Díaz, que no es de Podemos pero que fue ungida por Iglesias, antes de irse, como candidata a la presidencia del gobierno.