Madrid | (Publicado 18.07.2019 07:50 )
Este es el sueño de felicidad máxima. El siguiente en la lista es que la participación en la consulta sea bajo. O mejor muy bajo. Tirando a una participación ridícula. Que revele el escaso interés de los militantes por blindar la postura en la que se ha hecho fuerte Iglesias. Que la consulta sea un fiasco para que quede desautorizado el que la convocó.
Y luego ya está la realidad. Con la que se enfrenta el candidato cada vez que amanece por la mañana. La consulta morada se lanzó, en efecto, para que Iglesias pueda decir: ay, Pedro, qué quieres que haga yo si son los militantes los que me han atado de manos. ¿No te acuerdas cuando predicábamos los dos que la última palabra deben tenerla siempre los militantes, las bases? ¿No te acuerdas cuando tú mismo denostabas la imposición de los aparatos? Mi gente me empuja a obligarte a que me hagas ministro, Pedro, qué quieres que haga yo si hay un clamor morado para que te hagamos morder el polvo.
Para esta mañana se anuncia un desenlace cantado del comodín del público y una ejecutiva socialista en la que, por enésima vez, la dirección del PSOE va hacerle la ola al secretario general del PSOE por retener para el PSOE todos los sillones del Consejo de Ministros que preside el secretario general del PSOE. O sea que todo en orden. El serial de los compadres peleaos sigue su curso sin más novedad que la reiteración hasta el hartazgo de las consignas y los salmos.
Como alguien no frene a la vicepresidenta del gobierno en funciones(en funciones de mañana y tarde dedicada full time a la propaganda), acabará tachando a todo el que vote en contra de su jefe de antidemocrático, al tiempo.
Ahora Iglesias va a ser socio preferente de Vox en lugar de del PSOE (que alguien con un poco de cabeza pise el freno en la Moncloa porque la sobreactuación conduce primero al disparate y luego, a la caricatura y el descrédito. El sistema democrático, afortunadamente, no depende de lo que voten ni el señor Abascal, ni Rivera, ni Casado, ni Iglesias (que votarán no) ni tampoco depende de lo que voten el señor Sanchez, el señor Esteban, el señor Rufián o el señor Matute, que es el de Bildu y está deseando votar sí, como Esquerra Republicana. El sistema democrático es el que permite que cada uno de estos señores vote lo que le parezca y que sea la opinión pública, y sus votantes, quienes juzguen si aciertan o se equivocan. Tan democrática es una investidura fracasada como una moción de censura. Tan constitucional es la segunda como la primera. Y al menos ya se le ha pasado al gobierno el afán por convencernos de que tenemos una Constitución averiada.
A los partidos que el jueves tumbarán la investidura de Sánchez lo que hay que reclamarles es sinceridad. No es posible mantener a la vez que en absoluto se desea que se repitan las elecciones cuando se hace todo lo posible para que la investidura no salga. Esto ya lo vivimos con el PSOE en 2016 y ahora lo estamos viviendo con el PP, con Podemos, con Ciudadanos. Si usted va a hacer lo que está en su mano para que Sánchez fracase, admita que prefiere ir a elecciones de nuevo que facilitar que gobierne Sánchez. Ya está. Sinceridad con el respetable. Si luego le pasan factura en las urnas, ajo y agua.
A Inés Arrimadas le preguntamos ayer aquí qué prefiere, si Sánchez presidente o elecciones en noviembre y respondió que ella preferiría que el número de diputados que tiene cada uno fuera otro.
Te han dado 57, pues tienes 57. A Sanchez le dieron 123. Si quieres un reparto distinto es que quieres que votemos de nuevo. Adelante, dilo. Sobre todo si careces de una alternativa que ofrecer a quien te está escuchando.
No hay una opción óptima, y entre las que hay no quiero elegir ninguna. Eso sí, que la semana que viene fracase Sánchez.
A estas alturas lo que digan los ex presidentes del gobierno le importa bastante poco a los dirigentes en activo: que se desahoguen los jarrones chinos. Pero es que, además, Aznar y Felipe dejaron con las ganas al público que les escuchaba de saber qué fórmula prefieren ellos. La coartada de que si dicen lo que piensan lo gafan es sólo eso, una coartada para no terminar de mojarse. A González cabe pensar que el pacto del PSOE con Ciudadanos le parece lo más conveniente. A Aznar que el PP facilite la continuidad de Sánchez le parece anatema, pero que lo haga Ciudadanos no se sabe.
Y a cuatro días del debate en el Parlamento, este jueves el periodismo consiste en contarle que Francesc de Carreras se ha dado de baja en Ciudadanos a personas que no saben quién es Francesc de Carreras. Ni qué diablos es el núcleo fundador del partido que todo el mundo identifica, para satisfacción de sí mismo, con Albert Rivera. Los fundadores de Ciudadanos ni funcionan como colectivo organizado ni son una suerte de consejo de notables en el partido. Son personas que lo pusieron en marcha hace muchos años, en Cataluña, y que luego han asistido a su crecimiento, y su deriva ideológica, en la distancia. Coincidiendo a veces con Rivera y discrepando otras veces. No es un secreto que Francesc de Carreras, catedrático fundador de Ciudadanos, está en contra de la decisión (clave) que Rivera tomó a primeros de año: levantar el cordón sanitario y cerrarse, en cualquier circunstancia, a pactar nada con el presidente Sánchez.
Ayer trascendió que Francesc de Careras se dio de baja en el partido en febrero, cuando esa decisión fue tomada y en coherencia con lo que este profesor entiende que debe ser la política y que debe ser Ciudadanos. Su abandono no ahonda la crisis de identidad del partido, o de algunos de sus dirigentes, pero el hecho de que no la ahonde no significa que no sea ya honda. A la pregunta de cuál es la opción menos mala para el país un partido que se considere serio, se llame Ciudadanos, se llame PP, se llame Podemos, tiene que ser capaz de dar una respuesta. El que quiera elecciones de nuevo, que lo vaya diciendo.