¿Se ha planteado la vicepresidenta que, dado que García Page —según ella— no ha en-tendido nada; dado que Soraya Rodríguez no entiende nada; dado que quien rechaza esta historia del relator es porque no está informado, porque no lo entiende, porque mira al dedo en lugar de la luna; se ha planteado la vicepresidenta que igual el proble-ma no son los demás, que igual el problema es ella?
¿Que igual es ella la que no informa bien; no explica bien; no aclara bien; no entiende bien ni siquiera lo que se le pregunta? Hablar mucho no es sinónimo de explicar bien las cosas. La información no es lo mismo que la propaganda. La vicepresidenta Calvo, que ha demostrado ser muy eficaz en lo segundo, está resultando un desastre en lo primero. Su comparencia de ayer, convocada por la Moncloa para sofocar el incendio que ella misma había provocado, la inició haciendo oposición a la oposición (a Ciudadanos, al PP), siguió haciendo oposición a los barones de su partido y alcanzó su clímax al hacerle oposición al gobierno de antes. De nuevo se le escapa a la señora Calvo esta idea tan suya de que si en Cataluña se llegó al intento de secesión por las bravas es porque Rajoy no hizo su trabajo.
Al independentismo le gusta tanto esta idea como ésa otra que dice que el PP fue una fábrica de independentistas, porque es una forma de descargar en los demás sus respon-sabilidades. ¿Por qué intentaron tumbar la Constitución? Porque Rajoy no les ofreció una salida al conflicto.
Entre oposición y oposición a los demás, se extendió la vicepresidenta en una descrip-ción francamente farragosa sobre cómo deben funcionar a la vez todas las pistas del cir-co: la bilateral institucional, las bilaterales que tiene ella con Artadi y Aragonés, la me-sa de partidos catalanes que ya existe y no tiene relator, la otra mesa que ella dice que no va a existir, pero es para la que los independentistas reclaman al relator… Y cuanto más explicaba que el gobierno sólo está en lo de la bilateral porque lo otro le corres-ponde a los partidos, más confirmaba ella misma que es el gobierno el que está dise-ñando esa mesa de partidos con relator incorporado.
¿De verdad espera el gobierno que la opinión pública entienda algo en medio de esa sel-va de palabras, fórmulas de camuflaje y conceptos elásticos?
Hay dos opciones:
Atribuir todo este trabalenguas a la intención perversa de camuflar un enjuague con el independentismo, o atribuirlo todo a la más soberanas de las torpezas. Ambas son in-quietantes. El pavor no lo produce que semejante enredo pueda marcar la pauta de la comunicación del gobierno. El pavor lo produce pensar que la negociación de algo tan delicado como la cuestión catalana esté en manos de quien con tanta dificultad navega.
Ayer no paró de expresar su sorpresa la señora Calvo por la tormenta que ella misma ha generado. Porque dice que, para los que están en el asunto, esto del relator y de la me-sa de partidos no es nada nuevo.
Para los que estábamos en esta realidad. A García Page, que dijo estar perplejo en este programa, le dice Calvo que es que está desinformado. Pues claro. Porque hasta hoy lo que ha practicado el gobierno en sus reuniones con el gobierno de Cataluña es la desin-formación. Han creído que con hacer la foto y soltar luego un comunicado de medio pá-rrafo cumplen con la obligación de explicar en lo que andan. Cuando es al revés. Los comunicados, como se ve, han servido para ocultar en lo que andaban.Empezando por el documento de los 21 puntos de Torra y siguiendo por el relator.
La señora Artadi, interlocutora de la vicepresidenta, fue ayer bastante nítida al respec-to. En resumen dijo que el gobierno está mintiendo. Que a ellos les dice en las reuniones una cosa y luego sale ante la opinión pública y cuenta otra. Por ejemplo: a ellos les dice que es razonable montar una mesa de partidos para que estén Podemos y el PNV con un relator que de fe de lo que allí se dice, pero luego nos cuenta a todos que sólo acepta mesa de partidos catalanes. Pasaje de Artadi ayer en Catalunya Radio.
Un delirio. La versión de la Moncloa. Y explicación de esta señora de qué es lo que se ha hablado de verdad en esas reuniones: o se crea la mesa con Podemos y el PNV o esto se acaba.
Ya les expliqué ayer para qué sirve la mesa de partidos: para sortear la aritmética par-lamentaria y puentear al Congreso de los Diputados. En la mesa todos valen lo mismo y lo que salga de la mesa (un clamor por la autodeterminación) se comunica al Parlamento como si fueran las tablas de la ley. Pervertir el Parlamento, como dice en su editorial El País, que debe de ser que tampoco se entera de nada, vicepresidenta. Ni El País, ni me-dio PSOE.
Es posible que hoy el presidente Sánchez, líder aéreo, tenga bien decir él alguna cosa sobre el incendio. O mejor: está en la obligación de decir alguna cosa sobre relatores y mesas de partidos extraparlamentarias. Aunque sólo sea por eso que tanto valora él pa-ra sí mismo: la supervivencia. No es a una manifestación convocada, con oportunismo evidente, por Ciudadanos y el PP a lo que debe temer un presidente de gobierno. Tam-poco a los reproches de las viejas glorias de su partido, aunque alguna de ellas conserve el tirón mediático de Alfonso Guerra.
A lo que debe temer un presidente es a que una parte nutrida de la sociedad empiece a verle no ya como un gobernante más o menos simpático o más o menos acertado, sino como un riesgo para la conducción del principal problema que hoy tiene el Estado. No es lo mismo ser visto como un valiente que ser visto como un frívolo