OPINIÓN

Monólogo de Alsina: "El Gobierno, de brochazo en brochazo hasta la opacidad total"

A raíz de la entrevista que le hizo Carlos Alsina a la vicepresidenta Teresa Ribera, el periodista comenta en su monólogo de Más de uno la postura del Gobierno de Pedro Sánchez ante los temas que le incomodan.

Carlos Alsina

Madrid |

Y discúlpeme por volver a hablarle del señor Torra. Pero es que lo suyo parece que se va acabando. Torra ha visto ya a la santa compaña desfilando por la puerta de su despacho y se le ha puesto cara de mortaja.

'Soy diputado y presidente de Cataluña y sólo el pleno del Parlamento puede cambiar esta realidad, como votaron el 4 de enero. ¿Qué valor tiene aquella votación si no? Y os pido expresamente, presidente, que garantice mis derechos de diputado tal y como públicamente lo ha hecho siempre y el día 10 de enero'.

La cara era de me la estáis jugando y el tono del discurso era e esto es tó, esto es tó, esto es todo amigos.

Al president Torra hay que agradecerle que sea tan previsible. Ayer anticipamos aquí, a esta hora, cuál sería su discurso. El que fue: revindicarse como diputado autonómico, diga lo que diga el Supremo, y recordarles a los grupos políticos que ayer le empezaron a mover la silla que ellos mismos proclamaron el cuatro de enero que esto de la Junta Electoral era un golpe de estado. Y tiene razón el sentenciado Torra. No es él quien ha cambiado de postura: él predicó la desobediencia, delinquió desobedeciendo, está condenado por desobedecer, inhabilitado por desobedecer y sostiene que eso es lo que hay que seguir haciendo: desobedecer. Quienes han cambiado de postura son los otros. O el otro: Oriol Junqueras, pope de Esquerra Republicana. Que es quien ayer empezó a dejarle caer.

Desde las elecciones autonómicas de 2015, cuando se presentaron en comandita los de Artur Mas y los de Junqueras (con aquella candidatura maquillada en la que el uno era Romeva y el cuatro era el candidato a president), desde 2015 los dos partidos que rivalizan por la hegemonía en el bloque independentista han protagonizado lo que en términos sindicales se llama unidad de acción: somos distintos pero lo hacemos todo juntos. Todo, ¿el qué? Pues el procés. La arremetida desde el poder contra la mitad de los catalanes y el resto de los españoles con el argumento de que tiene mayoría absoluta y prou. Como si tener mayoría absoluta diera bula para hacer cualquier cosa.

La unidad de acción es lo que ayer terminó de morir en el Parlamento de Cataluña. Cuando el mismo señor Torrent que hace quince días despreciaba a la Junta Electoral y defendía a muerte que no es quién para quitarle el escaño al presidente, oh, president anunció que ahora ya sí, ahora ya es quién y el escaño se da por quitado para evitar que les impugnen cualquier cosa que voten.

Es normal lo que dice Torra, ¿no?, tanto presumir de que somos Gandhi y Rosa Parks y al final hacemos lo que los señores de la Junta Electoral (derechistas al servicio de la reacción, como diría Adriana Lastra) manden. Vaya unos rebeldes más blanditos.

Próxima estación, en el interminable serial catalán, la ruptura total del matrimonio indepe y la celebración de elecciones anticipadas (bueno, anticipadas, como siempre: hubo en el 2010, en el 12, en el 15, en el 17 y va a haber en el 20). Nadie vota más que los catalanes. ¿Cuándo disolverá el Parlamento el señor Torra? Dices: cuando se lo ordene Puigdemont. Sí. Y según él, cuando vea que el Parlamento catalán ha dejado de defenderle.

Su la ruptura de la unidad de acción se consuma, la Moncloa dará por completada la primera hoja de la ruta que tiene diseñada. Primero romper el bloque independentista y luego buscar un gobierno de Esquerra, PSC y Podemos aprovechando que el otro bloque, el llamado constitucionalista, nunca funcionó en realidad como un bloque. Lo que pasa es que para llegar a eso, el tripartito, hay que pasar por unas urnas. En las que el objetivo de todos los partidos independentistas, aunque estén a tortas entre ellos, será poder proclamar que suman más del cincuenta por ciento del voto emitido. Y tienen el objetivo al alcance de la mano a poco que el electorado que en 2017 dio la victoria a Ciudadanos se quede rumiando su orfandad en su casa.

El talante del gobierno cuando se le piden explicaciones por temas que le incomodan empieza a ser preocupante.

No se quieren enterar los ministros de que lo que ha convertido el curioso incidente del ministro a medianoche en Barajas en un asunto chusco es la reacción que han tenido ellos cada vez que se les ha preguntado por el tema. Empezando por Ábalos y siguiendo ayer por todos los demás. Para ser un heroico servicio al país que ha evitado una crisis diplomática, huyen del tema como si contagiara un coronavirus.

La vicepresidenta cuarta del gobierno evidenció ayer, en este programa, que cuatro días después de que el tema saliera a la luz y cuatro días después de versiones diferentes y de explicaciones a medias, dentro del propio gobierno no se sabe bien (o no todos saben) ni lo que pasó ni por qué pasó.

La ministra Ribera, profesional seria y acreditada en su trabajo, ascendida por méritos propios a la vicepresidencia, cayó ayer en la vieja tentación de los gobernantes incómodos con lo que se les pregunta. Que es pretender que el tema en cuestión no le interesa, en realidad, a los ciudadanos. Y que preguntar primero por Ábalos es poco menos que no tener interés por los problemas de verdad, que son los daños causados por el temporal Gloria. Esta tendencia que se va abriendo camino en el gabinete no sólo a decirle a los periodistas lo que deben preguntar (y lo que no), sino cuáles son los temas que deben interesarnos y los que no.

Es curioso que el gobierno quiera dar lecciones sobre sensibilidad hacia los daños de un temporal. Todos los medios, y este mismo programa, empezamos a ocuparnos del temporal Gloria hace una semana. El gobierno convocó su primera reunión, de urgencia, con los ministerios afectados el viernes, cinco días después. Pero ahora toca este estribillo: que el gobierno sí sabe lo que interesa a la gente y los pelmas de los periodistas, no. ¿Y saben qué? Que es posible que el gobierno tenga razón y esto de Delcy y su avión no le interese a nadie. Y aún así, la obligación del gobierno es responder. De lo que hace, interese mucho, poco o nada.

Recordemos a Ábalos. El jueves se erigió en juez que decide lo que de verdad interesa a los ciudadanos.

El domingo, donde Ana Pastor, condicionó su comparecencia en el Parlamento a que el tema le siga interesando a alguien.

Y luego llegó la vicepresidenta, diciendo que hay que hablar del temporal, y la señora Narbona, atribuyendo el caso bochinche a la malvada derecha que no quiere que se hable del salario mínimo.

Y el coro de repetidores de argumentarios sonando todo el día: esto a los ciudadanos no les interesa. De brochazo en brochazo hasta la opacidad total.

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