Monólogo de Alsina: "Si algo hemos aprendido es que más vale que sepamos cuidarnos nosotros mismos"
Qué tal, cómo están, cómo estáis. Bienvenidos a una nueva mañana de radio. Ya estamos en el 11 de mayo de 2020.
- Ayuso: "Estamos pensando que el uso de mascarillas sea obligatorio"
Madrid |
La pandemia no se ha terminado. Ni parece que se vaya a acabar pronto. Como no se han acabado ni las restricciones a nuestros movimientos ni el estado de alarma. Todo sigue tan regulado como hasta ahora. Lo único que cambia hoy son algunas normas en algunos lugares. Y lo difícil va a ser aprendérnoslo todo.
Si algo hemos aprendido en estas ocho semanas de confinamiento, confusión, desconcierto, titubeos y cambios de criterio del gobierno es que más vale que sepamos cuidarnos nosotros mismos. Evitando las situaciones de riesgo y sin esperar a que venga el guardia a estamparnos la denuncia. Estemos en la nueva fase 1 –--la mitad de los españoles--- o sigamos en la fase cero ---la otra mitad--.
Al cabo de dos meses de mínima actividad y mínima vida social, lo raro habría sido que la famosa curva no hubiera caído hasta el punto en el que está ahora, por debajo de los mil nuevos diagnósticos diarios aunque con 140 fallecidos aún cada día. El reto es conseguir que la curva toque del todo el suelo a la vez que vamos recuperando la vida social poco a poco.
Como dice Fernández Vara, ahora se trata de que no la liemos.
Les cuento una historia rápida que puede inspirarnos esta mañana.
Poco después de escribir Robinson Crusoe, el inglés Daniel Defoe, que había sido panfletista, comerciante, espía y, a la vez que todo eso, periodista, intuyó que podía ser buen momento para publicar una historia sobre la peste bubónica que había asolado Londres en 1665. El tema tenía público porque cuando él se puso a escribir, que fue casi setenta años después, había un brote de peste que había empezado en Marsella y que tenía a los franceses asustados y a los británicos, en alerta. Defoe se empapó del ensayo que había escrito en su momento un médico que estuvo en Londres en el año 65, año de la peste, y que levantó acta del número de entierros que las parroquias anotaban cada semana. El resultado fue ‘Diario del año de la peste’, una novela basada en hechos muy reales.
De las últimas páginas del libro rescato este par de párrafos, a ver a qué te recuerdan.
‘Al difundirse la noticia de que la peste menguaba, el carácter precipitado de nuestro pueblo le llevó a volverse descuidado y hasta temerario. Muchos abandonaron las precauciones anteriores creyendo que no serían alcanzados, y esa irreflexiva conducta hizo que la disminución en el número de inhumaciones fuera más lenta. Los médicos contrarrestaron esté ánimo contraproducente publicando impresos que aconsejaban a las gentes que continuaran recluidas, más todo fue en vano. Los vecinos estaban tan poseídos de la alegría y tan satisfechos de observar que las cifras semanales habían bajado mucho que eran incapaces de volver a sentir terrores nuevos y sólo querían creer que la amargura había pasado. La consecuencia fue que las listas volvieron a incrementarse durante la primera semana y sólo cuando los clérigos advirtieron del peligro y el desatino frenaron las gentes su conducta y se volvieron más cautelosas.
Hoy vuelven los clérigos, los curas, a dar misa en la media España de la fase 1. Igual eso ayuda. Con desinfección de fieles a la entrada, separación en los bancos y nada de agua bendita. Lo de no darse la paz estrechando la mano y no dar la comunión en la boca lo ordenaron los obispos antes de que empezara el estado de alarma. En la adopción de medidas preventivas fue por delante la jerarquía de la iglesia de la jerarquía política.
Si usted amanece, por tanto, en zona 1 (localidad en fase 1) puede moverse con toda la familia en coche, puede ir a su segunda residencia (el que la tenga en la misma provincia, salvo en el País Vasco, que no permite), puede visitar a sus familiares próximos (no a los que viven en la otra punta de España, o en otra comunidad autónoma), puede ir a comprar sin necesidad de cita previa (salvo al vivero, que sí la requiere), puede sentarse un rato a tomar algo en la terraza (si es que el bar o el restaurante abre, que no está obligado) y puede seguir saliendo a pasear con el perro, o el niño, o el abuelo, en las franjas horarias autorizadas. Que en algunas regiones hoy cambian.
En los colegios de la fase 1 empieza la preparación de las aulas para intentar recibir alumnos a finales de mes.
Semanas o meses. Espera el doctor Simón que no tengamos que hablar de años de excepcionalidad por el coronavirus. Y espera el ministerio de Sanidad, pero no lo descarta, que no tengamos que retroceder en la apertura. Ojo a Alemania, que tres semanas después de abrir la mano registró ayer una tasa de reproducción del virus por encima del 1,1, que significa que cada diez infectados contagian a once, uno más de lo recomendado para desescaladas. Y ojo a Corea del Sur, que abrió bares y discotecas y las ha vuelto a cerrar porque ha habido un foco de contagio de varias decenas de personas en una zona de copas.
Hay tres gobiernos autonómicos disgustados con el ministerio de Sanidad porque entienden que han sido discriminados. Y uno de esos gobiernos no es del PP. Es Ximo Puig, Comunidad Valenciana.
Los otros dos son Andalucía y la Comunidad de Madrid. Los tres miran al País Vasco y sugieren que ha habido mano blanda con Urkullu para pagarle al PNV que apoyara el estado de alarma. Claro que, por esa misma razón, también lo apoyó Ciudadanos, que es gobierno en Madrid y en Andalucía.
Tenga la impresión, por cierto, de que el ministro Illa está tardando en aclarar de una vez que el presunto comité evaluador de criterios no existe. Que no se ha constituido ningún grupo de expertos específico. Quienes deciden qué territorio cambia de fase son la dirección general de Salud Pública y el Centro de Alertas Sanitarias, es decir, Pilar Aparicio y Fernando Simón apoyándose en los funcionarios del departamento de Simón. O sea, que el comité son Simón y el ministro Illa. Y el lío éste sobre la identidad de los evaluadores secretos es fruto de intentar darle apariencia de gran cobertura técnica al trabajo de los mismos de siempre.
Reincide el gobierno en su afán de exagerar el perfil científico de sus afirmaciones.
Quizá recuerdas lo del 28 de abril, en la rueda de prensa para explicar el plan por fases. Cuando el presidente volvió a mencionar como aval a su gestión el ránking de la OCDE que esta institución había rectificado por engañoso y se sacó de la manga un segundo informe que él atribuyó a la universidad estadunidense Johns Hopkins.
Contamos aquí la mañana del día 29 que el informe no aparecía por ningún sitio y que el departamento de comunicación de la Moncloa no era capaz de explicar de dónde salía la afirmación del presidente. Este sábado la CNN le sacó el asunto del informe fantasma en la rueda de prensa. Y el presidente no respondió.
Los datos están ahí sólo significa que esos son los datos que su gobierno facilita. Por supuesto, no supone que exista el informe en cuestión y no aclara por qué atribuyó a una universidad reputada un trabajo que no ha hecho. Cuando uno mete la pata por negligencia de su equipo de documentalistas o por reincidencia en su afán por citar ránkings que le favorezcan lo honrado y lo transparente es admitirlo y rectificar la afimación falsa. El riesgo de no hacerlo es que la CNN te saque los colores.