Monólogo de Alsina: "Había un gran interés por parte de Cospedal en saber si Método3 podía salpicar de alguna manera a Rubalcaba"
Si es cinco de noviembre, entonces han pasado once días del acto de contrición.
El acto de contrición del presidente del Tribunal Supremo, y cabeza visible del poder judicial en España, Carlos Lesmes. Por el carajal que organizó la Sala Tercera al emitir primero una sentencia sobre el impuesto de las hipotecas (un tribunal de seis jueces la firmó) y convocar después a los 31 magistrados de la sala no se supo bien para qué. Para revisarla, se dijo primero. Para estudiar mejor el asunto, se dijo luego. Porque al presidente de la Sala lo han toreado, se apuntó en algunos sitios. Porque están a tortas los jueces entre ellos. Vaya novedad.
Lo cierto es que han pasado catorce días de la sentencia, once de la petición de disculpas, y la incertidumbre que generó el fallo sigue estando ahí. En dos horas comenzará la reunión más esperada de esta Sala del Supremo en los tiempos modernos. Nunca hubo tanta expectación y tantas versiones de lo que podría acabar sucediendo. Hace dos semanas se decía que era imposible que el criterio cambiara —el impuesto lo han de pagar los bancos— pero ahora ya se escucha de todo entre juristas con predicamento. Desde que existe una vía para la revisión hasta que no queda otra que asumir lo sentenciado y acotar los efectos del tsunami. Porque la banca, y las agencias de calificación de riesgos, sostienen que el terremoto puede ser colosal, que diría Rajoy, en caso de que no se ponga límite a la retroactividad de las devoluciones.
En una cosa sí parece que hay consenso: quien tendría que devolver lo cobrado no es el banco sino la administración, que es quien ingresa los impuestos. Lo que ocurre es que luego serían los gobiernos autonómicos los que se fueran a cobrarle el impuesto al banco. ¿Con qué retroactividad? Ahí parece que va a estar la madre del cordero. Con las apuestas oscilando ahora mismo entre los cuatro años hacia atrás y la nada, es decir, que no cupiera reclamar más que a partir de la publicación de la sentencia. Un disgusto para los hipotecados que ya han estado estos días haciendo cuentas.
Pasan los días y Cospedal aguanta.
Sabe que ya no cuenta con el aliento de la dirección de su partido. Sabe que Casado sopesa hacer un gesto de autoridad que le libere de su hipoteca. Sabe que la gota malaya de las grabaciones Villarejola convierte, en términos políticos, en un peso muerto.
El viernes se supo que le encargó al comisario un dossier sobre Javier Arenas —del que sólo hubo habladurías, según dijo ella luego—. Hoy se sabe que estuvo interesada en la pelea del PP madrileño: Granados contra Ignacio González y viceversa. Año 2009, cuando a González, mano derecha de Esperanza Aguirre, lo ha grabado en Colombia alguien contratado para espiarle. Cospedal le pregunta a Villarejo por la empresa que luego estaría en boca de todo el mundo pero que entonces no lo estaba: Método 3.
El comisario, que casi nunca facilita información aprovechable pero está al tanto de todos los chismes madrileños, ha oído lo de la relación de la dueña de Método3 con el hermano de Rubalcaba. En septiembre, cuando el marido de Cospedal vuelve a verse con Villarejo, retoman el asunto y le hace otro encargo.
Hay un gran interés por saber si Metodo3, agencia de espías, puede salpicar de alguna manera a Rubalcaba. Si trabaja para Rubalcaba. En la conversación con Cospedal, Villarejo deja caer varias veces que él trata personalmente con Rubalcaba. Yo que le conozco, dice, yo que he hecho con él algunas maldades. Y cuenta que Rubalcaba le pidió que le echara una mano a su hermano.
Esto es lo que dice Villarejo, que una vez más les digo: puede que sea cierto y puede que no. Este señor era especialista en tirarse el pisto y contarle a cada cual lo que quería oír. Alfredo Pérez Rubalcaba sostiene que nunca se vio personalmente con Villarejo. Eso es lo que su entorno traslada. Y que no hay posibilidad alguna de que aparezca su voz en una de estas grabaciones. Hasta el día de hoy es verdad que no ha aparecido.
Sostiene el gobierno que ya se enfriarán. Junqueras, Puigdemont y los demás. Y que cuando se enfríen se podrá retomar esta negociación que nunca empezó: el precio que le pone el independentismo a sus votos para aprobar los Presupuestos del próximo año.
En realidad, y hasta la fecha, quien ha ido cumpliendo con las advertencias que había hecho son Puigdemont y Esquerra Republicana. El primero proclamó, por boca de su muñeco Torra, que o Sánchez tragaba con la autodeterminación o no podía contar con ellos para aprobar nada. Esquerra exigió, a pulmón lleno, la rendición completa de la fiscalía y la abogacía del Estado. Ni hay autodeterminación ni hay rendición completa de fiscales y abogados del Estado. A Junqueras le pide la fiscalía 25 años, los mismos que pedirá para Puigdemont si algún día pone un pie en España, y eso, según el independentismo, aborta cualquier posibilidad de que le den oxígeno a Sánchez.
El presidente desinflamante no parece que haya logrado, de momento, desinflamar el verbo grueso, e incendiario, de sus socios de la moción de censura, poco receptivos al gesto político que hizo el gobierno echando agua a la abogacía del Estado para que se abstuviera de acusar de rebelión. El gesto político (traición o felonía para Casado y Rivera) que el gobierno consumó el viernes negando, además, que sea tal gesto. Porque ha de entender usted que aquí lo único que ha habido, ¿verdad?, es un debate jurídico en el que ha prosperado, curiosamente, la tesis que el gobierno venía alimentando desde hacía semanas.
Más vale que lo entienda porque si no Carmen Calvo se enfada. Ella misma ha estado predicando contra la calificación de rebelión cuando la violencia no es con las armas; ella misma ha estado criticando la prisión preventiva en caso de que el juicio se demore; ella misma ha estado jugando a los cubiletes (¿dónde está la bolita?) en muchas de sus declaraciones públicas. Y de tanto emular a los trileros, lo que acaba saliendo es una rueda de prensa delirante como la del viernes. En la que le preguntan por el cambio de criterio de Sánchez y ella juega al despiste.
El presidente del gobierno sí dijo que había rebelión, por más que lo dijera cuando aún no era presidente. Como decía el periodista, es la misma persona. Abusar de los trucos verbales te pone en riesgo de que el personal acabe pensando que te estás choteando.
Que tomas a la sociedad por boba, lo cual no parece que sea una buena idea. Porque lo más truqui que está haciendo la vicepresidenta es esto de pretender que Sánchez, siendo ya presidente, no se pronuncia nunca sobre cuestiones judiciales porque es el más devoto practicante de la separación de poderes. Lo que Sánchez no dice ya lo dicen por él otros miembros de su gobierno, empezando por la vicepresidenta misma. Que si la rebelión, que si las armas, que si la prisión preventiva. Que si la constitucionalidad de conceder indultos.
Pero incluyó la vicepresidenta, ejerciendo de portavoz el viernes, otro par de mensajes que van a estar cada vez más presentes en el argumentario de este gobierno en minoría. El primero, un clásico de nuestra vida pública. La herencia recibida.
Que esto de Cataluña lo hemos heredado. Que es un marrón del gobierno anterior porque no hizo política. La herencia recibida. En realidad, y repasando la historia reciente, el gobierno de antes dijo e hizo muchas de las cosas que el gobierno de ahora pretende hacer pasar por una innovación impresionante. Por ejemplo, sentarse a negociar inversiones y competencias con el gobierno de Cataluña. No piense Carmen Calvo que ella fue la primera vicepresidenta en reunirse con el número dos de la Generalitat. Lo hizo Soraya Sáenz de Santamaría,que abrió despacho en Barcelona e intimó, políticamente, con Oriol Junqueras. Cómo sería la cosa que compareció Junqueras en la sala de prensa de la Moncloa (abril de 2016) para contar lo muy cordial que había resultado su reunión con la vicepresidenta y lo muy saludable que era el deshielo. Cómo sería que Luis de Guindos llegó a verse con Junqueras en El Prat para hablar de la financiación de Cataluña. Qué débil es la memoria cuando de transitar los mismos caminos, como si fueran nuevos, se trata.
Año y medio después estaban proclamando la independencia.
El segundo mensaje que va a estar cada vez más presente en el discurso del gobierno es éste que dice que todos hemos de remar en la dirección que el gobierno diga. So pena de ser tachado el discrepante de desleal. So pena de ser acusado de ansiar con toda su mala sangre que la crisis de Cataluña no se resuelva nunca.
Aquí puedes ver el VÍDEO completo del monólogo